Capítulo 7: "Ángela, la muchacha de ojos azules".

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Dos días pasaron antes de que el verdugo eligiera su próxima víctima. El procedimiento era el mismo: una bella joven era seducida nuevamente por el galán para la ritual noche de sexo y lujuria. Esta vez, Diego se tomo la molestia de conocer el sobre de la víctima. Ángela fue igualmente sometida como su antecesora, atada de manos y pies a la misma silla metálica, fue dejada encerrada en aquel nefasto sótano. Diego no tardó mucho en regresar, Ángela no dejaba de gritar angustiada en suplica de ayuda, a Diego le molestaban los gritos y para acallarlos, selló su boca con cinta aislante auto adhesiva. Uso un par de tijeras para cortarle la ropa y dejarla totalmente desnuda, luego, con un gotero, comenzó a verter lentamente gotas de ácido, que es capas de corroer el metal.

Vertía una gota en diferentes partes del cuerpo. La piel se derretía en efervescentes charcos de sangre y el ácido avanzaba lentamente hasta corroer la carne.

El ácido fue aplicado en distintas partes tales como piernas, pecho, pezones, brazos, manos, abdomen e incluso en sus genitales externos. Los gritos enmudecidos por aquella cinta no se hacían esperar, el dolor y sufrimiento de llevar joven eran más que evidentes. Hecho esto, Diego la tomo por la cabeza y con un par de grapas, le clavó los párpados al cráneo haciéndole imposible el poder cerrar los ojos, esos bellos ojos azules. Tomó nuevamente el gotero, lo llenó de ácido y sosteniendole fuertemente la cabeza, le dejo caer un par de gotas en cada ojo. Creo que no hace falta decir que Ángela se retorcía de dolor; sus ojos comenzaron a derretirse al contacto con el ácido. Aquel hermoso color azul desaparecía cuando un líquido blanquecino mezclado con sangre bajaban lentamente deslizandose por sus mejillas, espeso y viscoso al igual que la cera derretida al calor de la llama de la vela.

Ángela comenzó a convulsionar, el dolor era demasiado abrumador para ella, las convulsiónes se acompañaban de reflejos de regurgitación, pero al tener los labios sellados con cinta adhesiva, el vómito no pudo salir y sus pulmones se llenaron de líquido. Ángela se ahogó en su propio vómito.

Al ver terminado su trabajo, Diego comenzó a cavar una segunda fosa do el sótano donde resultaría a su nueva víctima. La tortura había durado tan solo ocho horas, acabó antes de lo pensado y se sintió de alguna manera frustrado al no tener más tiempo para haces todo lo que hubiese querido.

Ya había terminado con dos, ahora solamente le faltaba un alma para cumplir su cuota.

EL PACTO. (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora