Parte 3: Los 22

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"Las personas tarde o temprano deben darse cuenta de la realidad que vivimos, la cual llamamos realidad solo por nombre pero que al final de cuentas no es más que una ilusión"

Tic tac, tic tac...

El sonido de reloj, me molesta....

-Buenos días señor Edward ¿Cómo se encuentra?

-¿Ah?

-Entrare para hacerle su chequeo si me lo permite.

-Emm, si... estoy bien pase.

Había amanecido...

El sol radiante y resplandeciente iluminaba con fervor la ventana de aquel cuarto de hospital, mientras que la brisa fresca casi imperceptible dentro del mismo acariciaba los pocos árboles que había en la ciudad.

Sus ruidos incesantes, apenas comenzaban a ser audibles por la mañana, mientras que mujeres, niños y adultos por igual se esforzaban para vivir un nuevo día, pero yo...

-¿Cómo durmió anoche señor Edward?, las enfermeras me contaron que tuvo una "pequeña aventura en los pasillos" –Dijo de manera sarcástica y con un tono algo molesto mientras me tomaba el pulso-

Me sentí gravemente incómodo ante su pregunta, y eso es por el hecho de que independientemente de mi respuesta era poco probable encontrar una situación donde un paciente "cuerdo" abandonara su habitación de esa manera; no podía decirle sobre lo que vi.

-Es que tenía ganas de ir al baño y me perdí –dije sin esperanzas de que me creyera-

-Pero si usted tiene una vasinica, ¿Por qué habría de molestarse en caminar? Aparte eso no explica el hecho de que haya roto su vía y que transitara destilando sangre por los pasillos.

-Me cai de la cama...

(Una patética excusa, pero no tengo nada que hacer, las ideas se me acaban y prefiero acabar con esto.)

-Ay –suspiró el doctor- solo procure llamar a las enfermeras por favor, así nos evitaremos darle problemas también al servicio de limpieza.

-Lo tomaré en cuenta para la próxima vez.

-Usualmente nadie quiere estar en un hospital una próxima vez...

El doctor soltó una pequeña burla acompañada de intriga contra mis respuestas, más aun en todo momento noté la profesionalidad y el esmero con el que hacia las cosas, el cual me hizo cuestionarme aún más si debía contarle lo ocurrido.

-Muy bien Señor Edward, su cuerpo ya muestra síntomas de una mejoría significativa, casi inmediata diría yo, mañana será dado de alta.

-Muchas gracias Doctor, no sabe cuánto aprecio este gesto.

-No hay de que, es mi trabajo. Si me disculpa procedo a retirarme.

Poco antes de que el doctor saliera por la puerta, no contuve las ganas de preguntarle sobre el hecho, así que sin querer la palabra escapó de mi boca:

-¡Doctor!

-¿Si?

Me di cuenta que hable sin pensar, ya no tenía más remedio que preguntar.

-Alguna vez... ¿ha sentido pena por algún paciente?

-Oh, ¿a qué viene la pregunta? –dijo con intriga al regresar unos pasos dentro de la habitación-

-Pensaba que el hecho de que usted hubiera elegido esta profesión era con el propósito de salvar personas, pero aun así ¿no ha sentido apego o tristeza emocional por algún paciente?

Las noches de desesperaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora