Astucia sin fuerza bruta

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Sentado junto a otro grupo de jóvenes, Sebastian esperaba, repasando en su mente una y otra vez lo que había de decir. Ya pronto sería su turno, y sólo tenía una oportunidad.

Dos imponentes hombres custodiaban la puerta cerrada de aquella habitación. El chico se preguntaba si alguna vez podría crecer tanto como ellos.

El tiempo pasó y, cuando se dió cuenta, ya estaba sentado frente al mismo tipo que había conocido en aquel bar. Sólo que está vez, llevaba ropas excesivamente costosas y su cabello largo de color rubio oscuro, similar a un color ocre, estaba peinado hacia atrás. 

Sebastian se fijó bien en su rostro. Ojos verdes, nariz afilada y recta.

Por otro lado, el rey observaba bien al chico de igual manera. Quedó embelezado viendo sus labios carnosos y sus ojos brillantes. La osadía con la que este muchacho lo miraba hacia que sintiera cosas totalmente extrañas.

No fue Drac, el rey, quien rompió el silencio.

-Soy Sebastian Hansen. Es un gusto volver a encontrarlo, majestad. -Sonrió con picardía, sin quitarle la vista de encima.

- Me resulta una gran sorpresa que estés aquí, no te habría reconocido - como respuesta, le dedicó una cálida sonrisa. Estiró su mano derecha para saludarlo, y casi automáticamente, Sebastian le ofreció su mano izquierda.

-Vaya, lo siento mucho. Es que, siempre me pasa, su Alteza.

Drac pensó un momento y luego, sonriendo, le puso enfrente una pluma y un papel. Si el chico resultaba ser zurdo y poseía un carácter fuerte, como el lo requería, no habría dejado que se le imponga la escritura con la mano contraria.

-Escribe ahí tu nombre, por favor… sabes escribir ¿cierto?

- Por supuesto, majestad - tomó la pluma sin rechistar y, con su mano izquierda, plasmó su nombre, escrito con una letra enrulada y prolija.

El monarca sonreía mientras lo veía escribir. Se trataba de un alma rebelde, sí. Pero también parecía ser un chico dócil y obediente.

-Cambiaremos las preguntas, tendrás una entrevista distinta. Quiero saber, ¿Nunca intentaron enseñarte a escribir con la mano, digámosle así, correcta?

- Lo han intentado mucho, pero yo nunca he querido. Así que me resistía cada vez que lo intentaban.

-Dejame saber algo más, Sebastian, ¿Serás obediente a mis órdenes? ¿Puedo mandarte hacer lo que quiera cuando y como lo desee?

Sebastian se acomodó en su asiento y tomó aire.

-Majestad, se me ha enseñado a obedecer a mis superiores durante mucho tiempo. Pero se lo advierto: yo no me doblego ante aquellos que se creen de mayor importancia que el resto.

La expresión de Drac se había vuelto seria.

-Vaya, me esperaba alguien rebelde si se trataba de una persona como tú.

- ¿Una persona como yo?

-Sí. Pareces testarudo y te muestras desafiante. Me gusta tu actitud… aquí entre nosotros, todos los muchachos que vinieron antes que tú son iguales. Siempre intentando ser de mi agrado. Sin embargo, tú haz sido sincero. -esperó un momento hasta su siguiente pregunta. Se le habia ocurrido algo, y quería probar si se trataba de un chico detallista y astuto. - Ahora dime, Sebastian Hansen. ¿Puedes notar alguna falla aquí?

El joven miró a su alrededor, y rapidamente volvió la vista hacia él.

- Además de que el escritorio es una verdadera desgracia, solamente tiene dos guardias. Y están ubicados en las esquinas detrás suyo. La distancia entre ellos y usted es muy larga, y en caso de que yo intentará atacarlo e hiciera esto, - Se levantó rápidamente y fingió arremeter contra él como si sostuviera una daga - ellos no llegarían a evitarlo.

Y efectivamente, ambos guardias quedaron a mitad de camino, cuando el rey ya había sido ficticiamente asesinado.

El hombre lo observaba, sorprendido, sin poder articular palabra alguna. Luego, Sebastian se sentó tranquilamente.

-Yo… yo me refería a…

-Oh, lo lamento mucho. ¿no era eso? Qué descortes de mi parte haber actuado de forma tan inapropiada.

Esa era la inteligencia que el rey necesitaba. Aquella rapidez mental lo dejó perplejo, y lo sedujo incluso el tono de su voz al hablar. Le parecía, simplemente, una criatura maravillosa.

- Es suficiente por hoy, Sebastian. Espera afuera junto con los otros… fue un placer hablar contigo.  Acto seguido, se despidieron con un buen apretón de manos y el más joven salió, no sin antes dedicarle una sonrisa que podía esconder muchos sentimientos.

Definitivamente, el rey estaba a sus pies. Ahora sólo tenía que elegirlo.

TabúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora