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Despertaron totalmente confusos y sintiendo sus cuerpos adoloridos por haberse quedado dormidos en el suelo. Entre torpes movimientos y cálidas sonrisas empezaron a ordenar todo, dejando la sala en el mismo estado que se encontraba antes que llegaran.

Es domingo y mágicamente hay un radiante sol a las afueras del hogar. Si bien están en épocas de verano, a Erick le sigue pareciendo extraño porque es más de amar el invierno.

—Hace mucho calor como para ir a dar un paseo —anuncia formando un puchero mientras sirve un poco de cereal en un tazón rojo—. Mejor esperamos hasta que anochezca o no sé. Soy pésimo para armar planes.

Joel ríe junto a Erick, acercándose al menor para revolver sus cabellos y escuchar los gritos que suelta.

Erick fingiendo estar molesto se retira a su habitación sin dejar de comer, ignorando a Joel que lo llama varias veces.

—Genial. Excelente. ¡Increíble! —exclama con los brazos extendidos hacia arriba al no encontrarlo donde creyó que estaría—. ¿Dónde te escondes, pequeña rata escurridiza?

Sus ojos se posan en el tazón a medio comer, esbozando una dulce sonrisa porque es aquel regalo que le dio a su amigo cuando cumplió trece años. No puede ser que todavía lo siga conservando y él recién se de cuenta.  

¿Qué otra cosa se estará perdiendo de conocer por ser un poco despistado?

Erick muerde su labio para no reírse, llevando entre sus manos un poco aquella crema que Joel utiliza para afeitarse ocasionalmente, aunque en lo personal, a él le gusta verlo con barba. Caminando de puntillas, pega su tacto en un sonido sordo que deja aturdido al mayor.

—Pero... ¡¿qué?!

—Hola —susurra entre carcajadas el ojiverde, empezando a correr lejos de Joel, subiéndose en la cama cuando el pelinegro se pone en la puerta como un escudo—. ¡Ya, basta! ¡Déjame salir!

Erick termina de cara en el suelo por intentar saltar.

Joel llega apresurado ante él, ayudándole a ponerse de pie y riendo al ver que su rostro está rojo por la vergüenza, sumando a ello que ha formado un puchero y mantiene la nariz fruncida como si algo le desagradara.

Después de ese momento gracioso y accidentando, fueron a darse un baño por separado porque realmente podían sentir los fuertes rayos del sol azotando su piel sin siquiera haber salido de casa o asomarse a alguna ventana.

Ya estando más frescos y relajados, prepararon un postre helado entre carcajadas, tiradas de agua y besos que hacían palpitar sus corazones al sentirse completos y muy felices.

Ahora sí estaban con la persona correcta.

No tocaban el tema, dejaron que todo fluyera para no sentirse apresurados u obligados a hacer algo.

Eran ellos mismos.

Como siempre lo fueron desde que se conocieron años atrás.

Joel deja los platos sobre la mesa ratonera. Sujeta con suavidad a Erick por la cintura antes de ir empujando su cuerpo hasta dejarlo tendido sobre el mueble, atreviéndose a tocar un poco de la piel bajo esa remera amarilla.

Erick cierra los ojos soltando infinitos suspiros cuando los besos de Joel descienden por su mandíbula hasta presionar en su pulso y arrancar un gemido de sus labios.

Ninguno se detiene a pensaren lo que sucede. Todo es tan nuevo y al mismo tiempo bonito, como si millones de maripositas extendieran por primera vez sus alitas y volaran sobre ellos para hacer el ambiente más romántico.

Antes que Erick lleve sus dedos a los botones de la camisa playera que se colocó Joel, detiene sus movimientos y empuja sutilmente al mayor hasta quitarlo de su cuerpo.

—¿Todo bien? ¿Algo no te gustó? —pregunta con angustia Joel.

¿Cómo se deja llevar si Erick jamás estuvo con un chico?

El menor niega, sus mejillas se pintan de rojo y desvía la mirada. Con vergüenza toma un cojín para colocarlo sobre su regazo. Se encuentra excitado. Pero no puede fallarle así a su novia.

—N-No es eso... —musita bajo—. Yo, en serio me gustó.

Joel parece comprender un poco.

—Es ella, ¿cierto? ¿Tu madre sigue mortificando?

Erick niega. Ni siquiera recordó a esa mujer que tanto daño le hizo. Esa cruel mujer que intentó arrebatarle la felicidad solo por el hecho que tenía un hijo homosexual y lo obligó a reprimir aquello.

—No —responde con sinceridad—. Es sobre Amber. Creo que no es correcto dejarnos llevar tanto, primero quiero hablarlo con ella.

—De acuerdo. También tengo que hacerlo con Scarlett —murmura rascando su nuca.

Sin comentar más cada uno se retiró a su habitación, pensando en lo que tendrán que decirles a sus respectivas novias.

Llegada la hora del almuerzo, prepararon un simple platillo de tallarines con albóndigas. Aunque Joel terminó cediendo las bolitas de carne a Erick porque no le gustaban. Volvieron a comer un poco del postre que hicieron anteriormente mientras buscaban una película en el televisor luego de ingresar a la aplicación que pagaban para tener una variedad en cuanto a ello.

—Deja esa —pide Joel—. Leí varias reseñas, aseguran que es buena.

—Claro. 

Erick deja caer su cabeza contra el pecho de Joel, sonriendo un poco cuando el mayor rodea sus hombros y besa sus cabellos.

Después de la tormenta, siempre llega la calma.

—Te amo —dice en voz baja antes de quedarse dormido.

Cuando la película termina, Joel sabe que Erick yace en un profundo sueño desde que inició. Sin despertarlo lo carga para llevarlo a la habitación del menor, coloca con delicadeza su cuerpo encima de la cama desecha y antes que salga es retenido por la mano y voz de Erick.

—No. Quédate.

—¿Seguro? No quiero molestar.

—Tú nunca molestas —asegura con convención, de manera sutil atrae a Joel para que termine a su lado—, jamás podrás hacerlo. Eres una gran persona.

Quedan en silencio.

Pero Joel tiene una duda que lo mantiene intranquilo.

—Er, ¿sigues despierto? —recibe un apretón en su mano derecha que le indica que sí—. ¿A qué te referiste con no dejarnos llevar tanto?

—No he estado antes con un hombre, en ningún aspecto ni amoroso o sexual. Yo, no sé qué hacer y me hace sentir como un tonto.

Joel acaricia su mejilla con ternura.

—La primera vez también me sentí incómodo —confiesa.

—Ya. Pero de todas formas me pone mal engañar a Amber, aunque sea solo con besos.

—¿Quieres que deje de besarte? Tal vez así te quedas más tranquilo.

—No —masculla sin despejar sus ojos verdes de los cafés—, tú me transmites mucha calma. Ya sea con un beso, un abrazo, una mirada o tu simple cercanía. Me gustas tanto, Joel. Como nunca nadie pudo hacerlo.

—Me gustas tanto, Erick.

Ambos esbozan una sonrisa, para después quedarse dormidos.

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Ya no sé qué hago :/

Besos.

Nunca es tarde || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora