Capítulo 2

315 25 2
                                    


- Entonces, ¿Cómo se supone que se tiene que hacer esto? – Preguntó Peridot, con los pies hundidos en la arena.

- Se supone que tenéis que bailar o algo. – Le respondió Steven, aunque su voz albergaba cierta duda. – Bueno, en verdad cada gema lo hace a su manera, así que no sé...

Tanto Lapis como Peridot estaban a una distancia más o menos cercana, pero no lo suficiente como para llegar a tocarse. Eso cambió cuándo Lapis puso su mano en el hombro de Peridot, mirándola por encima del hombro:

- Yo me acuerdo de como se hace. Agárrate.

Lapis agarró la cintura de Peridot con una mano, y su mano derecha con la otra. Peridot intentó seguir sus pasos con bastante torpeza, y ambas empezaron a hacer algo que se parecía a un baile, mientras Steven miraba expectante. De pronto, una luz empezó a encenderse en ambas gemas, señal de que el ritual de la fusión había dado sus frutos. Peridot pegó un grito de alegría antes de desvanecerse en una luz verde incorpórea, mientras que lo último que vio Steven de Lapis fue una cara seria y con cierta resignación en su rostro. Pero a eso él no le prestó atención, no mientras la luz de ambas gemas empezaba a fundirse. Cuando vio una especie de ojos encima de las dos gemas, y escuchó el eco de la voz de Peridot, empezó a pensar en nombres para la fusión. Pero justo cuándo estaba a punto de ocurrírsele el primero, algo ocurrió. La fusión, que antes había sido una vorágine de luz verde y azul uniforme en formación, empezó a moverse erráticamente, y lo que antes eran ecos de alegría, ahora empezaban a parecer gritos de furia o ira. El semblante de Steven cambió completamente, sabía que algo iba mal, había visto esto antes. Una explosión le reventó los tímpanos y le lanzó al suelo, y cuándo pudo alzar la mirada, ahí estaban Lapis y Peridot, una hundida en la arena de los pies a la cabeza, y la otra con la cabeza sobre la piedra del dedo de la escultura.

- ¡Lapis! ¡Peridot! – Viendo el golpe que se había dado en la cabeza con la roca maciza, Steven decidió ir corriendo a ayudar a Peridot. - ¿Estáis bien?

- Sabía que esto era una mala idea. – Murmuró Lapis con rabia, mientras intentaba levantarse con dificultad. Steven se fijó, y vio heridas en su brazo derecho y su cintura. – Lo sabía.

- Lapis, ¡espera! – Le gritó Peridot, que también intentaba levantarse. Su voz sonaba algo quebrada, y Steven pudo ver sus ojos humedeciéndose. – Yo no sabía que...

- ¡DÉ-JA-ME!

El grito de Lapis hizo retumbar la playa de Beach City con más fuerza de lo que el intento de fusión, y dejo a Peridot y Steven aun más sorprendidos que cuándo escucharon el dedo de la estatua caer. Los dos se dieron cuenta, mientras Lapis volaba con sus alas de agua hacia un lugar desconocido, que la gema tenía lágrimas en los ojos, al igual que Peridot. Steven intentó llamarla varias veces, y no surgía efecto, pero él seguía intentándolo.

- Steven, para. – Peridot tenía la voz aún más quebrada que antes, y las lágrimas ya caían de sus mejillas, pero intentaba parecer seria. Su visor estaba roto, casi partido en dos. Steven cada vez entendía menos de la situación, pero escuchó las palabras de Peridot, y paró inmediatamente. – Steven, la he visto.

- ¿La has visto? ¿A quién? – Steven volvió a dirigir su mirada a Peridot, pero no sabía que decir. – Peridot, ¿de qué estás hablando?

- Steven, he visto a Malachite.
_

Era de noche. Steven había vuelto a su casa y había cenado, sin ganas, un sándwich de queso, que comió lentamente. Desde la ventana, vio a Peridot, sentada sobre el dedo de la estatua, que ahora casi parecía una gran roca, pero no pudo ver su cara. Steven pensó en el pasado, en todo lo que habían hecho ella y él, en todo lo que Peridot había cambiado desde la primera vez que la vio. No sabía donde estaba Lapis, no tenía intención de saberlo, y el resto de las Gemas de Cristal aún no habían llegado. Así que lentamente, abrió la puerta de su casa una vez más, y dejó que la arena de la playa se metiese entre sus zapatillas, hasta que pudo trepar el dedo de piedra, aun con dificultades, y sentarse junto a Peridot bajo la luz de la luna. Pudo ver como el visor de la gema estaba aún roto, y ensuciado por el polvo de la piedra, mientras Peridot tenía los brazos tocando la punta de sus rodillas, y con la cabeza sobre ellos como si fueran algún tipo de almohada, o para que así no pudiera ver a Steven.

I Walk the LineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora