08. Noticias

7.1K 853 198
                                    


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


            CAMILLE SOLTÓ UN RESOPLIDO. Los analgésicos iban perdiendo el efecto y podía comenzar a sentir de regreso el dolor de sus huesos, a través del yeso. La enfermera sonrió con pena, después de haberle dicho que ya no podía administrarle nada más. Era un dolor que luego de un tiempo desaparecería haciéndose cada vez más leve, dijo ella. En parte, sabía que el dolor quizá no era tanto. Pero jamás había tenido dolores, a excepción de algún que otro dolor de cabeza que se calmaba al instante con aspirinas. Por ejemplo, cuando su período llegaba, no sentía ningún dolor menstrual. Su madre decía que eso era bueno, porque los dolores menstruales eran lo peor. Quizás hubiese deseado tenerlos, al menos tendría cómo comparar el dolor de su brazo, con algo.

Llevaba unas tres horas en el hospital y no deseaba otra cosa más que regresar a la comodidad de su hogar. Quizás eso podía incluir el dormir hasta el mediodía, teniendo en cuenta de que se estaba haciendo tarde. Mañana era lunes, pero su madre le había aconsejado no asistir a la escuela por toda la semana. Ella había dicho que los chicos de su edad eran brutos y que al menos por esos días, era mejor si dejaba su brazo en su hogar. Camille quizá era una de las pocas a las que le divertía ir a la escuela. En un sitio como Forks, donde no había muchas atracciones, la escuela era un buen lugar donde sociabilizar y pasar el rato. Sin embargo, aceptó. Se quedaría en su casa por algunos días, al menos. Encontraría algo divertido para hacer, eso estaba seguro.


—Estoy bien.— musitó en voz alta, por tercera vez a su madre. A pesar de ser una doctora que había visto lo peor de lo peor en Chicago; desde heridos de bala hasta accidentados por choques automovilísticos, había actuado como si ver a su hija con su brazo roto era algo superior. Entendió luego de verla tan preocupada, que una cosa era la profesión que ejercía, donde atendía pacientes con los cuales no se sentía sentimentalmente involucrada, y otra muy diferente, era ver a su única hija con sus ojos lagrimosos.

—Si sientes dolor, puedo suministrarte algo de morfina.— su madre aconsejó mordiendo sus uñas, como si estuviese recetando paracetamol. Su hija abrió sus ojos sorprendida.

Muse ✓ ⋆ Emmett CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora