• 3[C e l o s]

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Puede haber amor sin celos, pero no sin temores.

Había sido una jornada larga y pesada de trabajo

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Había sido una jornada larga y pesada de trabajo. Mis actividades no eran nada especiales, pero hacían que me fatigara muy pronto. Claro que nunca emitiría una queja libre sobre esto pues necesitaba el trabajo para solventar mis gastos personales y los de mi madre. Éramos unas extranjeras viviendo en Corea desde hacía ocho años y no llevábamos una vida desahogada. Papá nos había abandonado cuando yo era pequeña.

Seúl nos abriría pues una oportunidad de crecimiento o eso creímos. En aquel entonces yo no tenía la suficiente capacidad de persuasión como ahora para decirle a mamá que pensara mejor si era bueno mudarnos de nuestro país natal. Mi madre se convenció de abandonar Tailandia por influencia de unos parientes situados en Seúl, pero entonces vimos que no recibiríamos ningún apoyo, no el que necesitábamos de verdad.

Consolamos nuestra decepción con sabernos en una ciudad progresista y aparentemente abierta. Igual estábamos imposibilitadas de regresar a Tailandia. Después de conseguir lo posible para viajar, nos quedamos casi sin dinero.

Así que entendí que debía empezar a trabajar. Empecé a una edad en la que debería de estar preparándome para una carrera universitaria y enterré mis sueños.

Mamá era una mujer de cincuenta y seis años, después de todo, y estaba enferma de depresión. Esto la limitaba a vivir una vida normal y yo, cuando menos me di cuenta, asumí el papel de cuidarla y protegerla. ¿No era este el rol que asumíamos los hijos cuando los padres alcanzaban la plenitud de sus vidas? Ahora era yo quien me aseguraría de que estuviera bien costara lo que costara.

A lo largo de mi estancia en ese país había conocido a algunas personas que me llamaban heroína por todos mis esfuerzos, pero yo no me creía alguien especial. Héroes y heroínas simbolizaban los médicos, los profesores, los bomberos. Yo sólo actuaba como debía actuar una hija.

Examiné con ojo crítico que todas las prendas nuevas se encontrasen en orden. La jefa de esa tienda de ropa donde trabajaba no era precisamente accesible. Pensaba que por eso pagaba bien. La jornada constaba de diez horas y a cargo estábamos con una chica más joven que yo. Teníamos una bonita química hasta ahora.

Aliviada de que podría darme un descanso, fui a la parte trasera para servirme un café. Hacía fresco debido al otoño y habíamos reemplazado todo el tema veraniego por ropa (además de accesorios y zapatos) para el frío. Planeaba comprar un abrigo muy bonito a mamá para finales de mes. Estaba recién llegado de Japón. La dueña de la tienda conseguía toda la mercancía de allí.

Seoyin me cubriría por un rato. En cuanto me hice el café, ocupé sitio cerca de la cocina y miré mi celular. Me restaba casi una hora para cerrar la tienda.

Piqué en Instagram y di unos cuantos likes a modelos promocionando marcas. La idea de trabajar en esa tienda no había sido al azar, así hubiese elegido trabajar igual si no conseguía otro trabajo. Tenía un sueño frustrado: ser diseñadora de modas. Y de vez en cuando confeccionaba ropa con telas que conseguía en rebajas. Algunos diseños interesantes habían salido de ello, otros se quedaban a la irreverencia de la moda. Pero no me exigía tanto pues mis resultados venían nada más de las horas que pasaba leyendo sobre corte y confección.

RaméDonde viven las historias. Descúbrelo ahora