Capítulo 3

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El día uno de noviembre, día de todos los santos, tenía que ir al funeral de la señora Evans, una mujer que no había visto ni oído hablar en mi vida. Mi madre estaba sacudiéndome como si fuera un árbol, así que abrí los ojos malhumorada.

—Despierta Altea, tienes que prepararte para ir al funeral de la señora Elliston.

—Era Evans, ¿por qué tenemos que ir al funeral de una señora que ni siquiera sabes cómo se llamaba? —murmuré de mala gana, no quería moverme de la cama para ir a un cementerio a despedir a una señora que no conocía.

—Porque nos han invitado, así que levántate y dúchate, tenemos que dar nuestras condolencias al pobre Jack.

Me levanté con pereza, al volver a mi cuarto después de una tranquila ducha, vi en una percha colgado, un vestido negro, de algodón, seguramente me llegaría por debajo de las rodillas, era especialmente feo.

—Ponte esto, ¿vale? —dijo mi madre con voz autoritaria y dulce al mismo tiempo. La miré con el ceño fruncido, y negué con la cabeza de manera casi exagerada—. Deja de poner esa cara, te van a salir arrugas antes de los veinte.

—No voy a ponerme esa... cosa, iré con un pantalón y una camisa, ahora sal para que me pueda vestir tranquila —declaré con seguridad, ella simplemente puse los ojos en blanco y salió dando un suspiro.

Al cabo de un rato, cuando ya estábamos vestidos, nos montamos en el coche y fuimos a la capilla de los olvidados (lo sé, es un nombre horrible para una capilla, al igual que el cementerio, ¿qué clase de cementerio se llama búsqueda de la felicidad? En fin). Al entrar, nos encontramos a Jack con un traje que le quedaba como anillo al dedo, miré hacia los lados de la capilla, pero no había nadie más, estaba él solo. Nos acercamos a él, mi madre le puso la mano un su hombro captando su atención, Jack dio un ligero salto y se giró para mirarnos, ella le sonrió de manera tranquilizadora.

—¿No va a venir nadie más? —preguntó la mujer con voz dulce y suave, esperaba que sí, ya que era una situación de lo más deprimente a la vez que siniestra.

—No lo sé, no creo —respondió Jack con la voz más susurrante de lo habitual, llevaba un traje negro con una camisa blanca y una corbata roja, estaba más o menos bien peinado, pero seguía llevando esos pequeños detalles que le hacían ser él, como por ejemplo sus ya clásicos guantes negros o sus tan notorias ojeras.

—¿Habrá misa? —cuestionó mi padre después de unos segundos, yo no tenía planeado decir nada, no quería incomodarle con un abrazo, si ese hombre me hubiera tocado, aunque solo hubiera sido la mano, habría notado lo tensa que me ponía su presencia.

—No —mi padre asintió ligeramente incómodo, Jack volvió a girarse hacia el ataúd, a la izquierda de éste había una foto de la señora con una hermosa corona de flores con muchas flores de distintos colores. La señora Evans era una mujer aparentemente mayor, su cabello tenía el color clásico ceniza de la vejez, su piel era de un color pálido y sus frondosas cejas estaban ligeramente fruncidas, sus labios coloreados de rosa claro estaban en una línea recta, y sus ojos grises eran profundos, sentía que me miraba y me juzgaba hasta el alma. Era como esos típicos cuadros que cuanto más mirabas, más te asustaban, así que desvié la mirada y me dediqué a posar la vista en mis cordones.

—Ahora la llevaremos al cementerio, si quieren irse, váyanse, ha sido muy amable de su parte haber venido —susurró nuestro extraño vecino.

—No te preocupes cielo, te acompañamos, es más ya puestos si no tienes planes, te invitamos a comer con nosotros en casa, no es bueno pasar un día así de... difícil solo —expresó mi madre con una sonrisa cálida, mi padre y yo la miramos impactados, él estaba tan serio como de costumbre.

Wydenbourn (MADNESS#1) ✔  (Disponible en físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora