XI. Liberada

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"Resulta obvio que el azufre y el fuego

sean elementales para purificar

a la humanidad al final de los tiempos."

o

Tenía muchísima hambre, estaba seguro de que mataría por una hamburguesa barata, pero sabía que en aquel lugar siempre servirían esa comida de dudosa procedencia que sabía a... no, mejor no imaginar a qué sabía. Tenía que concentrarse en intentar abrir los ojos a pesar de lo cansados y adormilados que los tenía.

Finalmente abrió el ojo izquierdo y miró un cuarto blanco. El costado le dolía mucho y se dio cuenta de que estaba sobre una mesa y que la luz blanca del lugar le escocía los ojos de manera terrible y cruel.

De repente escuchó una puerta abrirse y cerrarse. Con gran esfuerzo logró enfocar a un hombre frente a él que tenía el cabello largo y negro, vestido con una bata de doctor y unos pantalones formales.

— ¿Cómo te sientes hoy, Kakashi? –inquirió Madara tranquilamente. Kakashi lo vio como si fuera un fantasma; con los ojos abiertos a su máxima expresión. Tenerlo cerca le provocaba miedo. Apenas extendió su brazo para levantarse cuando, con horror, Kakashi vio que la manga de su camisa era blanca, cosa rara porque él no recordaba haberse puesto una camisa blanca ese día pero luego se vio el pecho... no era una camisa lo que traía puesto. Tenía puesta una bata blanca de paciente. Se vio las manos blancas, eran las mismas manos del presente, ¡eran manos que tenían treinta años! Estaba en el presente, no había dudas. Entonces, ¿por qué estaba vestido así?

— ¿Qué rayos está sucediendo? –inquirió anonadado mientras reconocía a su tío como psiquiatra con su libretita para anotar cosas y sus lentes elegantes. Kakashi siguió acostado en la mesa de metal en posición fetal. Ni siquiera podía moverse de lo confundido que estaba.

— Tranquilo, Kakashi. Tuviste una seria crisis. Dime, ¿te encuentras bien?

A través de los lentes de Madara, Kakashi se vio a sí mismo. Sí, tenía treinta años... ¿por qué demonios estaba en el hospital? ¡Había salido de él a los 17!

— ¿Qué está pasando? –La voz de Kakashi tembló notablemente.

— Es un lindo día. –intentó conversar Madara sin responder la pregunta de Kakashi. Lo mejor era tranquilizarlo. –Hoy servirán gelatina de leche, esa te gusta, ¿no es así?

— ¿Dónde está Hinata? –inquirió mirándolo con sospecha mientras intentaba levantarse de la mesa metálica pero todo su cuerpo estaba adormecido.

— Kakashi, ya habíamos hablado de ello. –Sonó fastidiado. –Hinata solo es una alucinación tuya, tú la inventaste para entretenerte en algo. Si quieres salir de aquí algún día tienes que cooperar. Crearte mundos para escapar de la realidad no va a servirte.

— ¡Pero yo salí hace trece años aquí! –El miedo, el instinto de supervivencia le hicieron poder reunir fuerzas para al menos levantarse a la mitad y quedar sentado.

— Kakashi... —Lo vio con pena. –No has salido del hospital desde que ingresaste.

Kakashi se quedó pasmado al escuchar aquello. ¿Cómo diablos no había salido del hospital? Tenía que ser una broma, una muy elaborada y macabra broma.

— ¡No es cierto! ¡Salí y me convertí en uno de los mejores psiquiatras! –Argumentó con nerviosismo, con miedo de que no fuera verdad.

— Kakashi, ya basta de decir mentiras. Eres un paciente enfermo, pero eres mi sobrino, quiero que te recuperes y para eso tienes que darte cuenta de la realidad. Kakashi, llevas aquí como veinticinco años, ingresaste desde los seis y no has salido...

¡Que le corten la cabeza!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora