Después de esas maravillosas palabras que escuchó Joel, ambos se quedaron en un sepulcral silencio. Erick estaba avergonzado por haberlo dicho, prácticamente se declaró de una manera informal al chico que siempre quiso de una manera más que amistosa.
—S-Será mejor que regrese a la habitación —musita despacio, apartando la mirada de Joel.
Pimentel niega, sosteniendo con su índice y pulgar el mentón de Erick para que lo vea. Le encanta cuando Erick posa esas bellas esmeraldas en él, lo hace sentir más feliz, como si todo encajara y se transportara a un mundo donde solo existen los dos. Solamente ellos dos.
Contrario a lo que espera observar, su corazón se estruja dentro de su pecho cuando distingue las lágrimas estancadas en los ojos de Erick, gotas que comienzan a salir sin previo aviso y se deslizan lentamente por la piel de esas suaves mejillas, quedando impregnadas en el poco vello facial que hay.
—¿Er?
—N-No, esto... esto no puede pasar —susurra, y aunque puede alejarse fácilmente de Joel, no lo hace.
Permanece en medio del cuerpo fornido de su amigo y contra el respaldar del sofá donde mantiene las manos apoyadas para no terminar en el suelo.
—¿Qué es lo que no puede pasar, pequeño?
La grave voz impacta en sus tímpanos, provocando temblores conocidos en su cuerpo. Sus ojos continúan derramando lágrimas, no hay intención de detenerse.
—Esto —dice muy bajo sin dejar de ver a Joel debido al agarre.
Las cejas de Joel se arquean un poco, no aparta la mirada del ojiverde porque es como si estuviera hipnotizado por ese penetrante color.
—¿Y qué es esto para ti?
Joel ha sabido que desde el primer instante en el cual cruzó palabras con Erick, su corazón lo eligió sin importar lo que podía suceder más adelante. Para él es nuevo empezar una relación con un hombre, intentó tener una, pero el problema fue que no era Erick, ese chico de cabello rubio jamás sería Erick y decidió dejarlo. Cuando apareció Scarlett se sintió cómodo, estaba tranquilo. Sin embargo, ninguna persona se compara con Erick.
Caso contrario al ojiverde que siempre fue influenciado por su madre para que esté con chicas que ni siquiera le gustaban. Hacerle saber que tenía sentimientos hacia Joel fue el peor error. Recuerda que esa noche lloró dolorosamente en brazos de su padre que limpiaba con delicadeza las marcas de su espalda.
—Joel —suplica tristemente, ni siquiera entiende qué es lo que quiere, no reconoce el hilo de su voz que apenas es emitido en un bajísimo susurro.
Su corazón no duele, no está roto, no siente temor. Nada de eso ocurre cuando Joel está cerca. Hay un sinfín de mariposas revoloteando hasta en su cabeza, puede percibir la fragancia del mayor, ese aroma que provoca cosquillas en sus fosas nasales. Admira los ojos de Joel como si hubiese una especie de magnetismo en ellos, como si fuesen la luz que atrae a las libélulas.
—Dime qué es eso que no puede pasar y prometo detenerme.
El sonido ronco es acompañado de dos pasos que terminan chocando sus zapatillas en el acto. Joel es consciente de la cercanía que hay entre ellos, puede escuchar la pesada respiración de Erick conforme los segundos avanzan. La mano que antes sostenía el mentón del menor se desliza hacia arriba, llevándose en su pulgar la reciente lágrima.
—Dímelo, Erick —demanda, una petición rota que aclama ser correspondida.
Los dedos del ojiverde se hunden en el mueble, su pecho sube y baja de una manera que nunca imaginó. El tacto de Joel sobre su mejilla, su oreja y parte su cabello naciente en la nuca se siente bien, cálido. Ahora es cuando se pregunta si Dios realmente fue misericordioso con él para permitir que esté cerca de la persona que genera caos en su interior.
—Y-Yo...
—Vamos, amor.
Joel ni siquiera presta atención a lo que dijo, pero Erick sí. Erick ha grabado esa dulce palabra en sus memorias, una palabra tan simple y utilizada cotidianamente por su novia, pero que en los labios de Joel se escucha como la más perfecta melodía. Como si fuese el bello canto de las golondrinas. Como si fuese la risa de los niños. Como si acabara de recibir una noticia que promete muchas cosas.
De forma lenta el rizado ha ido acercando su rostro, sintiendo el vaho del ojiverde porque respira irregularmente y cerca de él.
Erick está en el fondo del mar, buscando desesperadamente ayuda para no morir, tratando de mirar a todos lados, pero no encuentra nada.
—Er —habla despacio, rozando sutilmente sus labios contra los contrarios, obteniendo sensaciones que explotan dentro suyo.
Anhela probarlos, fundir su boca con la de Erick, grabar su sabor y la suavidad de ellos. Su corazón da un vuelco cuando la mano del menor se coloca sobre la suya, lo mira con ilusión.
—N-No puedo —tartamudea su respuesta, otorgando cariñosas caricias al tacto que cubre parte de su piel.
—¿Erick?
De manera lenta cierra los ojos, dejándose llevar cuando está en la superficie y descubre a Joel, esperándolo, mirándolo de una forma que nunca nadie lo hizo.
—Esto está mal.
Con esas últimas palabras termina acortando la mínima distancia entre ellos.
Joel siempre será su salvavidas.
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Eh, no tenía pensado esto, pero me gustó, no sé ustedes.
Besos♥
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Nunca es tarde || Joerick
FanfictionJoel y Erick están en una relación con las personas incorrectas.