Los arañazos en la piel le confirmaron que lo ocurrido la noche anterior no fue un sueño. Fue el terrible dolor en el cuerpo lo que la trajo a la realidad. Arrinconada sobre la cama, lloró como no lo hizo en muchos años. Ni siquiera estaba segura de haberlo hecho alguna vez.
Ahora comprendía que de poco valdría salir huyendo. Ese ser informe podría perseguirla a donde quiera que fuese. No existía pared o puerta que no atravesara. Ni lugar del mundo donde no fuera encontrada.
Las imágenes de la violación volvían una y otra vez a su memoria. Afuera, los ruidos se acrecentaron, dando la impresión de estar desarrollándose una cruenta tormenta. River sentía el miedo enroscándose en su cuello hasta asfixiarla.A duras penas consiguió ponerse en pie. Dio un par de pasos tambaleantes. Llegó hasta el espejito y se miró. No se reconoció a sí misma. Algo había muerto en su interior desde el día en que le disparó a Gary. La chica en el espejo era un ser deplorable, temeroso hasta de su propia sombra. ¿Cómo pudo ocurrirle eso? ¿Quién, en su sano juicio, le creería? De un puñetazo, el espejo estalló en pedazos.
Un prolongado sonido atrajo su atención. Sin preocuparse por la mano sangrante, River se quedó quieta. Aguzó el oído por unos segundos y entonces comprendió. En realidad, el nuevo sonido no era tal, sino exactamente lo contrario, es decir, la falta de él. Por primera vez desde la muerte de Gary, la tormenta cesó. No podía creerlo. La cosa que la acechaba y la atacó, ¿se habría cansado por fin? ¿Habría sido la violación su objetivo y ahora, ya cometido, se habría largado para siempre? Desconfiada, echó un vistazo por el orificio de la ventana y se quedó atónita.
Una silueta en la distancia, camuflada entre los árboles, parecía vigilar la cabaña. River miró bien y, sin poder contenerse, rompió a llorar otra vez, como una histérica. No albergaba dudas de lo que se trataba.
Era el pozo.
De algún modo, el pozo consiguió trasladarse desde el río Yukón hasta cerca de la cabaña. River sintió que la buscaba. Sin parar de llorar, comenzó a dar vueltas por la habitación, rezando por tener una muerte rápida y misericordiosa.
Se detuvo y volvió a echar una ojeada. Podría jurar que el pozo estaba cada vez más cerca. El instinto le dijo que huyera, pero la razón fue más explicita cuando le advirtió que el viento seguía allá afuera, al acecho, aguardando una oportunidad.
Para cuando comenzó a oscurecer, el pozo era claramente visible, hallándose a sólo unos pasos de la cabaña, justo sobre la improvisada tumba de Gary. Desesperada, River sintió un escalofrío y, como por arte de magia, lo entendió. En algún lugar había leído que el pozo (no éste en particular, sino todos en general) era el eje de la representación del Universo, una suerte de vínculo entre la superficie y el subsuelo, entre nuestro mundo y el de los monstruos del infierno. Tuvo la sospecha de que el pozo (no los pozos en general, sino éste en particular) era una puerta, el umbral interdimensional por donde aquello que la acechaba entró.El simple hecho de tener una explicación, por absurda que fuera, hizo que una extraña tranquilidad se adueñara de River. De repente, le importaba un carajo si el pozo estaba cerca o lejos. Ella sólo quería dormir. Olvidarlo todo. Agarró una de las botellas de whisky, la abrió y se dio dos largos buches.
El cansancio acumulado, el estrés y los efectos del alcohol terminaron por vencerla.
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Alguien en el viento
HorrorRiver es una chica que vive aislada en una cabaña de troncos en Alaska. Acaba de matar a un hombre y, sin saberlo, despierta a un demonio que pretende poseerla. O sólo será que se está volviendo loca?