Sal a caminar, respira hondo, cuenta hasta diez. Tres cosas que pueda ver, dos que pueda escuchar y una que pueda tocar. Mecanismos de defensa se repiten una y otra vez en mi cabeza mientras oigo gritos en una habitación vacía.
No hay nadie ahí, lo sé, pero qué difícil es convencer a mi mente.
¿Cómo puede no quererme?
Ya no sé en lo que pienso, desearía verlo. Y Speedwagon no está aquí para devolverme a la realidad.
-¿Quieres dejar de hacer tanto ruido? Estás...- Jonathan observa mis nudillos llenos de sangre y ambos nos congelamos por un momento. Salió de la habitación y volvió luego de unos minutos con una pequeña caja blanca entre sus manos.
-Ven aquí.- Dice mientras se acerca.
-¡No me toques! - Quiero retroceder pero choco con una pared, y cada segundo empeora.
Un sudor frío recorre mi espalda mientras atrapa mis muñecas con demasiada fuerza a pesar de mis intentos de soltarme. Y en mis manos un frío líquido que arde como el fuego, y vendas que lo encierran junto a mi sangre.
-Tienes que dejar de hacer estupideces como ésta.- Su voz suena firme y sin emoción alguna.
-Tal vez deberías dejar de decirme lo que tengo que hacer.- Intento liberarme una vez más, hasta que mi cabeza golpea la pared.
-¡Intento ayudarte!- Sus ojos oscurecen con cada segundo que pasa.- Deberías agradecérmelo.
-¿Ayudarme? ¡Tú empezaste todo! Tal vez nada de esto estaría sucediendo, si no te hubiera conocido.- Su expresión cambia totalmente, y casi puedo sentir el peso de mis palabras.
Finalmente logro soltarme, y Jonathan me deja solo otra vez.
Ese día grité, lloré, deseé nunca haberlo conocido, pero la verdad es que a pesar de todo, no podría estar más agradecido de que se haya cruzado en mi camino.
No puedo odiarlo, no puedo permitirme eso, porque si lo hago no me queda nada.
Al menos para mí, no todo está perdido. Tal vez no sea demasiado tarde.
No dejaré que esto termine así, no sin antes haber peleado con todas mis fuerzas.
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Inferno © [Editando]
Ficción GeneralNo sé lo que pasó ese día, no logro recordar absolutamente nada, lo único que me queda es el recuerdo de un caballero, siempre dispuesto a ayudar con una sonrisa en su rostro; Jonathan Joestar. Pero desde entonces, parece que todo lo que alguna vez...