Por fin, todos graduados, con nuestros títulos, birretes en mano después de haberlos lanzado por el aire y aun con nuestras túnicas puestas. Estoy encantada de haber pasado todos estos años con ellos, en este lugar y con todo lo bueno y lo malo que nos ha pasado. No podría haber elegido unos mejores compañeros de camino. Está claro que ahora nos separaremos y que después de esta noche, cada uno tendrá su vida, pero me encantaría que no perdiéramos el contacto. Sé a ciencia cierta que con Isaac no cambiará la situación, pero con los demás tengo algo más de dudas.
-Bueno chicos, a las ocho quedamos, Isaac y yo os iremos recogiendo, aunque agradecería si estuvieseis todos en casa de Carlos y ya vamos juntos-digo intentando convencerles.
-Bueno, está bien, hablamos después-dice Monica.
Isaac y yo caminamos a buscar a sus padres para poder irnos a casa. Comeré con ellos ya que mis padres ni siquiera están en casa.
-Ahí están- le digo a Isaac mientras señalo en la dirección donde se encuentran sus padres.
-¡Mama!-grita.
-Hola chicos-saluda con la mano.
Nos acercamos a ellos y nos saludamos con un par de besos. Nos cogen los diplomas y comienzan a leerlos.
-Cuanto me alegro por vosotros chicos-dice Jose.
Nadie sabe lo agradecida que estaré siempre a esta familia, nunca me han menospreciado, siempre me han tratado como a una más, hasta el día de la graduación de su hijo, nos tratan como si ambos fuéramos la misma persona y eso, ese sentimiento, no se puede explicar con palabras, lo juro.
-¿Nos vamos?-dice Rosa agarrando mi cintura.
Asiento la cabeza y la dedico una sonrisa. Con este pequeño gesto la estoy agradeciendo por todos los años que ha estado a mi lado. La quiero y ella lo sabe.
-Vamos a hacer una foto-dice Isaac.
-Yo os la hago-me ofrezco
Cojo el móvil y a los dos segundos Jose lo coge de mi mano y lo agarra en la suya. Observa a su alrededor y se acerca a una chica para pedirle si puede hacer la foto.
-Somos todos una familia, tú perteneces a ella-dice Rosa.
-Gracias-digo medio llorando.
Nos ponemos los cuatro juntos, abrazándonos y sonriendo. El flash se dispara y la foto ya está lista. Repite la foto unas cinco veces y nosotros cambiamos de postura en cada una.
-Ahora a vosotros dos, sonreír-nos dicen a Isaac y a mi.
Hacemos lo que nos dicen sus padres y miramos a la cámara, yo abrazada a Isaac y él con un brazo sobre mi cuello. La foto perfecta entre dos grandes amigos que pronto no volverán a verse tan frecuentemente.
Caminamos al coche de sus padres y cada uno montamos en nuestros respectivos sitios. Isaac ojea las fotos que hemos sacado y yo miro por la ventanilla el paisaje.
Llevamos unos quince minutos de camino, cuando paramos en un restaurante al que solíamos venir cuando éramos pequeños a comer. Todavía recuerdo cuando Isaac se cayó en la fuente que tienen en la parte de atrás.
-Que bien que hayamos venido aquí-digo.
-Sorpresa, reservamos esta mañana cuando Isaac nos dijo que vendrías con nosotros-dice Rosa.
-Muchas gracias-digo mirando al restaurante.
Jose para el coche y bajamos. Casi tropiezo con los tacones pero a los dos segundos recupero el equilibrio. El guarda coches viene hacia nosotros y Jose le entrega las llaves y le entrega de propina un par de euros de agradecimiento.
Nosotros entramos al restaurante y en seguida somos atendidos por el mismo camarero que nos atendía cuando solíamos venir.
-Que mayores estáis jovencitos, como pasa el tiempo-dice el camarero.
Podría decirle que él también está más mayor, pero estoy segura de que no le gustaría que le respondiese y que esa afirmación, ya la sabe él. Así que solo sonrío.
-Seguidme-nos dice.
Caminamos detrás de él, hasta la mesa que nos señala para que sepamos que es la nuestra. Nos acomoda en las sillas y nos deja las cartas de la comida en la mesa.
-Lo primero, una botella de vino blanco, estamos de celebración-dice Jose.
-Yo no bebo mucho, ya lo sabéis-digo.
-Pero si el vino blanco te gusta-dice Isaac.
-Pero solo beberé una copa, después agua-recalco.
Cojo la carta del centro de la mesa y abro en la página de entrantes, que en seguida paso y así hasta que llego a la de ensaladas, buscando una en especial.
-Lo de siempre eh-dice Isaac dando un codazo sobre mi brazo.
-Obvio-digo señalando a la ensalada césar con queso de cabra.
Esa ensalada ha sido mi perdición toda la vida, llevaba sin comerla unos 10 años, desde que tenía unos ocho años y no habíamos vuelto por aquí.
ESTÁS LEYENDO
Y de repente, tú.
Storie d'amoreEs cierto aquello que dicen, que perseguir un sueño no es nada fácil y más si nadie te apoya, Carla es una joven a punto de terminar el instituto cuyo sueño ser escritora. Su último verano antes de que sus padres la obliguen a ir a una universidad e...