Capítulo 4

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La fiesta de graduación eran los mejores momentos de la etapa de un adolescente. Esa en la que por fin has finalizado los estudios y pasas a una escala mayor, en el que disfrutarás y compartirán anécdotas con tus compañeros antes de ir bachillerato o grado y que optativas quieres escoger para formar tu futuro y sacar nota para luego, después de completarlo, elegir la carrera que tú quisieras o que estarían dentro de tus posibilidades.

Habían pasado dos años y medio desde que Lena y Kara se hicieron, más o menos, amigas. Las vecinas seguían con sus trastadas y travesuras, aunque hicieron un pacto donde habría paz para cuando estudiaran y se ayudaran mutuamente en cuestión de trabajos mandados. Al fin y al cabo, el campamento funcionó. Hacían las paces, sobre todo, en las fiestas, navidades y cumpleaños, aunque los regalos dejaban mucho que desear.

Una vez, en el cumpleaños de Kara que caía justo después de navidad, Lena le regaló un libro de terciopelo rosa hecho por ella de cuanto idiota podría llegar a ser Kara acompañado de un calcetín sucio con la excusa de que así, papá Noel, podría traerle el carbón sin rechistar. Otros momentos, como el día de San Valentín, Kara le regaló una rosa marchita acompañado de una nota cuyo mensaje ponía: "tu gracia mata a las plantas más bonitas".

En el día de Acción de Gracias, Kara siempre agradecía que sus oídos todavía estuvieran intactos de los gritos de Lena. En cambio, la pelinegra daba las gracias por tener una voz tan potente como para seguir chillando a su vecina.

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Un día antes de la fiesta de graduación, Lena y otra compañera de clase, Sam, quedaron para ir juntas de compras para los últimos retoques. Solo faltaban los complementos y maquillaje, cosa que odiaba Lena, pero quería sentirse guapa por una noche.

—¿Vas a ir con Olsen al baile?

—Sí —contestó Lena—, es lo que tiene ir con tu novio. ¿Y tú?

—Aún no sé cómo puedes estar con él —hizo una mueca y Lena rodó los ojos—. Yo no sé con quién iré —encogió de hombros—, me los han pedido tantos que puedo escoger cualquiera. Creo que iré con Allen.

—¿Con Barry? No parece para nada tu tipo —comentó Lena divertida.

—Ni James el tuyo y estás con él. Yo pensaba que te gustaban las chicas y que acabarías con Kara.

—¿Con Kara? —se paró en medio de la acera con el ceño fruncido, mirando a su amiga por el espejo que tenía en la mano—. Si somos el perro y el gato, Sam. Para empezar, si me gustaran las chicas, ella sería la última mujer en el mundo en quien me fijaría —continuó peinándose el pelo antes de guardarlo en el bolso—. Y lo segundo; está con Matthews, así que tampoco es que le gusten las mujeres.

—¿Y qué? Eso no significa que no haya "feeling".

—¿Qué "feeling"? Si lo que siento por Kara son náuseas —hizo una arcada.

—Claro, sí —contestó Sam sin más.

Lena no hizo ningún comentario al respecto. No era la primera vez que se lo decían. Otra compañera suya, Andrea, le preguntó si tenía algo con ella para poder "atacar" o no. Lena negó, pero en ese momento Kara recién empezaba con Mike, así que esa relación nunca fluyó.

James, el novio que se echó nada más terminar el primer año para vivir la experiencia —una experiencia que duró—, también le insinuaba cosas, incluso se ponía celoso porque decía que Kara iba detrás de ella hasta que Mike le pidió salir nada más empezaron el segundo año y esas ideas se disiparon.

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Al día siguiente Lena se levantó para comenzar el día con buen pie. Miró hacia su armario y observó el vestido agua marina. Tenía el presentimiento de que iba a ser una gran noche, pero no un gran día ya que Kara apareció por su cuarto para levantarle de la cama.

Vecinas incontrolables | SupercorpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora