Capítulo 3

263 21 3
                                    


Usando al León que anteriormente pertenecía a Rose Cuarzo, y más tarde el famoso tren que cercaba la ciudad, Steven y Peridot llegaron al lugar donde anteriormente había sido construido el rancho de los DeMayo, ahora un prado inhóspito en cuyo centro había un gran cráter dónde no crecía nada, acompañado por lo que quedaba de antiguas cosechas que se habían hecho por simple diversión, y ahora no servían para nada. Pero inmediatamente ambos notaron algo diferente, lo que parecía ser un intento de casa mal hecha, con palos húmedos y frágiles en lugar de madera, que ni siquiera tenía un techo, y que solo se sostenía por la persona que estaba en el interior. Lapis había hecho ese "hogar", y si aún no se le había caído encima, es porque lo sujetaba recubriéndolo de agua que ella misma controlaba. Para ello, había arrancado los árboles cercanos, y se cobijaba en su creación, intentando ocultarse con la misma posición en la que Steven había encontrado a Peridot. Al verla, los dos se pararon en seco, y Steven se acercó al oído de Peridot para susurrarle algo:

- Estoy seguro que podrás hacerlo.

Peridot se giró inmediatamente, intentando mantener el tono de voz igual de bajo:

- Espera, ¿no vas a venir conmigo?

- Es un asunto entre vosotras dos. Tienes que ser tú la que hable con ella.

- Pero pensaba que...

- Venga.

- ¡Steven!

Con la última frase, y mientras Steven le daba un pequeño empujón para apartarla mientras mantenía una media sonrisa en su rostro, Peridot alzó el volumen de su voz lo suficiente como para que Lapis lo escuchara, y se percatará de la aparición de ellos dos. Mirando de reojo a Steven, como si la importa poco, le dedicó a Peridot una mirada de desprecio fulminante, con esos ojos que se veían a pesar de que las sombras ocultaban el cuerpo de Lapis casi en su totalidad. Dando pasos cortos, una nerviosa Peridot se fue acercando poco a poco a la "casa" de Lapis. Cuando llegó a la "puerta", Lapis ya no la miraba, y pretendía que no le prestaba atención, con la cabeza enterrada bajo sus brazos. A pesar de su nerviosismo, Peridot intentó ponerse firme, para disimular lo más mínimo, a pesar de que no surtiera efecto.

- Hola, Lapis. – Peridot intentó balbucear unas pocas palabras, pero parecía casi atragantarse con cada silaba. – Que-quería decirte que... lo he estado pensando (no espera no, así no es) ... tras mucha meditación (eso es peor aún) ... no sé como te lo tomarás esto – tras esa última frase, Peridot pegó un grito, cabreada por la impotencia de no poder terminar bien lo que decía. – quería pedirte perdón por lo que ha pasado esta tarde.

Lapis ni siquiera miró a Peridot, ni se movió un solo centímetro, y lo único que pudo escuchar la gema verde fue el sonido del agua que sostenía aquellos pedazos de madera fluyendo. Peridot cada vez se estaba poniendo más nerviosa, y el que Lapis no respondiese a sus palabras solo lo empeoraba aún más, así que la única forma de encontró de no hundirse fue seguir hablando.

- Se que para ti la fusión representa algo... malo, y yo en ningún momento quería que recordaras a Jaspe – Peridot se mordió la lengua antes de terminar la oración. Lapis sintió un ligero cosquilleo en la espalda, pero hizo ver como si no hubiera pasado nada. Ya no estaba firme, si no encorvada, y con sudores fríos llegando a su frente. – Perdóname otra vez, yo no quería...

Al ver que cada palabra que decía era peor que la anterior, y que Lapis seguía sin hacerse caso, Peridot vio que no había caso en seguir insistiéndole, y quiso finiquitar el tema de forma elegante:

- Bueno, Lapis, ya me he dado cuenta que aún es muy pronto para que me perdones. Así que, si no quieres hablar conmigo, lo mejor será que me vaya, al menos por ahora.

Tras pronunciar esas palabras, Peridot se dio la vuelta, y empezó a caminar lentamente, con un sentimiento de angustia, sintiendo que se habían equivocado al llegar tan pronto. Ya escuchaba la voz de un escondido Steven llamándola, seguramente recriminándola por haber vuelto tan pronto. Pero hubo algo que la hizo parar, que la paralizó completamente, y que le hizo detener todo lo que estaba diciendo:

- Por qué.

Peridot se giró rápidamente, con tanta velocidad que movió las hojas del pasto, y sin pararse a escucharlas, las palabras que le había dicho Lapis le eran suficiente para correr hacia ella. Se le iluminó la mente y casi sonrió, parecía que la puerta, se había abierto:

- ¡Lapis – En medio de sus palabras, el pie de Peridot chocó contra una roca escondida en el pasto, provocando que perdiera el equilibrio y cayera al suelo, justo delante del "hogar" de Lapis.

- Peridot, por qué.

Ahora que estaba aún dolorida por la caída, y se tocaba la mandíbula pensando en que ojalá no se hubiera roto ningún diente, Peridot fue capaz de escuchar lo que Lapis le decía. Al levantar la mirada, allí estaba, levantada, justo en la entrada de su "casa", con los puños cerrados con fuerza y con el pelo tapándole los ojos. Y allí fue cuándo esta entendió que algo iba mal.

- Lapis, no lo entiendo.

- Peridot, ya sé que conocías lo que significa para mí, el hacer eso – Lapis hizo un profundo respiro por la boca antes de continuar – la fusión. Entonces, te pregunto, ¿Por qué lo has hecho?

Esa pregunta, esa maldita pregunta, golpeó como un puño de acero en el corazón de Peridot. Ella no sabía que responder, no sabía que decir, era como si su mente se hubiera quedado en blanco completamente, lo que le había dicho Lapis era lo último que esperaba oír. Pero, aun así, su ego le hizo querer responder, aunque no fuera capaz de decir nada:

- Yo...solo...quería...

- Peridot, yo confiaba en ti. Siempre te has preocupado por mí, siempre has estado conmigo, y incluso llegué a pensar... - la voz de Lapis se hizo un poco más débil, y Peridot sabía lo que ocurría. – Que te preocupabas por mí.

Dos gotas cayeron de las mejillas de Lapis y llegaron al suelo en cuestión de segundos. Peridot se levantó. Intentaba mantener la conversación, a pesar de que estaba tocada por lo que había dicho Lapis:

- Yo me preocupo por ti, Lapis, ¡de verdad! Steven quería vernos...

- No saques a Steven ahora. – El agua que recubría la casa de madera de Lapis empezó a moverse más agitadamente, y la propia Lapis estaba más agitada. – No sabes lo mucho que me molesta que Steven haya decidido perdonar a Jasper por lo que hizo, por lo que me hizo. ¿Acaso a ninguno de vosotros os importa cómo me siento?

La sola mención de Jasper hizo que Lapis empezará a enfurecerse más, que el agua que ella controlaba empezara a hacerse más inestable, que la casa que había construido empezara a destruirse por su propia mano. Peridot lo veía, y estaba empezando a tener miedo, pero mirando a Lapis a los ojos, siguió hablándole:

- ¡A mí me importa! Lapis, a Steven le importas, y a mi me importas. No digas que no lo hacemos porque no es verdad.

- Te repito una vez más Peridot – Ese último comentario solo había hecho enfurecer más a Lapis, y ella estaba dispuesta a descargar su ira de cualquier forma. – Entonces, ¿Por qué lo has hecho?

- Porque... - Peridot no podía responder, no sabía responder a esa pregunta.

- Siempre tienes una respuesta a todo Peridot, así que dime, ¿Por qué me merezco que me trates de esa forma?

La respuesta de Peridot volvió a ser la misma, un poco más nerviosa si cabía. Lo que antes era una casa de madera ahora era un conjunto de restos de árboles unidos violentamente por una burbuja de agua que Lapis sostenía para desfogarse.

- ¿Te ha comido la lengua el gato? O es que no quieres admitir que lo has hecho solo por tus ganas de creerte más lista que todos, para probar tus teorías locas de la fusión, por que eres tan egoísta que...

- ¡POR QUÉ TE QUIERO!

I Walk the LineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora