Capítulo 29.

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Miré el celular en mis manos y desbloqueé la pantalla, solo para encontrarme con la conversación de Oliver abierta, con unos nuevos mensajes que no había leído.

Desconocido: ¿Sigues ahí, Vaughn? Opino que deberías entrar y comprobar por ti mismo que no te estoy mintiendo. No te eligió hace siete años, ¿por qué te elegiría esta vez?

Sollocé cerrando los ojos y apreté el teléfono entre mis puños. Dios, ahora entiendo que no me haya querido dejarle explicar. Vio los mensajes que le mandaba a Cross, esos mensajes en los que desde el punto de vista de cualquier persona se podrían interpretar pero muy feo.

Mason no iba a perdonarme jamás.

Y esta vez, realmente era mi culpa. Debí habérselo dicho, debí confiar en él y decirle todo lo que pasaba con Oliver, hubiera sido más fácil.

Las cosas no hubieran terminado así.

Porque, ¿sabes que duele más que un corazón roto?

Lastimar a quien confiaba en ti, defraudar a las personas que quieres.

Me dejé caer en el sillón y marqué su número. Me mandó al buzón. La verdad no esperaba que respondiera, pero quería intentarlo. Dejé que las lágrimas salieran mientras me hacía un ovillo en mi lugar.

Ni siquiera podía ser capaz de culpar a Oliver, no cuando esto era mi responsabilidad. Seguí con esto sin decirle a nadie, seguí sola.

Porque de alguna manera pensé que esta era mi guerra, y que era yo la que debía pelear en ella.

No sé cuantos minutos pasaron. Incluso me atrevo a decir que pasaron horas hasta que las puertas del ascensor se abrieron. Mi pecho se infló con esperanza, una que murió cuando noté que no era Mason quien entró, si no su guardaespaldas.

Me tallé los ojos, estaban irritados por mi llanto y sorbí por la nariz.

―Buenas noches, Señorita Morgan ―Saludo con seriedad―. Tengo órdenes del Señor Vaughn de llevarla de vuelta a Chicago.

Mi labio inferior tembló y asentí sin mirarlo.

―¿Dónde está él? ―Susurré.

―No puedo compartirle esa información ―Dijo y cerré los ojos con fuerza―. La esperaré en recepción, baje cuando esté lista.

―Está bien.

Se marchó y yo me recargué contra el respaldo mientras me abrazaba a mí misma. Duré varios segundos así hasta que me levanté y fui a mi habitación. Me quité la ropa que Mason había comprado y me coloqué la que había traído.

No creí correcto llevarme la otra, no era mía. Es mejor así.

Apagué la luz de la habitación soltando un suspiro exhausto y negué mientras me daba la vuelta. Presioné el botón del ascensor y bajé sin hacer ruido hasta la recepción, en donde el hombre seguía esperándome.

El cielo ya estaba oscuro, se podía sentir el viento ligero soplando, provocandome frío esta vez. Caminamos en silencio hasta el auto y me abrió la puerta trasera. Me dediqué a mirar por la ventana mientras el hombre conducía y me permití derramar más lágrimas silenciosas.

―¿Él está bien? ―Murmuré sin dejar de ver por la ventana―. Al menos, ¿podrías decirme si él se encuentra bien? Por favor...

Lo escuché soltar el aire y asintió.

―Lo estará.

«Lo estará...»

Bien, eso dolía enserio. Realmente nunca quise dañarlo, nunca quise lastimarlo.

Elaine © [Completo]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora