Capítulo Treinta y uno: Reconciliación.

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Cuando abrí los ojos lo primero que vi fue una mirada esmeralda observándome con curiosidad.

-¿Cuánto tiempo tienes ahí? -pregunté, sofocando un bostezo, me giré un poco para evitar que mi aliento mañanero le golpeara en la cara. La habitación no estaba completamente a oscuras, pero asumía que seguía siendo temprano por la mañana. Pasé una mano por mi cabello, sólo para encontrar un nido de pájaros.

-Lo suficiente como para ver que roncas toda la noche -North dijo con una sonrisa retadora.

Le miré incrédula.

-No es verdad. Yo no ronco.

Él río entre dientes. Bajé mi mirada hacia la cobija y la almohada sobre el piso.

-Siento que por mi culpa tuviste que dormir allá abajo -murmuré, tumbándome de espaldas para que así no pudiese ver mi sonrojo. ¿Hubiera preferido que durmirse a mi lado? Por supuesto que sí, pero no era como si lo fuese a admitir.

-Quería darte tu espacio -dijo en voz baja.

Me dediqué a mirar el techo como si fuese la cosa más interesante cuando dije:

-No es como si no hubiésemos dormido juntos antes.

-Pero había una pequeña niña de por medio.

Ah, Koda. Extrañaba a esa niña irritante. Esperaba verla de nuevo, cuando las cosas con la familia no estuvieran tan jodidas.

-Si estabas tan seguro de que no podías contenerte hubieses puesto una montaña de almohadas entre los dos -señalé.

-¿Querías que durmiera a tu lado, Jayden? -dijo. No había pizca de sorna en su voz, simplemente una pregunta curiosa.

Solté un suspiro silencioso pero no respondí. Aún con los ojos clavados en el techo, pude escucharle levantarse y caminar alrededor de la cama, para sentarse en el otro extremo.

Sentí su suave toque en mi mano y un escalofrío recorrió mi cuerpo.

-¿Jayden?

Pasé una bola de saliva antes de contestar.

-¿North?

-¿Estoy perdonado? -su voz tembló.

Una punzada creció en mi pecho y tuve que mirarlo para poder creer que lucía tan inofensivo como sonaba. Era la primera vez que lucía inseguro, era la primera vez que nada en él estaba confiado de sí mismo.

-Dime algo -murmuré, levantándome para quedar a su mismo nivel. Me preparé mentalmente mientras mis manos temblaban bajo las sábanas,- ¿Has matado a alguien? ¿Eres un mercenario o tienes gente que hace el trabajo sucio por ti? ¿Qué te hace diferente de mi hermano, entonces?

Vi su manzana de Adán moverse y tragar antes de responder en voz ronca.

-¿Recuerdas cuando te dije sobre el asesinato de mi madre? -esperó a que asintiera un tanto aturdida. No sabía en qué se conectaban ambas ideas-. Un año después de que tomé mi puesto como alfa, decidí poner gente a buscar quién había matado a mi madre y después a mi padre. Pasaron dos semanas antes de que me trajeran a dos hombres aproximadamente de cuarenta años, con pinta de drogadictos. El grupo que los había traído me dijo que estaban trabajando para la manada de Seaside, que no queda muy lejos de aquí. Ellos trataban de ganar territorio para poder seguir vendiendo su producto en este lugar, y para con seguirlo mataron a mi madre como advertencia. Me enteré que después cambiaron de planes y decidieron acabar con mi padre también. Ellos no sabían nada sobre mi porque nunca me habían visto, pero admitieron que me matarían si pudieran hacerlo. ¿Cómo crees que reaccioné? -preguntó, su ceño fruncido en frustración.

Me encogí de un hombro, sabiendo lo que venía. No podía retener mis lágrimas un momento más.

-Fueron los únicos dos hombres que he matado en toda mi vida, Jayden. Y lo volvería a hacer si fuese posible. Asesinaron a mi madre a sangre fría. Me dejaron solo y sin familia. Los odiaba. Los sigo odiando porque es su culpa que yo ahora esté aquí -Su pulgar pasó por mi mejilla, limpiando una lágrima-. Así como los odio, los recuerdo cada día, porque matar a alguien no es fácil, mucho menos matar dos personas. Jayden... -Tomó mi mentón para poder mirarme frente a frente, y mordí mi labio para evitar soltar un sollozo. Sus ojos me mostraban tanto tormento-. Estoy jodido, lo sé. Soy como un cáncer, maldito sea si no lo admitiera. Pero no puedo cambiar lo que soy, no cuando tengo que cambiar a veinte personas más y sus familias para empezar una vez más. Soy responsable de ellos, pero conocen esta vida desde que mi abuelo estaba a cargo, ¿cómo puedo evitar que sigan así? No tengo otra alternativa. Sé que esto sólo te hace verme como un monstruo gigante, pero no puedo cambiar.

-Te pregunté su eras tan malo como la gente me decía, y me respondiste que eras mil veces peor -lloré-. Y aún así sigo aquí. Sigo viendo al chico que me ayudó a salir de la nieve, y que me dejó llorar sobre él cuando me sentía como la mierda por mi hermano, que me defendió de su manada cuando estaba en peligro -levanté una mano a su mejilla áspera y me acerqué más. Sus ojos seguían en los míos, y sentí su mano posarse en mi hombro al mismo tiempo que me colocaba frente a él. Dí un largo suspiro antes de admitir-. Todavía sigo viendo al chico que me enamoró, no al alfa que ha hecho de su vida un lío.

Y me acerqué a su boca. Nuestros labios se rozaron como el toque de un algodón sobre la piel, pero fue suficiente para que me hiciera temblar. Sentí su aliento tibio en mi piel y al poner una mano sobre su pecho pude notar el latido de su corazón tan fuerte como el mío.

-Te amo, Jayden -admitió, y un escalofrío me recorrió hasta la punta de los pies-. Y si me lo ordenas, puedo cambiar todo en mi hasta que me moldees a la perfección. Seré lo que me pidas que sea, me convertiré en lo que quieras que me convierta.

Negué con la cabeza.

-¿Entonces dónde quedaría el North que amo?

Le besé antes de que las palabras lo golpearan. Le besé como quien toma aire para vivir, como quien toma agua para saciar su sed. Le besé con el ambre de mil personas famélicas, le besé con la necesidad de un hombre ciego deseando ver.

Y sobre todo, le besé de la única manera que podía hacerlo; dejándole saber que le amaba.

North acunó mi rostro entre sus manos, y si no fuera porque asumía que él no era la clase de hombres que llora, podría haber jurado sentir una lágrima deslizar por su mejilla. Sus labios se movieron sobre los míos, con pasión, con deseo, con alivio. En un momento estaba a su lado, en el otro estaba sobre su regazo, moviendo mis manos para sacar su camisa, lo cual me dejó hacer, y acariciando los planos de su pecho y absorbiendo su calor.

Su boca se separó de la mía por un segundo, sólo para decir con voz ronca:

-Te amo, Jayden. Nunca lo olvides.

Y me volvió a besar. Me reclinó sobre la cama con gentileza y se colocó sobre mí. Sus manos trazaron mis brazos, mi cuello, sujetaron mi cabello, y viajaron un poco al sur. Pero cuando vi que North no estaba intentando pasar más allá de besos y caricias sobre la ropa, entendí que no era el momento. Sus labios se separaron de los míos y lo extrañé de repente. Solté un suspiro y miré los tatuajes de su pecho. El número siete en su brazo. El esqueleto de un lobo bajando por su hombro. Había una rosa negra en el lado derecho de su pecho, rodeada de espinas y hojas marchitas. Entre los pétalos había una fina y gótica caligrafía en donde se leía Elena.

Mi dedo se movió por el tallo de la rosa hasta las espinas y luego a los pétalos. Besé su pecho y lo sentí tensarse sobre mí. Dejé mi mano recorrer por su hombro hasta su espalda, tocando los músculos firmes de su cuerpo, él soltó una exhalación entre dientes, poniéndose rígido. Sus ojos verdes me miraban con una chispa que nunca supe reconocer, pero que ahora me parecía tan familiar e intima.

-Eres de quien me enamoré, ¿cómo podría cambiarte? -susurré.

North inclinó su frente contra la mía y su nariz jugó con mi nariz. Con una media sonrisa, replicó:

-Gracias.

Aunque no sabía exactamente por qué me daba las gracias, me sentí bien por haberle ayudado.

Raised by Wolves ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora