Carter entró a su apagada casa y buscó con una chispa de esperanza a su mamá. Necesitaba compañía para sentirse un poco menos miserable, como de costumbre, no la encontró.
Al ir a la cocina vio una nota pegada a la puerta, esta decía: "Volveré pasado mañana. Hay comida en el refrigerador". Sonaba demasiado como su madre, fría e indiferente. Subió a su habitación sin comer nada y se recostó frente a su ventana, acto seguido sacó un cigarrillo de su mochila y lo prendió. Carter amaba esa sensación que le producía fumar, podía sentir como moría y se iba un poco de él al exhalar aquel humo.
Este era un día normal para Carter. Vivía en una constante repetición de lo mismo, no obstante, la monotonía lo hacía sentir de cierta manera un poco más seguro. Aunque ese día había algo, un sentimiento distinto.
Él miró con un nudo en la garganta la carta de suicidio que descansaba sobre su velador. Lamentablemente estaba decidido a terminar con su vida.
Fue al baño y se miró en el espejo. Observó con asco sus ojos cansados y sus oscuras ojeras. Se sacó su camisa y sintió repulsión hacia aquellas heridas y moretones que le habían hecho solo por ser distinto. Las lágrimas de impotencia comenzaron a caer, sus manos se cerraron en puños y con la fuerza de todo lo que había retenido estrelló su puño contra el espejo. Sus nudillos quedaron ensangrientados.
Sus piernas cedieron y cayó al suelo. Lloró todo el dolor de su alma hasta quedar vació y sin emoción. ¿donde estaban todos cuando los necesitaba? ¿Porque cuando todo se desmonoraba siempre estaba solo? buscó su navaja y con la fuerza de su pesar trazó una línea vertical tan profunda que brotaron cantidades infinitas de su dolor, poco a poco sus ojos verdes fueron perdiendo la poca vida que les quedaba.
Su madre lo encontró días después, con su cuerpo sin color y la sangre ya seca. Su madre estaba espantada aquella mancha que dejaría la sangre la sangre de Carter en su vida, sería algo difícil de sacar. Cuando leyó las últimas palabras de su hijo sintió que su corazón paró de latir, todo eso era real.
Su carta era así:
Ya no puedo más, estoy solo, vacío. Llegué a un punto en el que nada ni nadie me interesa. No tengo esperanzas, cualquiera en mi lugar, se sentiría de la misma manera que yo lo estoy haciendo ahora... es difícil, pero ya no puedo más, no aguanto más, no quiero seguir con esta mierda que ya es rutina para mí. Podría asegurar, que nadie se merece esto, vivir así, tan muerto. Quisiera irme lejos, solo de una vez. Me siento muy solo, pero a la vez, me hace bien estarlo.
Tal vez, mi destino no era vivir feliz, o quizás ni siquiera vivir... Estoy en un punto de mi vida que no siento nada, pero a la vez todo. No quiero seguir peleando, es una guerra conmigo mismo, que ya me ha destruido por dentro.
Ya no sé que más hacer, todo lo que viví, los insultos, que me vieran siempre como segunda opción, no quiero seguir soportándolo. Quizás para ti no sea lo mejor, pero créeme que para mí, si lo es.
Lo siento pero debo decir adiós. Mi momento ha llegado, al fin mi batalla llegó a su fin. Me duele hacer esto; las lágrimas caen y me sudan las manos, pero no tengo más remedio.Yo, solo quiero acabar con mi sufrimiento. Aun que, ¿no es suicidio si ya estaba muriendo por dentro?...
Gracias por todo, los amo a todos.
Lo siento.
