Día 38

1 0 0
                                    

Las olas golpean contra la orilla, el cielo está nublado, atrás de mí hay grandes montañas rocosas con las cúspides llenas de vegetación ante una altura imponente. La arena es lo más peculiar, de un color negro tan profundo que es como si estuviera flotando ante la nada. Nunca había visto, ni sentido, algo como esto.

Las olas llegan y regresan, estoy sentado aquí observando como todo se desenvuelve. No hay otros sonidos, sólo estruendos provenientes del mar. La niebla llega desde zonas lejanas y no veo otro camino que pueda recorrer.

Todo está tan calmado, una quietud total, es tan misterioso.

Mi mirada se posa en lo que podría haber más allá, poco a poco todo es cubierto por la niebla y en cada segundo que pasa yo me voy perdiendo en el horizonte.

Ahora doy cada paso sin dejar de sorprenderme por donde voy pisando. Es como si caminara sobre el aire, todo este ambiente es mágico, puedo ver mismo cielo reflejado en el suelo. No sé cómo llegué aquí, no sé cómo abandoné el otro lugar.

Veo como las nubes pasan lentamente por el firmamento, el camino parece extenderse hasta el infinito. Sigo dando pasos como si estuviera en una zona que no distingue el espacio superior con el inferior.

¿Esto es real? Sigo una ruta no identificada, sólo me dejo llevar por el instinto.

Cierro los ojos y de un momento a otro me encuentro en otra parte completamente diferente, este es un desierto. Hay varias dunas, subidas y bajadas. La arena es muy suave, recién me doy cuenta que todo este tiempo he estado descalzo.

Varias nubes se amontonan allá arriba, sin esperarlo, varias gotas comienzan a caer. Estoy un poco inseguro, no sé si es algo insólito o algo que simplemente pasaría sin importar qué.

Llueve, todo es cubierto por la humedad. No sé si sólo fueron minutos u horas.

El cielo está despejado, parece como si todo hubiera vuelto a como era hace poco, sin embargo, veo que en varias partes se han formado pequeños cuerpos de agua. Es como si hubiese pequeñas lagunas separadas por la arena, es curioso, incluso dan ganas de sumergirse, pero no puedo detenerme.

No, el tiempo ha avanzado, los colores de la tarde se manifiestan y veo como el sol empieza a descender. Algo me dice que debo seguir su brillo, que ahí está el camino y sé que en el momento en que el cuerpo de fuego llega a estar muy cerca de la superficie en apariencia es en ese justo momento en donde se revela una senda que debo seguir. No sé el cómo, ni el cuándo, ni el por qué. Sólo sé que debo hacerlo.

Sigo avanzando y no me detengo preguntándome una vez más que es lo que me depara en el horizonte.

SOLITUDEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora