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Tomó mi mano y me hizo dar una vuelta para luego envolverme en sus brazos. Besó mi mejilla y susurró a mi oído:
-¿Crees que deberíamos volver?
-Si por mí fuera, me quedaría aquí toda la vida-respondí y besé sus labios. Sonrió-. ¿Un rato más? -Tus deseos son ordenes, princesa-besó mis labios cortamente.
El sol se iba escondiendo, dejando el lugar casi sin luz. Los últimos rayos de sol destellaban sobre el agua del lago, Milo y yo paseábamos por las orillas del lugar, tomados de la mano. Las hierbas a nuestros pies, daban la sensación de caminar por el cielo. Era totalmente suave y con poca altura.
Los hermosos ojos de Milo se veían de un color más claro al sol, la miel de allí era contorneada con un pequeño delineado negro y luego lo blanco del resto de su ojo. Tenían un ligero brillo y su sonrisa lo acompañaba. La perfecta hilera de dientes enmarcada por unos rosados labios. Unos pequeños lunares esparcidos por su rostro y otros por su cuello. Tan varonil, su perfume, su apariencia, su sonrisa, sus ojos, su cabello, era totalmente perfecto y también, completamente mío.
-¿En que piensas?-preguntó intrigado.
Le dediqué una ligera sonrisa y respondí:
-En ti.
-¿En mí?-preguntó extrañado y rió-. ¿Qué piensas de mí?
-Que eres perfecto-confesé sin más. Sonrió-. Milo, esta mañana dijiste que ibas a contarme tu historia.
-Ya la sabes-respondió-. ¿Por qué piensas que soy perfecto?
-Es que lo eres-respondí a la ligera-. No me cambies de tema. Cuéntame.
-_______, tú has cambiado de tema primero-respondió. Estaba en lo cierto-. Yo sigo con el tema que hemos comenzado.
-Está bien-respondí y observé mis pies antes de alzar la mirada hacia sus ojos-. Pensaba que de verdad eres perfecto, en todo sentido.
-¿Qué te hace creer eso?
-Todo, Milo-respondí. Rió.
-¿Crees que soy perfecto aún así sabiendo que te hice la vida imposible por dos meses?
-Milo, me enamoré de esa actitud-respondí. Me sonrió extrañado-. Tu forma de ignorarme me parecía tan atractiva.
-Oh Dios, estás tan loca-rió. Acompañé su risa con la mía.
-¿Qué es lo que más te gusta de mí?-pregunté. Alzó los ojos al cielo y luego fijo su vista en mí.
-Todo.
-¿Algo en particular?
-Eres tan inocente-respondió sonriendo-. Eres mi debilidad, _______. -Pensé que tu debilidad era Jazzy-nos detuvimos-. Ella es tu punto débil. -Es mi hermana, tú eres mi esposa.
-Explícame.
-Tú eres la mujer con la que compartiré el resto de mi vida y ella es la niña que más amo sobre la tierra, pero, cuando crezca va a formar una familia y ya yo no seré el hombre perfecto que ella cree que soy. Seré reemplazado por su marido.
-¿A qué te refieres?
-No me mires de esa manera-me tomó por la cintura y se pegó a mí-. Ella es la niña que más amo, tú eres la mujer que más amo.
-¿Qué hay de tú mamá?
-Estoy seguro de que él hombre que más ama, es papá.
-Me confundes.
-Todo es confuso, _______-respondió.
-Yo creo que eso que están diciendo, tiene una explicación-respondí confundida-, una que tú no quieres darme.
-Eres muy curiosa.
-Y tú un flojo-reímos-. ¿Me amaras por siempre?
-Por siempre-repitió y sonrió-. Te amo, ______.
-También te amo, Milo-besé sus labios-. Tengo frío.
-¿Volvemos?-preguntó. Asentí.
-Tengo una pregunta.
-Estoy muy seguro que sigues enredada con el tema de Jazzy, mi mamá y tú-rió. Estaba en lo cierto. -Bueno, no pregunto nada.
-Hey, dime.
-Bueno-formulé la pregunta en mi mente-. Cuándo tengamos una niña...-fui interrumpida por su voz.
-Ella será la niña que más ame.
-¿Y cuando ella sea una mujer? ¿La amaras más que a mí?
-Ella será la mujer que más ame y tú serás la anciana que más ame.
-¡Oye!-grité entre risas.
-Vamos, volvamos. Va a hacerse tarde.
El sol dio justo sobre mis ojos y lo primero que atiné a hacer, fue cubrirme con las sabanas. Milo se quejó y aflojó su agarré contra mi cuerpo.
-Quieta, ______-gruñó-. Intento dormir.
-Entonces cierra esa cortina y vuelve a la cama.
-Ciérrala tú-murmuró roncamente.
-Tú.
-A mi no me molesta, ciérrala tú.
-Entonces voy a darte la espalda-dije revolviéndome entre sus brazos. Gruñó.
Un vacío se apoderó de el lado de Milo y cuando el sol ya no daba más sobre la cama, el vacío fue reemplazado por el cuerpo que tanto placer me brindaba por las noches.
-Listo-murmuró y me abrazó por detrás-. Ahora si, buenos días, ______. Reí antes de responderle.
-Buenos días, Milo.
-¿Cómo has dormido?
-Acostada.
-Oh, has despertado de payasa-rió. -Ayer eras tú el payaso.
-¿Yo?
-Si, tú.
-No, yo no.
-Si, tú.
-¿Quién es 'tú'?
-Mi esposo-respondí entre risas.
-¿Y a ese quien lo conoce?
-Ya, basta-reí-. Luego me dices payaso a mí.
-Hey, estaba jugando.
-Tú siempre juegas-dije casi como un quejido. Rió.
-Anoche no te quejabas de mis juegos-murmuró y besó mi cuello.
-Te sobrepasas, cerdo.
-No vamos a pelear, ______-rió y volvió a besarme.
Media hora después, nos encontrábamos escaleras abajo tomando el desayuno, juntos. Milo observaba la televisión con atención y yo, lo observaba fruncir el ceño tras una noticia. Reí.
-¿Y lo divertido?-preguntó sin mirarme.
-Tus gestos.
Desvió su mirada del televisor y me observó a mí. Juntó sus ojos mirando su nariz y rió. -Estás loco.
-Claro, solo yo-se quejó y juntó su silla a la mía-. ¿Qué haremos hoy?
-No lo sé-alcé los hombros-. ¿Qué quieres estrenar hoy?
Rió antes de contestar:
-Podemos estrenar la piscina.
-Estamos en primavera y no hace mucho calor para piscina-respondí. Se encojió de hombros. -Estrenemos la cocina.
-Ya está estrenada.
-No.
-Si.
-No.
-Si.
-¡Ya!-gritó haciéndome sobresaltar. Rió-. Me has contagiado esa locura.
-¿Quieres que cocinemos?
-No, quiero que juguemos a las cartas sobre la estufa.
-Oh, si, te has tragado un payaso.
-¿Nada mejor que decir?
-No-reímos.
-Tengo una idea genial-me informó. Hice señas de que hablara-. Podemos cocinar, juntos, y luego cenar a la luz de la luna, en la terraza.
-Me gusta-le sonreí. -Entonces hagámoslo.
Llegada las siete de la tarde, Milo se colocó un delantal y me pasó uno a mí. Me recogí el cabello en una coleta y comenzamos a cocinar.
Milo pretendía hacer una pizza casera. Pero al parecer, hacer la masa, no era su fuerte.
Harina por aquí, harina por allá. Cocina, comedor y las escaleras. Milo tomaba de puñados y me dejaba blanca tras el polvo. Yo, por mi parte, esperaba que se distrajera y lo dejaba lleno de harina, blanco como la leche. Reía y comenzaba a perseguirme por todos lados con la bolsa.
-Controlaré la pizza mientras tú te duchas y te vistes-me dijo. Le sonreí-. Luego tú puedes poner la mesa mientras yo me ducho y me visto.
-Claro que si-respondí y besé sus labios.
-Beso enharinado-gritó. Reí ante su estúpido comentario y corrí escaleras arriba.
Me metí a la ducha y tardé más de quince minutos. No recomiendo a nadie que aplique harina sobre su cabello. Salí de la ducha y me encontré al blanco de mi marido parado frente a mí.
-Eres raro, Manheim -reí.
-Se dice blanco, ______-me corrigió con gracia.
-Ya, ve a la ducha-dije riendo. Se acercó a mi para besarme y me aparté-. Ni se te ocurra. -Un beso no se le niega a nadie.
-A nadie limpio.
-Bueno, bueno-se quejó y entró al baño.
-Apúrate porque la pizza va a enfriarse.
-Bueno-gritó desde adentró.
Me coloqué un vestido con sencillez y me maquillé ligeramente. Bajé las escaleras y preparé la mesa como habíamos quedado con Milo. Alrededor de veinte minutos pasaron cuando Milo bajó con una camisa a rayas y un pantalón negro.
Nos sentamos a la mesa y disfrutamos de la pizza.
-No está tan mal-dijo cuando tomaba de su jugo.
-A mí me gusta-le sonreí-. Deberíamos cocinar más seguido.
-Oh, no-dijo y sonrió-. Me gusta cocinar contigo pero... ¿has visto cómo ha quedado la casa entera?
-Ha sido solo la planta baja-reí.
-Lo haremos a menudo, pero no tan a menudo-rió.
-Eres un retrasado mental.
-Agresiva.
-¡Oye! ¿Qué te ocurre?
-Tú me has...-se quedó en silencio y luego estalló en risas-. ¿Es que has visto la estupidez que tenemos encima?
-Es tú culpa, Manheim -dije riendo.
-Eres tú la que me vuelve loco.
-Hey, no es mi cul...-me quedé en silencio-. Tú a mi, Milo-sonreí y le hizo gracia.

La Bella y la Bestia (Milo Manheim y tu) Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora