Capítulo 3

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La noche estaba iluminada por las estrellas y no hacía falta encender las luces por la luz que transmitía la luna llena en el ático de Lena. Así estaba ella, con todo apagado, tumbada en el sofá hojeando su teléfono y deslizando su agenda de arriba hacia abajo. Pasado mañana Diana Prince se presentaría para una especie de entrevista. Tampoco se preguntó el motivo, pero deseó que no fuese como Kara.

«Kara...».

Habían pasado tres días desde aquel gran error, o así lo había definido la CEO finalmente, o así lo quería creer ella. Ni se preguntó el por qué ni cómo ni qué pasaría luego después del encuentro sexual porque si lo hacía, se diría que era débil y llamaría a la rubia para hablar las cosas y eso no podía permitirlo después de que Supergirl y Kara, que eran la misma persona, la traicionaran y mintieran durante tantos años.

Simplemente quiso olvidarlo. Lo más increíble es que la heroína tampoco apareció por L-Corp ni por su ático desde entonces. Algo que le resultaba muy extraño ya que, conociendo a su ex mejor amiga, habría ido al día siguiente a exigir explicaciones, pero no. La melena rubia no apareció en ningún momento.

Se estiró tumbandose en el sofá y miró su móvil por última vez. Le dio al botón del bloqueo y tiró su teléfono a los pies, cansada de revisar algo que no debería estar haciendo. Soltó un pequeño bostezo y se irguió de nuevo para finalmente levantarse. Recogió su vaso de coñac y se dirigió hacia su balcón como lo hizo en estos tres últimos días. Aunque hoy sería diferente porque esta vez abriría las puertas de par en par. Su excusa fue que se sentía mareada porque llevaba casi siete vasos encima y necesitaba tomar el aire.

Se apoyó en el balcón y tambaleó su vaso de un lado a otro para luego tomar el último trago. Sintió que ya no le quemaba, que estaba acostumbrada a que los grados alcohólicos pasaran por su garganta y ni siquiera tosió del shot que se tomó de golpe.

Miró a las estrellas y ahí estaba de nuevo. Contuvo las lágrimas que querían salir sin permiso. Los sentimientos de dolor, de traición, de ira, de un roto corazón, las palabras escupidas por su hermano y un largo etcétera de emociones desagradables invadieron su pecho. 

Para no gritar, para no llorar, para no desatar la locura, tiró su vaso al vacío, como si eso lograra estar mejor. Arqueó hacia sus brazos que estaban apoyados en el balcón, escondiendo su rostro en ellos, preguntándose cuándo iba a parar esa presión en el pecho.

—¿Lena?

Un escalofrío recorrió desde las punta de los pies hasta la columna vertebral. Los pelos de los brazos se erizaron de una manera automática. Esa voz... no quería levantar la cabeza.

—No debes tirar cosas así porque podrías hacerle daño a alguien. O, peor, si el vaso se rompiera, quedaría añicos y si alguien se cayese, quizá un niño, podría clavarse los trozos —explicó suavemente, acercándose a la pelinegra.

—¿Y qué hay de mi? —susurró con un quejido y levantó valientemente la cabeza, cogiendo el vaso de mala manera de las manos de la heroína—. ¿Qué hay del daño que me hiciste a mi? Porque yo sería ahora el vaso sin que tú lo cogiese: hecho añicos —alzó el cristal con rabia.

—Lena... —sus cejas se juntaron y tensó la mandíbula, un poco dolida por aquellas palabras.

—No sé qué haces aquí, Supergirl, pero quiero que te marches.

—Tenemos que hablar —cruzó de brazos, dispuesta a no moverse.

—Ya sabes la respuesta.

—Quise venir estos días, pero tu balcón estaba cerrado... por si te lo habías preguntado —explicó mirando la mirada fulminante de la CEO.

Enemigas con derecho / Supercorp AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora