Capítulo Diecinueve: Un Lobo, un Asesino, y un Lugar Secreto.

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Caminé hasta la parte trasera de la casa, mis botas ahogándose en la nieve derretida, el sol comenzaba a calentar Astoria y traía consigo un buen indicio de fin de invierno. Podía oler la fresca esencia del bosque y escuchar las agujas de pino bajo mis pies. Podía sentir las ramas de los arboles acariciar las mangas de mi chaqueta y ligero viento volar mi cabello. Estaba caminando rumbo a lo desconocido. No recordaba que este fuese el camino hacia el lugar secreto que Caine y yo compartíamos antes de... antes de todo.

Pero estaba decidida a encontrarlo.

Era muy temprano en la mañana, y había dejado una nota en la mesa de la cocina para mi madre, diciéndole que había ido a caminar con Dakota. Sólo esperaba que no la llamase para corroborar que estaba con ella, ya que entonces todo se iría a la basura. No habían traído mi celular, en caso de que alguien me llamara. No quería distracciones, quería sentirme tan conectada con el bosque como alguna vez lo había hecho.

El bosque siempre me habían parecido un laberinto lleno de magia, en donde las barreras desaparecían cuando sabías por dónde caminabas correctamente. Los árboles se abrían para dejarte pasar, los sonidos de las aves en sus ramas ponían la música de fondo, el cielo quedaba oculto a la manera correcta para hacerte sentir en un lugar diferente. Para mi, el bosque era como el mundo de Alicia en el país de las maravillas.

Y sin embargo, a veces se convertía en el bosque de Caperucita roja y el lobo.

No estaba encontrando el lugar. En momentos como este me parecía que jamás podría salir de las sombras que las ramas de los altos arboles creaban, y que terminaría siendo una de las tantas almas que rondaban en el lugar. Una sensación sofocante creció en mi pecho cuando me encontré sin saber mi orientación.

-No puede ser tan difícil encontrar un lugar que no se mueve. - murmuré para mi misma, pisando con sutileza el tronco dormido sobre la tierra húmeda. No podía ser tan difícil, pero nunca había regresado después de que Caine de había ido.

Hasta que lo vi. En el fondo del camino, la pequeña luz que se reflejaba en las aguas cristalinas del lago.

Corrí hasta mi final del túnel que arbustos y follaje creaban, sin importarme el crujir ruidoso de las ramas bajo las suelas de mis zapatos. En mi creció una pequeña esperanza. ¡Estaba regresando a nuestro lugar secreto! Las cosas iban cada vez mejor.

Pero todo sentimiento de alivio se esfumó cuando vi el animal despedazado, su sangre manchando el sereno escenario.

El aire salió de mis pulmones y tropecé hacia atrás apoyándome contra el áspero tronco. Las náuseas me golpearon en la cara cuando el olor fétido llenó mis fosas nasales.

El animal estaba irreconocible, pero capté rastros de un par de orejas redondas y una cola larga. No era un perro. No era un zorro. Era un lobo.

Y los bichos de la tierra lo estaban devorando como un delicioso manjar.

Su piel destrozada estaba abierta de par en par desde la garganta hasta el estomago, como si alguien hubiese tomado un cuchillo y cortado a lo largo. Sus intestinos estaban expuestos y había moscas rondando por obtener una pieza de sus desechos.

Un buitre se posó en su cráneo, y comenzó a picar sus ojos.

No pude resistir el impulso de vomitar, y caí doblegada en la suelo, mis rodillas clavándose dolorosamente sobre las piedras. Mi garganta ardió cuando las arcadas se apoderadon de mi cuerpo y clavé mis dedos entre la tierra húmeda. Mis ojos se llenaron de lágrimas y empecé a toser con fuerza, las nauseas no me dejaban parar.

Escuché voces. Escuché pasos. Escuché un par de maldiciones y gruñidos.

Tenía que salir de aquí, no podía quedarme en un lugar donde se había cometido una atrocidad y probablemente el asesino venía a reclamar su trofeo.

Raised by Wolves ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora