Capítulo quince: Lo que tenía para darte.

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La falta de aire en los pulmones me hace jadear en busca de un oxígeno que no logro encontrar. Tengo que agarrarme a los brazos de mi amante cuando noto los míos reblandecer, culpa del latigazo a la espina dorsal que me provoca el orgasmo. Suelto un gemido de satisfacción y todo lo que recibo a cambio es una risa nerviosa de Alma.

—Madre mía —dice, incorporándose después de unos minutos de dejarse tendida encima de mí—. No me esperaba esto...

—No, ni yo. —Esta vez río yo. Río de felicidad, pero también de pavor. Río por no saber qué sentir en ese momento tan íntimo que hemos creado. También río porque no sé qué debo hacer, si abrazarle de nuevo, si dejar que me bese, si volver a meter sus manos en mi pantalón o si separarnos y dejar libre aquella estancia. O quizá hablar...—. Quizá deberíamos hablar.

—¿Quieres que vayamos a mi casa?

La quietud en el ascensor no hace más que crecer la tensión que se ha ido instaurando en el camino de vuelta. Miro a Alma, que juguetea entre sus manos con las llaves, con un leve temblor. A mí me cabalga el corazón en el pecho al recordar lo que hemos hecho y lo que vamos a hacer. Las puertas se abren, dejando pasar el aire por primera vez ante el ambiente caldeado que hemos dejado preparado para los siguientes. Me mira de reojo, apenas un segundo, para asegurarse de que le sigo, y así hago, entrando con ella a su piso del centro de Madrid.

La decoración de su casa, el punto justo entre lo moderno y lo clásico, me acogen al introducirme en ella. El calor de sus paredes hace que entre en combustión al pensar en lo que estoy haciendo. Observo cómo posa sus ojos verdes sobre los míos, dejándome perderme una vez más en el antecedente al desastre.

—No tengo ni idea de lo que estamos haciendo —digo, quebrándome la voz después de tanto rato sin utilizar las cuerdas vocales.

—¿Acaso importa eso? —me responde una Alma espléndida, tan perfecta como siempre, pero ahora más feliz.

—Me importa a mí, porque me importa mi vida con Alex, me importa mi vida profesional. Es que, ¿cómo coño voy a decirle esto a mis amigas? —Me llevo las manos a la cabeza, sintiendo cómo esta me da vueltas solo de pensar en ello.

—Mira, Asier... —Coge mis brazos, acariciándolos en el proceso, posándolos sobre su pecho—. Yo tampoco sé qué es esto. Ni qué va a pasar a continuación. Tampoco sé si esto es lo que tú quieres. ¡Por Dios! ¡Si lo único que sé es que cada vez que estamos juntos quiero más!

—¿Más? ¿Más de qué? —Se me caen los hombros con su confesión, dejándome boqueando.

—Más de esto. —Gestualiza entre nosotros, agarrándome, suavemente de la camiseta por el pecho—. Más de nosotros, más de ti. —Se apaga de repente, como si se le hubiera acabado la batería emocional, como si decir aquello hubiera agotado toda su energía, como si me hubiera dado todo lo que tenía para darme.

—¿Por qué? —pregunto, en un hilito de voz, sintiendo cómo mis fuerzas se van con ella, que cada vez recupera más la compostura.

—¿Cómo que por qué? —Frunce el ceño, luciendo, de repente, cabreada—. ¿Cómo que por qué, Asier? Porque me gustas, porque me gusta lo que me haces sentir. Porque cuando estamos juntos me siento invencible, como si no tuviera un pasado que me hace tener cuentas pendientes en el presente. Siento que no tengo miedo de asomarme al balcón y ver si la gente habla o no de mí, como si todas las palabras del mundo de golpe se volvieran amables, como si no hubiera perdido nunca nada por estar donde estoy. —Suelta un quejido junto a una lágrima. Yo me quedo estático, intentando procesar la información.

—Pensaba que te gustaba este mundo —murmullo, sin llegar del todo a comprender cómo es posible todo lo que me dice.

—Y me gusta. Me gusta vivir de la música y me gusta la buena gente que me anima, que me demuestra apoyo o me cuenta sus experiencias con mis canciones. Me gusta saber que por tal o cual cosa que dije en no sé qué entrevista hay quien me dice que ha tenido el valor para ser feliz. Pero odio cuando las personas se creen con la capacidad de decidir sobre mi vida. Es... tan frustrante ver que, después de yo tener que arriesgar algunas relaciones con mi familia, que me costara mi vida económica y amorosa, tener que cambiar todos mis hábitos y dedicarme casi a tiempo completo en esto, hay quien tiene la osadía de decirme que me vuelvo distante con los fans, o cuando alguien se atreve a mandarme un mensaje de odio. Que, entiéndeme, le bloqueo y listo, pero no deja de joder por ello. Yo... A mí... Intento pensar que las cosas se calmarán, pero no han dejado de hacerlo en dos años. Y me olvido un ratito cuando estoy contigo. Captas mi atención de una manera inexplicable.

Historias inacabadas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora