En mis momentos de soledad, no dejaba de pensar en Jojo. Pensaba, ¿qué hago con él? Lo pierdo poco a poco y no hay forma de detenerlo.
El tiempo pasa y él cada vez más lejos, las horas van rápido y yo no he estado ni un minuto a su lado.
Sólo quiero estar junto a él, que me abrace y diga que todo va a estar bien como siempre, y que aún si no lo está seguirá aquí conmigo, que no se irá y no me dejará solo.Sollozos que vienen de mi habitación me hacen volver a la realidad. Dejo de pensar en Jonathan y abro la puerta para revelar a un cansado Speedwagon, su piel pálida, su rostro y postura aparentan el doble de su edad.
—¿Speedwagon?— me acerqué lentamente
—¡Dio! Perdóname, por favor, no debí haberme ido.— me envuelve en un abrazo que me toma unos segundos corresponder.
—¿Por qué lloras?
—Jonathan... Jonathan no es el mismo.— todo su ser parecía perder el color, como si en vez de estar frente a una persona estuviera frente a un retrato en escala de grises.— no debí dejarte solo con él, perdóname.
—Hey, mírame.— tomé su rostro.— sabía que volverías, ¿está bien? Ya, lo peor ya pasó. Tú siempre vuelves.
Me dedicó una pequeña sonrisa, cuando escuchamos la puerta principal abrirse y ambos dimos un salto. Jonathan está en casa.
—¡Dio! ¿con quién hablas?— su voz retumbó en las paredes. Me giré hacia Speedwagon.
—Tienes que irte, rápido.— lo empujé suavemente hacia la ventana.
—¡No! ¡no voy a dejarte!— protestó.
—¡Ahora!— insistí.
La puerta se abrió de golpe y me encontré con esos ojos azules que me congelaban hasta los huesos. Al girarme la ventana estaba abierta y no había signos de Speedwagon, solté un suspiro aliviado.
—No es nada.
—Volvió, ¿no es cierto?— soltó una pequeña risa.— ¿acaso cree que puede aparecer y desaparecer cuando se le da la gana?
—No es asunto tuyo. Tú fuiste quien se alejó, no él.— contesté a la defensiva.
—Como quieras.— dijo alzando las manos.— Tienes razón, ya no es asunto mío.— me dió la espalda y se fue, no sin antes girar la cabeza levemente y decir a modo de advertencia.— no confíes demasiado en él.
Como si le importara, pensé. Decidí ignorarlo y ponerme a ordenar el desastre que era mi habitación para pasar el tiempo. Cerré la ventana, pues una corriente de aire helado me rozó la espalda.
El piso estaba relativamente limpio, pero todo lo demás... bueno, lo que no va a parar al piso va a la cama, o el sofá, o el escritorio al otro lado de la habitación.
Mientras terminaba de quitar todas las cosas de este último, una pequeña caja llamó mi atención, una caja de madera que no veía desde hace años. Dos años, para ser exactos. Una de las enfermeras la había dejado en mi almohada unos días después de que desperté en el hospital.
No quiero abrirla, dudé unos segundos, y decidí dejarla a un lado. Cuando todo estaba limpio, mis ojos volvieron a dirigirse hacia aquella caja, la tomé entre mis manos y me senté a un borde de la cama. Temblando, levanté la tapa, encontrándome justo con lo que temía.
Una pulsera, con un pequeño dije de piedra en forma de estrella, sobre una foto en la que se nos veía sonriendo. La parte trasera estaba adornada con una fecha, 1886, y un pequeño mensaje. Era la letra de Jonathan.
"Recuerda, pase lo que pase, siempre juntos!"
Por un momento todo se detuvo, el aire se volvió pesado y el oxígeno no llegaba a mis pulmones.
De pronto la caja se estrelló contra la pared mientras un grito escapó de mi garganta, ni siquiera intenté contenerlo. Todos los sentimientos acumulados durante estos años salieron a flote, y me ahogué en un mar de lágrimas.—¿Qué es todo este escándalo? —apenas me quedaron fuerzas para oír su fría voz.
Sus ojos se dirigieron hacia la fotografía, ahora en el suelo, y soltó un suspiro. Recogió todo en silencio, casi sin mirarme, y devolvió la caja con sus contenidos al viejo escritorio.
Se fue sin decir más, y podría jurar que se alejó para que no lo viera llorar.
¿Será que aún le importa?
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Inferno © [Editando]
General FictionNo sé lo que pasó ese día, no logro recordar absolutamente nada, lo único que me queda es el recuerdo de un caballero, siempre dispuesto a ayudar con una sonrisa en su rostro; Jonathan Joestar. Pero desde entonces, parece que todo lo que alguna vez...