Capítulo dos: ¿No te gustaría?

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—¿Y de qué trabajas? —pregunta, realmente interesada—. Pareces muy joven, para ir al trabajo con traje.

—Esto te divierte, ¿no es así? —Corto de raíz su monólogo. Ella se sorprende de mi pregunta, pero no quita su sonrisa de la cara.

—¿Qué debería divertirme? —Me mira por primera vez directamente a los ojos. Yo solo veo en ellos la incomodidad que me empieza a crecer en la boca del estómago.

—Nada, perdóname.

Me dejo caer en el respaldo del asiento, con cuidado de no arrugar la chaqueta. Veo a Alma observarme, callada, seria pero no dura.

—Oye... Asier, ¿no? —Me llama. Asiento al escuchar mi nombre—. ¿Puede que nos hayamos visto antes? Me suena de algo tu cara, pero no sé de qué.

Me río, mordiéndome la lengua. Ahora sí empieza a ser divertido.

—Nos conocemos, ¿verdad?

Enarco una ceja, retándole a que siga uniendo hilos.

Ella solo frunce el ceño, entornando los ojos y repasándose los labios con los dedos.

—Dices que te gustan mis canciones, pero yo no te caigo bien —afirma.

—Yo no diría que me caes mal. Tampoco me caes bien, pero no me caes mal.

—Entonces, ¿qué tienes contra mí?

—¿Tengo algo contra ti?

—Algo debes tener. Por la forma en la que me miras, por la forma en la que me hablas... No eres fan, tampoco hater... Pero tampoco te soy indiferente. No lo entiendo.

—Como artista te admiro. Como persona... —Hago un gesto con la cabeza para que sepa que me transmite duda.

—¿Eres... homófobo o algo así? —Me hace reír. Ella, sin entender nada, se inclina sobre su parte de la mesa.

—Uf, no. Desde luego que no. —Aún me rebota la risa en la cabeza.

—No, pues no lo entiendo. —Se echa, mucho más brusca de lo que he hecho yo, sobre su asiento.

—Alma, déjalo. Da igual. Seguro que no es tan importante. —Me mira sin decir nada, como la mayor parte del tiempo que hemos compartido. Sé que en su cabeza está haciendo biblioteca mental de caras por cómo no pierde ojo de los detalles—. No vas a saber quién soy, deja de intentarlo. —El tono divertido, la mueca sugerente.

—Estás muy seguro, pero yo tengo bastante buena memoria. —Me acusa con su dedo índice.

—Tu última canción... —cambio de tema—. ¿Va sobre una ruptura?

—¿Qué significado le das tú? —Sigue mi hilo.

—Para mí suena como... —Busco entre el paisaje que vamos dejando atrás un poco de inspiración—. Suena como a... Como si alguien hubiera decidido por ti durante mucho tiempo, pero sigues tan enamorada de esa persona que no quieres otra cosa.

—Pues ese es el verdadero.

—¿Lo dices de verdad o solo por complacer?

—Lo digo porque lo bonito de la música es que cada uno puede hacer suya una canción a su manera. ¿Qué más da el significado que yo le dé? ¿Acaso serviría de algo para que tú dejases de sentirla como la sientes? Yo creo que no. Ahí radica la belleza de esta disciplina.

Le brillan los ojitos, dejándome claro que piensa firmemente en lo que dice.

—Se me ha olvidado por un momento lo cierto que es eso... Creo que a mí no hay nada que me guste más que cuando la gente me dice qué significan para ellos mis canciones.

Historias inacabadas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora