No entendía cómo no se desmayó de la impresión. De todos modos, agradeció no haberlo hecho. El tiempo que habría perdido estando sin sentido, ahora lo podía usar en algo más productivo. Tenía un presentimiento y decidió seguir su instinto.
Recordó uno de los consejos de su padre: Conoce las costumbres de tu presa y la vencerás. Pensó que ya era tiempo de ponerlo en práctica en algo diferente, aunque con igual propósito.
River nunca fue una chica demasiado lista, pero disfrutaba leer. Conservaba libros de todo tipo: novelas, comics, textos de gramática, de vida silvestre y hasta de mitología universal. Fue éste último el que tomó de la repisa y hojeó hasta encontrar el índice. Allí estaba un epígrafe que resaltó de entre todos por su evidente importancia: Dioses del viento.River tendría once o doce años la última vez que leyó ese libro, acostada en su cama, a la luz de una vela. Recordaba nombres de dioses de diferentes mitologías, pero no podía precisar dioses de qué ni de dónde. Buscó la página de su interés y allí lo encontró.
Resultaba curioso que disímiles culturas sin contacto entre sí tuvieran un dios del viento. A veces estos dioses se manifestaban con forma humana, pero otras tantas se conformaban con desorientar viajeros, provocar oleajes, hacer naufragar barcos, derribar edificios, provocar tormentas, poseer a humanos
Mucho tiempo antes, quizás en el mismo prólogo de ese mismo libro, River había leído que nada nacía por generación espontánea. Lo cual quería decir que nada surgía de la nada. Todo tenía un origen, absolutamente todo, incluso el Big Bang. Y lo más probable era que los dioses, los espíritus, las hadas, las brujas y cuanto monstruo el ser humano ha sido capaz de crear a lo largo de la Historia, haya tenido su origen en un hecho real, en un acontecimiento verídico, aunque mal interpretado.No importaba el nombre. Existían muchos en el listado, unos cientos. Quizás ni siquiera se referían a deidades distintas, sino a una misma criatura incorpórea, violenta, vengativa, demoniaca, capaz de desplazarse con absoluta libertad por todo el globo. River devoró de un tirón un grupo de párrafos: La mitología del pueblo sami hablaba de Biegkegaellies, dios de los vientos del invierno. En la mitología eslava se mencionaba a Stribog, abuelo de los vientos de las ocho direcciones. Uno de los peores era Pazuzu, el rey de los demonios del viento de la mitología mesopotámica, popularizado en la novela El Exorcista, de William Peter Blatty.
Daba igual el punto del mapa que se señalara: la cultura en cuestión le temía al viento. Los hindús lo llamaban Vayu; los maoríes, Ara Tiotio; los chinos, Fei Lian; los mayas, Chaac Huracan; los quechuas, Huayra-tata; los indios cherokees, Oonawieh Unggi; los egipcios, Amón; los sumerios, Enlil; los nórdicos, Njord; los celtas, Borrum; y así sucesivamente. Incluso el dios hebreo Jehová tenía poder sobre los vientos y las tormentas y, al menos en el Viejo Testamento, era mejor no molestarlo o su furia se haría sentir de la peor manera.
A la chica le llamó la atención que en la actualidad se le llamara huracán a un sistema tormentoso que, además de fuertes vientos, traía aparejado olas grandes, tornados, lluvias torrenciales, inundaciones, corrimientos de tierra y marejadas ciclónicas, junto con muertes y desapariciones. Huracán, igual que el dios del viento maya, se dijo.
Al final del libro, en una suerte de epílogo, River encontró un listado de trampas que, en Europa, se usaban para capturar espíritus.
Sentada en el borde de la cama, River comprendió que ya no necesitaba ponerle rostro a su atacante. Sabía quién era y cómo combatirlo. La atrocidad cometida contra el imbécil de Gary debió atraerlo hacia ella. El placer que sintió al matarlo tal vez lo hizo creer que ella era tan demoníaca como él. Evidentemente se propuso poseerla y no la dejaría escapar con facilidad. Sin dudas, contaba para ello con el temor que River le tenía. Si la chica quería revertir la situación, tendría que cambiar de postura y pasar a la ofensiva.
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Alguien en el viento
KorkuRiver es una chica que vive aislada en una cabaña de troncos en Alaska. Acaba de matar a un hombre y, sin saberlo, despierta a un demonio que pretende poseerla. O sólo será que se está volviendo loca?