Capítulo 1: En las puertas del Infierno

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Estoy en un tren atrapada camino al lugar más cruel que puede existir en Alemania, en pleno 1940, yo soy solo una bailarina de ballet, pero por cubrir a un amigo que era judío he terminado en este horrible trayecto al mismo infierno, no me queda mucho, por culpa de la guerra no he podido regresar a mi hogar en la Unión Soviética, solo quiero regresar a casa, pero no se ¿cómo hacerlo?, ¡por favor que alguien me ayude!, ¡por favor no me metan a ese lugar¡, ¡yo soy rusa!, ¡soy católica ortodoxa!

Un pequeño escuadrón de uniformados crueles nos obliga a descender del ferrocarril, la nieve cubre el lugar, pero aún con ese blanco manto un horrible y nauseabundo olor invade el aire, no puedo dejar de temblar, me aterra lo que me puedan hacer viendo a esas personas convertidas en esqueletos vivientes, solo me queda pedir perdón por parte de un oficial, pero ninguno de esos soldados nazi parece que me pueda ayudar, no son hombres de rango alto.

Busqué con la mirada un uniforme de la SS, un general, entonces lo vi, con su perfecto traje negro, con su swastika en el brazo izquierdo, con su gorra y botas, que resaltaba en la blanca nieve.

Se que es un suicidio lo que estoy pensando, pero es mejor que entrar a ese infierno, ¡solo quiero vivir!, en un descuido de uno de los custodios corro hacia el elegante caballero, la multitud detrás de mi empieza a amotinarse y forcejear, yo no p...

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Se que es un suicidio lo que estoy pensando, pero es mejor que entrar a ese infierno, ¡solo quiero vivir!, en un descuido de uno de los custodios corro hacia el elegante caballero, la multitud detrás de mi empieza a amotinarse y forcejear, yo no pretendía escapar, yo solo quería clemencia, los hombres dentro del campo de concentración me advierten que no me acerque al caballero de negro, me arrodille en la nieve y me abrace a sus piernas, estaba aterrada, sabía que ese hombre podría patearme fácilmente, afortunadamente se un poco de alemán.

- ¡Señor!, le ruego su piedad, yo no soy judía, soy ciudadana de la Unión Soviética, se lo imploro tenga piedad de mí... tengo forma de demostrar mi palabra... se lo juró... - le dije con desesperación

El frío caballero no cambio su expresión apenas agacho su mirada para verme, en aquellos hermosos ojos verdes no observe ni un pequeño destello de compasión, pero cuando los guardias venían por mí me aferre al joven lo más fuerte que me dieron mis brazos, él levanto su mano derecha con ese gesto los dos hombres se detuvieron, el escándalo entre los prisioneros empezó a agravarse.

- Muéstrame tus evidencias... - dijo sereno el oficial

Asustada saqué de entre mi brasier mis documentos, aún conservaba mi acta de nacimiento, pasaporte, certificado de la escuela de artes, Visa y un cartel de mi última presentación en la tomada Polonia, nerviosa se los extendí, él los tomó serio, no lo perdí de vista, revisaba uno tras otro meticulosamente, estaban en ruso y polaco, no sabía si el elegante oficial entendía una palabra de esos papeles, pero al menos probaba quien era yo, el guapo hombre levantó un poco su mirada de nuevo hacia mí, cerré los ojos esperando que me golpeara, sin embargo, no fue así, con un movimiento de su mano llamó a dos soldados.

- ¡Llévenla al laboratorio con Szayel (Josef Mengele)!, que espere hasta que yo llegue... - ordeno el pelinegro

- ¡Si señor (Rudolf Franz Ferdinand Höß) Ulquiorra! - acataron los dos subordinados

¡Salvéme General!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora