Capítulo trece: Cuando quieras.

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Abro los ojos con tranquilidad, dejando la canción de la alarma sonando al no sentir el peso de mi novio a mi lado. Noto, con el primer movimiento del día, el tacto de las sábanas a lo largo de todo el cuerpo. No es hasta que siento el riego sanguíneo retomar su actividad natural que no levanto el brazo, con todo el peso de la actividad de anoche rebotándome en cada una de las venas, para buscar el teléfono y parar el sonido casi relajante que proviene de él, sin siquiera mirarlo. Escucho el ruido de los platos chocando con la mesa. Frunzo el ceño, porque Alex no está, pero tampoco tiene que madrugar hoy. De hecho, ni siquiera yo tenía que levantarme temprano. Compruebo la hora en el móvil, teniendo que acostumbrarme primero a la luz que desprende, para luego asombrarme al ver el número once reinando la pantalla de bloqueo. Ni siquiera en mis días libres me despierto a esta hora. Me incorporo en el colchón, notando los músculos de mi cuerpo resentirse al movimiento y miro por encima las notificaciones por si hubiera algo importante.

Leo algunas felicitaciones e impresiones de mi familia -salvo de mi hermano-, otras tantas de amigos, algún conocido que hacía tiempo que no veía y muchas menciones tanto en Twitter como en Instagram. Me propongo, mentalmente, intentar leerlo todo cuando haya desayunado. Tampoco pueden ser tantas... ¿No? Leo también el recordatorio de Alma, que quiere recogerme a las 12:30 enla puerta de mi casa. Tiemblo ligeramente al pensar en ello.

Una ligera corriente al abrirse la puerta de la habitación me inunda las fosas nasales con olor a café y tostadas, y la sonrisa mordida de Alex me indica que es el artífice de tal detalle. Me invita a unirme con él con su mirada. Yo sonrío, intentando apartar el cansancio y los nervios de lo que me aguarda hoy y me pongo algo de ropa antes de acercarme a darle los buenos días.

—Perdóname por no poder estar anoche contigo... —me dice en cuanto separamos las bocas.

—No pasa nada, estuve muy bien acompañado. —Le quito importancia porque, aunque sí que es cierto que parte de mi cabeza pensó en él cuando los momentos que más feliz me hicieron se acontecieron, otra parte de mí admite que tampoco está tan mal compartir la noche con las amistades si así llega esta mañana con él.

Disfruto del ratito que compartimos, del amargo del café y del crujiente de las tostadas. Me deshago esa hora que me permito estar calmado, sin pensar en lo próximo, centrando todas mis energías en el presente, en cada detalle de la barba que empieza a nacerle a Alex, en el pelo alborotado que me trae y en la forma en que me pide, tímido, que me quede con él todas las mañanas de mi vida. Y yo se lo digo de vuelta, creo. Por la forma en la que acepto, silencioso, todas sus plegarias, haciéndolas propias.

Salgo del trance, doy un último sorbo al café y me levanto como un resorte al escuchar el tono de llamada y ver el nombre de Alma en la pantalla. Lo cojo mientras dejo un beso largo en la mejilla de mi novio, sintiendo en mí los nervios de nuevo revolotearme. No puedo evitar sentirme confuso en ese momento en que mis labios chocan con la piel del chico mientras escucho el timbre saltarín de la cantante hablarme al otro lado de la línea. Siento que ya lo tengo todo en casa, pero aún así... sigue faltando algo. Alguien. No cambiaría por nada del mundo mi vida con mi novio, y sin embargo estoy dejando que se ponga todo al revés por alguien que ha aparecido con la sonrisa loca y la promesa de dedicarme canciones que hablan de amor.

Es extraño. Como si solo quedara por colocar una pieza en un puzle enorme que me ha llevado años construir y supiese exactamente cuál es la forma que me falta, pero no ser capaz de terminar la obra. Como si tuviera ese trozo que lo completa, en mi mano, esperando, esperándome. Como si aún así, mis dedos no obedeciesen a mi cabeza, a mi corazón tumultuante, desesperado por sentir que está a punto de conseguir lo que quiere y yo le hubiera negado por días, años, vidas, eso que tanto ansía. Cierro mentalmente el puño, clavándome las aristas del trozo de cartón para cuando esté preparado para ver el dibujo al conjunto, tan acostumbrado como estaba a que faltase aquel hueco. 

Historias inacabadas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora