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—¿Quieres ir a caminar?

Joel llega a la habitación de su amigo luego de haber tomado un baño y cambiando su ropa de dormir por una más casual. Al entrar descubre que el chico está tirado boca abajo, con los pies colgando de la cama y los brazos sobre su cabeza como si se estuviese cubriendo para no ser descubierto.

—¿Erick?

Después de que haya estado envuelto en los brazos contrarios, el chico se alejó de Joel, caminando en dirección hacia su cuarto para luego tirarse sobre la cama. Queriendo cerrar los ojos e irse de ese lugar, aun cuando no tiene otro espacio en donde estar. Pero lo único que logra es encontrarse con ella, reprochando cada uno de sus movimientos, sus palabras, sus sentimientos, absolutamente todo.

Volviendo a ese tiempo donde era manejado por su madre, donde su existencia parecía la de un simple muñeco, igual a la de un títere sin vida.

—¿Recuerdas cuando dije que te iba a proteger de ella?

Erick asiente luego de girar y quedar mirando el techo.

—¿Te he fallado?

Niega.

—Entonces acude con el especialista, no me gusta verte así. Hazlo por ti, por Amber que tanto te quiere, por tu padre —aconseja con voz suave, pasando su mano por la cara mojada de Erick, obteniendo una pequeña sonrisa, pero que crea grandes emociones en él.

La sonrisa de Erick siempre ha sido ese hermoso arcoíris que alegra su vida, que acelera su corazón.

—No me siento preparado para hablarlo con alguien más —admite cobardemente.

Joel palmea su hombro para que se levante, haciéndolo con suma flojera y refunfuñando.

—¿Has visto esos vídeos de 24 horas? —pregunta cambiando repentinamente de tema.

—Creo que sí —contesta confuso.

—Bueno, te propongo algo parecido, por estos dos días sin las chicas, cumpliré cada cosa que me pidas, así como tú también lo harás conmigo.

—¿Es algo a medias?

—Así es —asiente frenéticamente—, y vamos a empezar por ir a caminar un rato para que te despejes.

Mira con la ceja alzada a Erick, quien sisea y se cruza de brazos molesto, olvidando lo de antes.

—Sí, Joel.

—Ve a darte una ducha, el día apenas inicia y hay mucho por hacer —empieza a empujarlo fuera de la cama, sacándolo del pasillo y llevándolo al final que es donde está el cuarto de baño. Cierra la puerta después de salir—. ¡No demores tanto! ¡Estaré en la sala!

El ojiverde suelta bajos insultos en cada paso que da, aunque maldice aun más porque su amigo pudo quedarse con la habitación que tiene baño incluido. Su pereza siempre puede más que él, así que le resulta fastidioso ir al final del pasillo.

Joel decide encender el televisor en tanto espera a Erick, mirando con poco interés los programas debido al zapping que hace. Al final termina apagando todo y se dirige a la cocina en busca de alguna fruta porque su estómago hace ruidos extraños.

Cuando sus ojos viajan al fregadero, automáticamente piensa en ese efímero momento que tuvo entre sus brazos el mundo entero, el universo más hermoso; fue perfecto porque era Erick.

Ni siquiera escucha los pasos apresurados del menor por estar ensimismado en sus recuerdos, así que termina saltando en su sitio cuando unas frías manos se cuelan debajo de su remera.

—¡Erick! —reclama, girando a toda velocidad para correr detrás de él—. ¡Ven aquí, pequeño muchacho!

—¡No me atrapas!

La escandalosa risa de ambos resuena por todo el lugar, golpeando contra las paredes y generando rebotes agradables para ellos. Simplemente se sienten como dos niños que no tienen preocupación alguna por el qué dirán al verlos juntos.

Joel estira ambos brazos hasta dejarlo acorralado contra el respaldar del sofá. Una sonrisa divertida se crea en los labios de cada veinteañero.

—Te tengo —susurra con voz jadeante, atreviéndose a posar una mano sobre la mejilla sonrosada del ojiverde.

—Siempre me has tenido, Joel.

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Ay, perdón por no publicar antes. 

Besos.

Nunca es tarde || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora