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CARL

Ya borré su número.

Tenemos muchas cosas pendientes como el hecho de que me siga enseñando sus tatuajes, pero todo lo que en su momento pareció algo divertido, ahora no es más que un recuerdo que trajo graves consecuencias.

Luego de levantarme de la cama, darme una ducha y alistarme para ir a la escuela, bajo las escaleras para tomar mi desayuno.

Ya está papá leyendo el periódico y mamá preparando el desayuno.

Ella, al verme, se detiene un momento y me observa fijo. Intento mirar en otra dirección. No dice nada. No digo nada.

Papá apenas me mira luego de que ya estoy al otro lado de la mesa mirando fijo el plato con tostadas, mermeladas y queso crema.

Él me mira de reojo.

—Ese muchacho—dice en tono despectivo y me exacerba escucharle hablar, sé que se refiere a Tachas—, el de anoche.

Ay cielos, ay.

Una parte de mí comienza a orar mientras le escucho.

—Es un mal chico.

Levanto la mirada y lo confronto. Mamá deja una taza de café con leche caliente a mi lado para que pueda desayunar.

No intento ayudarle. Papá dice que eso es cosa de mujeres.

—¿Por qué lo dices? No le conoces.

—Porque mira cómo te dejó ese ojo.

Tengo la parte inferior de la cuenca del ojo izquierdo con un moratón.

Y estoy seguro de que no ha sido culpa de Tachas.

Él endereza el periódico. Mamá me mira de reojo y parece secarse una lágrima con una servilleta en el ademán de limpiarse la boca.

—Pero...

Abro la boca.

Él me mira en modo reprobatorio, imperativo.

—Es lo que dirás en tu escuela. La verdad de lo que pasó. Te juntaste con un imbécil, si tan solo le hubieses visto la pinta que tenía ese chico Helen—le dice él a mamá—, no debemos permitir que nuestro hijo vuelva a juntarse con criminales así. Quién sabe la de ideas que puede estarle metiendo en la cabeza a nuestra familia, debemos protegernos de esa clase de personas...si es que se les puede llamar así.

Mamá asiente.

Papá baja el periódico y bebe su café.

Yo le miro con asco.

¿Cuánto falta ya para poder irme a la universidad?


Un mensaje.

Y otro.

Y otro más.

Demonios, ¿es que no va a parar?

No voy a bloquearle, no me conviene, podría aparecerse por mi casa. Nunca debí haberle dicho dónde vivo.

Necesito calmarme.

No sé qué pasa conmigo, qué está mal, mi corazón parece estar siendo ahogado como si dos fuertes manos lo aprisionaran.

Está todo terrible.

Sigo caminando y lo primero que intento hacer es meterme a la biblioteca.

Me filtro entre las estanterías y observando el lomo de los distintos libros que hay, dejo que las lágrimas fluyan. Pero no puedo.

Chicos Buenos | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora