Anexo Seis.

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El lobo estaba limpiando sus patas en el agua del lago, luciendo relajado después de una buena cacería. Caine lo había visto degollar a ese pobre conejo con sus garras y dientes y había sentido la misma reacción del lobo cuando la tierra se cubrió de rojo profundo: una insaciable hambre que lo llamaba a correr por un pedazo de ese conejo, incuso había sentido el fuerte deseo de pelear contra aquel lobo por el premio.

Después de todo, se merecía un premio como un sabroso pedazo de carne. Había crecido, se había preparado tanto física como mentalmente. Ahora era más fuerte y sabía que muy pocos podían vencerlo. La última vez que lo habían humillado había sido hace mucho tiempo, y este mismo lobo frente él, junto con su manada lo habían querido doblegar hasta ser un Omega.

Ahora que lo tenía tan cerca y tan miserablemente inferior, no pensaba ser el que lamiera sus heridas con la cola entre las patas.

Su mandíbula se tensó y sintió sus dientes crujir en su boca mientras llamaba al cambio. Segundos después la metamorfosis llegó tan pronto que el dolor cada que sus huesos se encogían y ampliaban ya no era tan notorio. Al igual que lo que le parecería una terrible tortura la primera vez. Todos esos cambios de humano a lobo ahora los disfrutaba, ya que podía sentir la cercanía con el bosque, la cercanía con todo lo que le hacía sentirse libre.

Caine se dedicó a caminar con parsimonia sobre las agujas de los árboles en la tierra húmeda; una ventaja del invierno era que pasaba tan desapercibido ante los sonidos del ambiente como una libera pluma cayendo sobre el algodón. Le gustaba esa metáfora. Se mantuvo muy quieto y con el pecho cerca del suelo, tratando de camuflajear su pelaje entre los arbustos. Cuando estuvo cerca del lobo, se lanzó sobre este con el hocico abierto.

El lobo aulló cuando los dientes de Caine perforaron en su cuello, la sangre salpicando su rostro y trayendo consigo una sed inigualable. El lobo se removió para alejar a Caine y poder defenderse, pero por el ángulo en el que estaba agarrado era muy difícil. Sus gemidos quedaron ahogados cuando las mandíbulas fuertes de Caine apretaron en su yugular y pronto cesaron conforme la sangre se iba drenando de su cuerpo.

Caine no se alimentaría de uno de su propia especie, pero abrió con furia desde la garganta hasta el estómago del lobo, esperando que pronto los buitres se acercaran y se lo comieran.

Venganza: la palabra brilló en su mente, mientras retrocedía y limpiaba sus garras en el agua clara y fría del lago.

Raised by Wolves ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora