Capítulo 22

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Una cama de metro 90 fue el único testigo de los varios acontecimientos que ocurrieron entre ellas dos. Esta noche también iba a guardar uno, un poco más ardiente que la última vez. Kara cogió a Lena; a una pelinegra llena de deseo y hechizada porque ya no le importaba lo más mínimo de lo que estaba pasando. Estaba casi desnuda, con los pechos al aire junto a su vecina y no sintió una pizca de vergüenza. Se sentía deseada y mimada, sobre todo cuando la rubia le murmuraba que lo estaba haciendo genial, incluso le echaba piropos como "eres preciosa" o "tienes un cuerpo envidiable".

Nada más levantar a la azabache, Kara la devoró a besos mientras la conducía de espaldas hacia su cama, aprovechando para agarrar con fuerza su culo semidesnudo y acariciar su espalda pálida. La pelinegra no se quedó atrás y se aferró a su cuello, hipnotizada, jugando con los ricitos de su nuca. La rubia frenó cuando sus poplíteos chocaron con el borde de la cama y dejó de besar a Lena para sentarse.

Observó a Lena durante unos segundos. Ya había tocado ese cuerpo, ya lo había visto casi desnudo: en bikini, cambiándose, en toalla... ciertamente lo observó todo de reojo porque le daba vergüenza, ya que seguramente se quedaría mirando como una acosadora —y con razón—. Pero ahora la contemplaba con admiración. Le resultaba fascinante su vientre esbelto y pálido y se dijo que nunca había visto un cuerpo tan maravilloso como el de su vecina. Lo tenía que admitir; era preciosa, mirara por donde mirase.

Palmeó los muslos de Lena para que avanzara, cogiendo luego su cadera y espalda para ayudar a la pelinegra a sentarse en su regazo. Una vez que lo hizo, no fue Kara, si no Lena quién atacó sus labios con entusiasmo. Rodeó el cuello de la rubia con sus brazos y Kara volvió a su trabajo de estimularla lo suficiente para disfrutar de ella.

Sus labios se volvieron rojos e hinchados a causa de las mordidas juguetonas. Cada vez se entendían mejor. Cuando Lena se apartaba y echaba el cuello hacia atrás, indicaba que Kara bajase y devorase todo su cuerpo. Cuando Kara tiraba ligeramente del pezón con sus dientes, a punto de soltarlo, indicaba que Lena se inclinase y buscara nuevamente su boca.

Estaba muy excitada, debía admitirlo. Kara sabía que puntos había que tocar, que era lo que quería y cómo. Se preguntó alguna que otra vez si se había acostado con una chica antes que ella porque no se creía que tuviese un experto manojo sobre la situación.

—Abre la boca... —ordenó Kara con voz ronca.

Lena se echó hacia atrás, como mirando a Kara un poco confundida, aunque claramente no la estaba viendo. No sabía si se estaba burlando de ella o quería hacerle cosas raras. Kara, al percatarse que no se movía ni un pelo, su mano se estampó contra su mejilla delicadamente. La cogió y apretó suavemente, repitiendo la misma frase y obligando a Lena a abrir la boca. Lo que menos se esperaba la pelinegra que hiciese su vecina era introducir dos dedos.

Se quedó así, boquiabierta, palpando los dedos con su lengua sin entender muy bien su juego. Ella pensó que a lo largo de su adolescencia había follado poco, o el mundo de las lesbianas era diferente a la heterosexual, o es que Jack no sabía darle lo suyo y no experimentó lo suficiente.

—Humedécelos —ordenó en un murmullo y la pelinegra arqueó las cejas, una hacia arriba y otra hacia abajo: estaba totalmente confundida—. Hazlo con tu saliva, juega con ellos con tu lengua. Estos dedos van a acabar en otra parte.

Oh.

Ahora todo tenía sentido. No supo si era por tener prisa para acabar cuanto antes, si era porque estaba demasiado excitada cómo parar a pensar o porque estaba tan cachonda con unas simples palabras y hechizada por la rubia, pero su lengua actuó ipso facto. Los dedos se movían vagamente y la lengua de Lena jugueteaba con ambos, como si le estuviera haciendo una mamada. Mientras la pelinegra controlaba su índice y el del medio, la boca de la rubia succionaba su pezón.

Vecinas incontrolables | SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora