Capítulo 1.

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¨Bip bip¨

Suena la alarma de mí Iphone y hace que dé un bote en la cama, los rayos del sol entran desde el ventanal derecho de mi cuarto. Tapo mi cabeza con las sábanas y meto la cabeza debajo de la almohada intentando evitarlos. Faltan dos días para que acabe el curso y empiece mi nueva etapa como adulta.

Mis padres están esperando una contestación sobre a qué universidad iré, pero todavía no tengo nada decidido. Mi sueño es ser una gran escritora de éxito, desde pequeña soñaba con escribir best seller y hacer firmas universales, pero ellos nunca han estado de acuerdo, ya que o no me considera suficientemente buena como para creer que llegaré lejos o no considera ese un trabajo de una buena posición social.

Suena la puerta de mi habitación, un par de veces. Quito la almohada de mi cara y miro hacia la pared, en dirección a la puerta, con cara de pocos amigos.

-¡Carla! Vamos, llegarás tarde-dice mi madre desde el otro lado de la puerta.

-Ya voy ...- suspiro.

Pongo los pies en el suelo y me levanto poco a poco de la cama, camino recta al ventanal y lo abro de par en par, salgo al balcón a observar el jardín, suspiro viendo el caluroso día de Junio ​​que hace. Vuelvo a la habitación para esta vez dirigirme al cuarto da baño a darme una ducha.

Cojo las toallas del colgador y las dejo encima del lavabo, lo más próximo a la ducha. Me suelto la coleta y mi pelo castaño se deja caer hasta la cintura. Me quito la camiseta del pijama ya continuación, los pantalones. En los últimos meses he perdido mucho peso y casi toda la ropa me queda grande últimamente, claro, que mi altura tampoco ayuda mucho, no soy una chica de tamaño pequeño, ya que encima, el ser alta para ser una chica, no ayuda a disimular los kilos que me faltan.

Enciendo mi móvil y me dirijo a la carpeta de música, pongo el aleatorio y lo apoyo sobre el lavabo. Entro en la ducha y enciendo el grifo.

De fondo suena ¨i putt a spell on you¨, probablemente una de mis canciones favoritas sin duda alguna. Dejo que el agua caiga lentamente mientras con las manos enjabono mi cuerpo y mi pelo. Aclaro con abundante agua tibia los restos de champú y jabón y cierro el grifo. Me pongo las toallas y salgo de la ducha.

Odio mis ojos después de la ducha, se me ponen rojos y me escuecen, por eso siempre tengo mi colirio a mano al lado de mi cepillo de dientes eléctrico rosa. Una vez acabo con el colirio, salgo a la habitación y camino al armario en tono madera claro a elegir la ropa para hoy.

Unos vaqueros claros llaman mi atención y una blusa roja también, así que no me complico más y es lo que cojo, con unas converse a juego con la blusa, cierro el armario.

Me quito las toallas y me unto en crema hidratante de rosa mosqueta. Me encanta el olor y como deja después la piel. Cojo la ropa de encima de la cama y me la pongo después de ponerme la ropa interior.

Mi móvil no para de recibir notificaciones y lo observo rápidamente. Es Isaac. Isaac es mi mejor amigo desde que tengo uso de razón, nos conocimos en la guardería y 18 años después, seguimos siendo uña y carne. No imagino una vida sin él y tampoco me la he planteado nunca. Él si irá a la universidad, quiere estudiar medicina y ser un neurocirujano reconocido, de fama mundial. Es un buen trabajo para él, le va a juego con lo buena persona que es.

¨Pasaré a por ti en 15 minutos, date prisa¨-leo su mensaje y tiro el móvil corriendo a la cama.

-Mierda...-maldigo para mis adentros.

Corro al baño a peinarme y agarro mi pelo en una coleta alta, para no demorarme más. Dejo las toallas en el balcón al sol para que sequen y vuelvo a la habitación a coger mi mochila y el móvil. Abro la puerta y salgo al pasillo, cierro de un portazo y oigo como mis padres se quejan de ello. Corro por el pasillo de paredes blancas y cuadros por todos lados de las paredes, mientras me voy mirando en el espejo que tengo enfrente. Bajo las escaleras de la derecha lo más rápido posible. Nuestra escalera se divide en dos, yo tengo la manía de bajar por la derecha y subir por la izquierda, no sé porque, pero desde pequeña recuerdo el hacerlo.

Corro hacia la cocina, donde me espera Dayana. Nuestra ama de casa y también mi cuidadora desde que nací, ya que mis padres nunca estaban en casa.

-Hola mi cielo, buenos días-dice con esa gran sonrisa suya.

-Hola Dayana-beso su mejilla.

Es una mujer ya algo mayor, de pelo blanco, regordeta y con unos mofletes gorditos que siempre me encanta jugar con ellos, tiene unos ojos azules preciosos, parecidos a los míos, salvo que los suyos un poco más oscuros y juro que tiene la voz más dulce que he escuchado nunca.

Y de repente, tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora