¡Salvéme General!

Capítulo 3: Mi vida es su capricho

Fue un largo viaje por los caminos y paisajes de la Alemania nazi, solo hacíamos algunas paradas para comer, ir al baño, cambiarnos de ropa o dormir, la parte más vergonzosa fueron las últimas dos, no podía evitar ponerme roja, porque para bañarme o ir al sanitario me quitaba las esposas, se quedaba afuera de la puerta custodiándome, sin embargo para vestirme al dormir y despertar, se ponía de espaldas a mí, aún sin la cadena, me ponía nerviosa el sentir su cuerpo en mi espalda; ni hablar de dormir, era toda una osadía para mí, me agobiaba aún que no me tocaba, solo descansaba junto a mí dándome la espalda.

Llegamos a un complejo de bunker, grandes edificios fortificados, parte de las estructuras están bajo el suelo, con gran número de vehículos militares que vienen y van, oficiales con diferentes uniformes caminan de un lado para otro, nos recibieron dos soldados para abrirnos el enrejado que permitía entrar al corazón del lugar, todos se les notaba ocupados, los dos coches fueron guiados hasta un aparcamiento por un par de oficiales, entonces se acercó un pequeño grupo de soldados.

- Los estábamos esperando señor Coyotes, señor Jean Jaquen y señor Ciffer ("así que sus nombres completos es Ulquiorra Ciffer, Coyotes Stark y Grimillow Jean Jaquen"), ya tenemos listas sus habitaciones en un momento empezara la junta de estrategia... - dijo el soldado rubio

- Bien Yylfordt Granz, gracias, para dejar nuestras maletas y reunirnos con el señor Aizen... - dijo Stark

El resto de los soldados comenzaron a bajar las maletas y de los dos vehículos, los auxiliares me miraban constantemente, lo que me hizo sentir apenada, el ojiverde solo me tomo de la mano con la esposa, entonces seguimos al pequeño pelotón, nos llevaron hasta un edificio con largos pasillos y grandes habitaciones, un par de soldados nos adelantaban, uno de los uniformados le indico al pelinegro una puerta, le extendió una llave, Ulquiorra la guardo en su bolsillo, el otro caballero le dejo sus maletas, hicieron un saludo, dieron media vuelta para retirarse, yo miré sonrojada al oficial que aún me sostenía por la muñeca, suavemente me soltó, abrió la puerta, tomó las maletas, ambos entramos, Ciffer encendió la luz.

- En lo que voy a junta, tú te quedas aquí aun debo de dar cuentas... - me ordeno el de pálida piel

Dejó las maletas junto a la cama, levantó su muñeca, sacó de su abrigo una llave y abrió la esposa, luego se acercó a mí, temblaba un poco, pero logre mostrarle mi mano encadenada, él la sujeto y desabrocho la cerradura, solo sonó la caída de la esposa al suelo, el oficial no dijo una palabra, simplemente salió del cuarto, cerró con llave, corrí a la ventana, era la primera vez en mucho tiempo que me sentía libre, abrí lentamente el marcó, estaba en un segundo piso, suspire, por un instante pensé en escapar, sin embargo dadas mis circunstancias sería un suicidio, así que preferí disfrutar del aire helado, mientras esperaba por el regreso de Ulquiorra, me puse a explorar la pequeña alcoba, solo había una cama por lo que me incomodo volver a dormir tan cerca del oficial de la SS, había una puerta que daba a un pequeño baño personal, en comparación a la habitación en Auschwitz está era de menor espacio, sintiéndome dueña por un momento de ese lugar, me quite los zapatos, las medias y brinque a la cama, abrace la almohada, después me quite el resto de la ropa y me dispuse a bañarme, después me recosté en la cama apenas vestida con mi ropa interior y la blusa, estaba feliz solo por estar sola, pronto me quede dormida.

Un ruido me hizo salir de mi sueño, me levante apresurada, se abrió la puerta, con un umbral de luz entró una silueta con una charola en la mano, me asuste, me arrincone aterrada en una orilla de la cama, se cerró nuevamente la puerta, dejándome en tinieblas, empecé a sollozar.

- No dejes tirada la ropa por todas partes, ¿qué no sabes que es de mala educación? – dijo la voz en la oscuridad

Se prendió el foco, era Ciffer con unos pocos alimentos.