Capítulo 5

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OUÉ raro -dijo Serena cuando llegaron a casa de Madame Luna-. Ha dejado las luces encendidas.

Darien hizo una mueca.

-Estaba tan emocionada con el viaje que seguramente se le olvidó apagarlas.

-Sí, debe ser eso -murmuró Serena, saliendo del coche-. No sé tú, pero yo estoy muerta de hambre.

-¿Por qué no lo has dicho antes? Podríamos haber parado en algún sitio.

-No hace falta. Hay pollo frío en la nevera.

-¿Vas a compartirlo conmigo?

-Cualquier cosa menos las alas. Es lo que más me gusta.

-Ah, no importa. Yo soy un hombre de pechuga.

Darien se dio cuenta entonces de que estaba mirando precisamente «la pechuga» de Serena. Aclarándose la garganta, empujó la puerta... y comprobó que estaba abierta.

-Esto sí que es raro. ¿Mi tía Luna suele dejar la puerta abierta?

-Nunca -contestó Serena-. ¿Tú crees...?

-Petzite -terminó Darien la frase por ella.

-No se habría atrevido...

-Si algo he aprendido hoy, es que Petzite Nemesis se atreve con todo. Eso y que debo comprarme calzoncillos nuevos.

-A lo mejor sólo quería recuperar sus cortinas.

-Espera aquí -dijo Darien-. Voy a echar un vistazo.

-No, voy contigo. Tendremos más oportunidades si somos dos contra una.

-No quiero que corras peligro.

-Soy una mujer adulta y voy donde me da la gana -replicó Serena muy digna.

Darien masculló una maldición. Aquel día también había aprendido a no subestimar a Serena Lovett.

-Muy bien. Pero ve detrás de mí.
Cuando abrió la puerta de la cocina, lo primero que vio fue un montón de platos sucios en el fregadero, una caja de galletas abierta sobre la mesa, varias latas de refrescos.

Allí estaba pasando algo muy raro. Su tía Luna se enorgullecía de tener la casa como una patena, gracias a la ayuda de su ama de llaves y amiga, Setsuna.

Darien señaló el salón con la cabeza. La televisión estaba encendida.

-Parece que Petzite se sentía como en su casa.

La aparición de una sombra hizo que Serena lanzase un alarido.

Sammy entró en la cocina y, al verlos, soltó el muslo de pollo que estaba comiendo.

-¡Jesús qué susto!

-¿Qué haces tú aquí? -preguntó Darien.

-Yo iba a hacerte la misma pregunta... Hola, Serena.

-Hola, Sammy. Qué susto me has dado.

-¡Sorpresa! -dijo él, inclinándose para recoger el muslo de pollo. Luego se acercó al fregadero y lo puso bajo el grifo-. Madame Luna me dijo que podía quedarme aquí. Mi cuñado me ha echado de casa.

-Ahora es la casa de Mamoru-le recordó Darien-. Mi hermano la compró para que tu hermana pudiera pagarte el psicólogo, ¿recuerdas? Y dijo que podías quedarte allí hasta que volvieran de su luna de miel.

-Yo no me quedo donde no se me quiere. Además, están pintando la casa y el olor a pintura me marea.

-Pues tampoco puedes quedarte con nosotros.

EL ULTIMO SOLTERO (Café Romeo Libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora