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—J-Joel —suspira alejándose un poco, sus labios se rozan a cada mínimo movimiento que hacen provocando que sus pestañas bailen sobre la suavidad de sus pómulos.

El rizado acorta la distancia una vez más, su agarre sobre la cintura de Erick es suave, delicado, como si tuviese miedo de lastimar al menor si presiona con mucha fuerza. Hay una sensación rara que alberga en su pecho, no puede creer que esté pasando.

Está besando a Erick, al chico que siempre ha querido.

Las delgadas manos del ojiverde reposan sobre sus hombros para no caer debido a sus piernas que tiemblan de manera descontrolada.

—D-Dime que no es un sueño —suplica Joel, volviendo a unir sus bocas—. Si es así, no quiero despertar jamás.

Colón sonríe en medio del beso, mordiendo leve su labio inferior. Acaricia el cabello de Pimentel con ternura, volviendo el ambiente más tímido. Es como si acabase de descubrir que realmente existe oro al final del arcoíris, como si le dijeran que todo su sufrimiento fue nada más que una terrible pesadilla.

Tanto su corazón como el de Joel parecen sincronizar sus latidos, no son acelerados, están serenos, como si supieran que aquello iba a ocurrir tarde o temprano. No pueden escapar del amor, no cuando este siempre estuvo presente en ellos.

—Bésame un poco más y tal vez así obtengas la respuesta —susurra Erick, sin atreverse a abrir los ojos por miedo a que esté dormido y todo se vaya por el caño al despertar.

—Si te beso por más tiempo no podré detenerme —aquellas palabras logran colorear de rojo las mejillas húmedas del menor que termina recargando su frente sobre el pecho de Joel, permitiéndose aspirar el perfume que se puso esa mañana—. Querré ir más allá contigo.

—¿Qué tanto?

—Hacerte el amor y confirmar que esto es real. Porque a la única persona que deseo entregarle todo mi amor, es a ti. Solo a ti.

Aleja al menor para poder disfrutar de su hermosa mirada, pero frunce el ceño cuando se da cuenta que esas bellas esmeraldas están cubiertas, protegidas del mundo.

—¿E-Está bien sentir m-miedo, Joel? —pregunta tenso.

—Sí, pequeño, lo está.

Después de escucharlo por fin deja notar el verde de sus ojos, aunque estos se encuentren un poco rojizos por las lágrimas derramadas y por las que subsisten dentro, dándole ese aspecto cristalino.

Hasta que dos personas llegan a su mente, generando más dudas.

—No podemos hacerle esto a Amber y Scarlett —murmura.

Joel forma una mueca en su rostro, en ningún momento retira sus manos de la cintura de Erick porque sienten que encajan a la perfección, como si hubiesen sido creados el uno para el otro.

—Bueno... tu novia ya sabía.

—¿Q-Qué? —grita bajito. Observa la sonrisa que se forma en Joel, viendo las comisuras elevarse hacia el techo—. ¿Por qué te pones así?

—Ninguno de los dos somos discretos con las miradas y Amber se dio cuenta —responde abrazando el cuerpo del más bajo para tranquilizarlo—. Todavía tenemos un desayuno pendiente, andando.

Joel se aleja después de besar por última vez sus labios, camina hacia la habitación que comparte con su novia, guardando la billetera dentro del bolsillo de su pantalón junto con su teléfono. Añade una chaqueta delgada porque le resulta fastidioso el aire que corre por las mañanas en todas direcciones erizando su piel.

Cuando llega a la sala encuentra a Erick todavía apoyado sobre el respaldar del sofá con la vista fija en el suelo y una sudadera de color negro que tiene en el centro un bordado de un par de alas blancas junto a la palabra: "Angel". Levanta la cabeza al escuchar un carraspeo proveniente de Joel que avanza hacia él.

—¿Sucede algo, Er?

Niega lento, dejando que acaricie su mejilla limpia.

—Me siento abrumado —confiesa—, esto... no sé, parece irreal, un cuento para niños. Tengo miedo de despertar y descubrir que fue un sueño, que sigo bajo el cuidado de mi madre recibiendo sus maltratos constantes o insultos. S-Solo... deja que asimile las cosas.

Joel besa cariñosamente su frente, retirando los mechones que cubren su piel.

—¿Quieres quedarte? Puedo cocinar.

—No, no. Sí quiero ir —afirma sonriendo leve—, me gusta estar contigo.

Ambos se dirigen a la puerta, mirando aquella madera como si fuese la salida de la angustia, del dolor, encontrando un nuevo camino, una nueva vida, un prevaleciente amor que nació desde que eran uno infantes.

El mayor extiende su mano a Erick, esperando a que el pelinegro capte el mensaje, cuando lo hace entrelaza delicadamente sus dedos y sonríe con orgullo.

—Erick.

—¿Qué pasa?

Se percibe la incertidumbre en el menor, hasta cree que Joel seguramente está arrepentido de todo o en el peor de los casos siente una angustia creciendo dentro de él, creyendo que será humillado.

—Me hipnotizaste desde el primer momento que te vi —anuncia con sinceridad filtrándose en su voz, dando un apretón a la mano de Erick que tiembla ligeramente—. Cuando te conocí por primera vez... vestías un short verde, un polo amarillo con una figura de un superhéroe y un par de zapatillas blancas. En tus ojos se distinguía la curiosidad. ¿Y sabes qué pensé? Demasiado hermoso para ser real, a lo mejor es un ángel.

—Joey...

—Tú eres mi guía, la luz en la oscuridad. Si siento que todo va mal, solo pienso en ti, en tu sonrisa, en tus ojos, en tu risa.

—Y-Yo...

Joel lleva su pulgar al rostro de Erick para limpiar la intrusa lágrima que sale.

—Solo quiero que sepas una cosa, a pesar del tiempo transcurrido... me gustas y te amo con locura. Espero, realmente espero que no sea muy tarde.

Erick esboza una gran sonrisa.

—Nunca es tarde para un te amo, Joel.

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No tengo mucho que decir, solamente espero que les guste. 

La historia no la quiero hacer larga porque desde un principio tuve pensado que de diez capítulos no pasaba y quiero cumplir eso.

Besos.

Nunca es tarde || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora