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Uno no puede escribir acerca de la ilusión si nunca ha sentido una. Lo que se siente la ilusión de que posiblemente alguien sienta cosas por ti, no tiene precio. Cerrar los ojos y pensar: me piensan. Alguien me piensa.

No comí por dos días después de aquella noche alocada. No por odiar la comida de mi mamá, que en su mayoría si odio, sino porque no me dio hambre. Frank no fue a la casa durante ese tiempo y por lo que escuché decir a mi mamá: su abuelo vino de visita y prefirió claramente darle prioridad. Así que no hubo pancakes.

- Come a la mierda - mamá sirvió un plato con huevos revueltos y jamón frente mí. Tengo qué hacerlo o los gritos no curarán la resaca que aun me cargo.

- ¿Y Frank? - pregunto casualmente, no habría nada raro en mi pregunta.

- Tampoco viene.

- ¿Por qué te gusta?

Mamá no me contestó lo que yo creí. En vez de sacarme más rasgos de su personalidad, solo dijo lo que yo ya sé. En cuanto acabo el desayuno, me ofrezco a llevar a Mikey a la preparatoria. Subirme al auto me recuerda que no he limpiado mi herida otra vez y que probablmente ya tengo cosas desagradables manifestandose por ahí.

Mi hermano y yo no hablamos en todo el camino, solo el sonido de la radio es lo que impide que hubiera silencios incómodos. De reojo lo veo de vez en cuando, mirando su celular entretenido y contestando mensajes, mientras que el ultimo mensaje que me enviaron a mi fue en el 2015 por una chica que me pidió la tarea. Ni siquiera me molesto en conservar esas aplicaciones en el teléfono, prefiero la música sea la que llene mi memoria.

- Bájate ya, la fila se hace atrás, Mikey - él no dice nada y solamente sale del carro. Lo veo alejarse e introducirse en una bola de gente y yo me voy de ahí como si la lava me persiguiese.

Los caminos aleatorios y mi poca preocupación por el tanque de gasolina, me hacen terminar en la casa de Frank. Sigo estacionado, con el clima encendido en calefacción para non congelarme las bolas.

Pasan 30 minutos y sigo ahí, con la vista hacia el frente y los vidrios empañados. Estoy dentro de una burbuja de nostalgia enorme. En donde me veo a mi mismo en la secundaria como un puberto normal con problemas hormonales y aspecto chistoso. Cuando creía que la clase de matemáticas iba a acabar conmigo, cuando realmente lo que acaba conmigo soy yo. De verdad nunca imaginé que estaría en esta situación cuando iba en secundaria.

Yo siempre me guiaba por la corriente y no pasaba nada, y eso me ha traido aquí, estoy seguro. Mientras todos se preocupaban acerca de la preparatoria a la que iba a asistir, yo solamente tomé la primera que vi y ya. Nunca pensé en mí como alguien competente para el mundo. Y ahora que el tiempo está abrazando mi cuello para partirlo, digo "mierda" ya llevo dos decadas aquí.

Tocan mi ventana.

Es Frank.

- Hola - me sonríe - ¿Estás bien?

Aun me da miedo hablar con él sobre cualquier cosa, incluso para decir una monosiblaba se me hace un trabajo imposible. Pero sé que lo entiende, siempre ha sido así. Asiento. De hecho, no sé que hago estacionado frente a su casa, pero no me arrepiento.

- ¿No mueres de frío? Te prepararé un chocolate, soy bueno en eso.

Y en hacer pancakes, quiero decir, pero no lo hago.

Me bajo del carro y caminamos juntos hacia su casa. Me pregunto si su abuelo está ahí todavía, pero mi duda se resuelve cuando veo al hombre sentado en el sillón donde mi ebrio trasero estuvo un buen rato hace unos días, leyendo el periódico con los brazos bien extendidos para una vista panorámica.

Frank deja su bufanda colgada en su perchero al igual que sus abrigos. Yo no me quito nada porque quedaría en cueros, así que solo me quedo quito a esperar a que él avance más para yo seguirlo.

- Ya llegué, anciano - me imagino que el "anciano" se lo dice de cariño, pues el viejo se ríe.

- Estaba por morirme de la duda - contesta. Baja el periódico y su rostro sonriente se desploma al verme ahí parado, con mi aspecto pálido, hedor a ebriedad y futuro incierto - ¿Pero qué es eso? ¿Comeremos vagabundo esta tarde?

- No seas grosero, abuelo - Frank se ríe penosamente hacia mí - lo siento - articula. Yo no lo tomé como ofensa en primer lugar, así que le sonrío y asiento - y comeremos estofado de verduras, estás enfermo ¿recuerdas?

- Enfermo mi culo en vietnam - se ríe tuberculosamente y Frank abre sus ojos, disculpándose conmigo de nuevo con la vista - había unas alcachofas para comer que me desparramaban el puto ano, tengo problemas desde los 27 años - se queja - no quiero el estofado, quiero mis cervezas.

El abuelo de Frank era de esos viejos agradables pero grotescos al hablar. Y ya que mientras Frank cocinaba el estofado ese, yo me tomaba el chocolate prometido, me invitó a comer con ellos. No sé por qué, pero accedí.

- ¿Qué te trajo hacia mi casa, Gerard?

No sé, quiero decir. Ah, si lo sé, mi vendaje... no lo he cambiado en días. No es buena excusa, nada lo es. Así que solamente sonrío y me encojo de hombros. Él deja de cuestionarme y sigue con lo suyo. Tantas cosas que sabe sobre mí ahora y en tan poco tiempo y sin embargo, no dice nada nunca de ellas.

He escrito también sobre sus pantalones rotos que tanto le gustan. Siempre que lo veo, tiene pantalones rotos y camisetas extrañas, pero divertidas. Puedo decir que alrededor de cinco parrafos por prenda característica de Frankn. No puedes escribir sobre alguien si no lo conoces.

- ¿Cómo está tu mamá? - me pregunta justo cuando se escucha un doblez de periódico en la parte de la sala.

- Ella está bien.

- ¿Y Mikey? ¿Ya dejó de fumar?

Alzo la mirada. No hubo necesidad de palabras para hacerlo entender que yo no sabía que el idiota de mi hermano fumaba. Al parecer, Frank también conversa con Mikey y Mikey ya entró en suficiente confianza como para decirle algo que ni siquiera yo, que sé a lo que huele el cigarro a kilometros de mi, estaba enterado.

Nunca había escrito nada sobre eso, pero ahora lo hago. De esa sensación de querer exclusividad de una persona. Suena enfermo. Querer que una persona solo te hable a ti es algo enfermo. Pero al parecer, es muy común. Se les llaman celos. Con los celos, la ilusión se va.

- Lo siento, no debí haber dicho nada, creí que eran más cercanos y-

- Yo no soy cercano a nadie - niego. Al parecer las drogas y el alcohol no es lo único que te hace hablar sin pensar, los celos también - ni siquiera a ti, ¿quién te crees?

Frank me mira. Yo solamente me levanto enseguida y como ya no puedo evitar arrepentirme de la vergüenza que siento ahora, me salgo de ahí como bala para introducirme en el coche y acelerar hacia la casa. Ha sido de los peores impulsos que me han dado en toda mi vida.

Ese día, mi mamá se puso borracha.

Se escuchan las baladas tristes hasta mis organos más profundos. Todo es un complot hacia cómo estoy sintiendome ahora. Me siento triste y las canciones de mamá no me hacían sentir mejor, tampoco la ansiedad de saber que abajo hay cerveza y seguir aplastado en la cama como manco.

No tengo de otra más que bajar. Al hacerlo, veo a mi mamá bailar con Frank tomándole la cintura. Nunca me di cuenta de cuando llegó y ahora más que nada en el mundo me arrepiento de haberlo visto. Esta tarde salí de su casa como un loco y ahora, horas más tarde, aparece en mi casa, bailando pegado con mi mamá en mi sala. No me detengo mucho en ellos, así que solamente aprovecho la vuelta para meter hielo en una hielera y unas seis cervezas del refrigerador.

Subo de regreso y aprovechando que es viernes y que sabrá Dios dónde estará Mikey, convierto nuestro cuarto en un bar privado para mí solo. Como tengo una radio, pongo mis propias baladas y me dedico a sentarme en la silla giratoria de mi escritorio para beber cómodamente.

No puedes escribir de un corazón roto si nunca lo has tenido. Pero tampoco puedes saber si lo tienes roto si ni siquiera tienes a alguien que te lo rompa. Quizás me está dando un paro cardiaco y no me entero.

Pancakes [Frerard] DONEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora