Capítulo Dieciocho: Amargos Recuerdos y Deudas Saldadas.

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Después de que North se fuera, caí rendida en mi cama.

Y soñé con Caine.

Estábamos en verano, el sol calentando mis brazos desnudos y mis pies tocando la arena húmeda. Caine yacía a mi lado, su mirada en el lago frente a nosotros sus codos sobre la arena y en una mano un cigarrillo. Odiaba que mi hermano fumara, pero después de que fuese mordido había encontrado una manera de mantener calmadas sus constantes ansiedades y nervios.

Yo estaba su lado, mis piernas era mucho mas cortas, mis brazos mas delgados, mi cabello oscuro tocaba la arena en la que estaba sentada.

No había llevado el cabello tan largo desde los once años.

—Necesito decirte algo.— Caine murmuró, sacudiendo el cigarrillo en su mano. Las cenizas cayeron en la arena. Abrí mi boca para decirle que no podía contaminar una área pública, pero él continuó. —Me voy de la casa.

Lo miré escéptica, esperando que sonriera y que me dijera que todo era broma. Pero sus labios estaban fruncidos, y sus cejas juntas. Aún mirado al agua transparente del lago.

—¿Por qué?

—No quiero seguir tolerando este pueblo de mierda. No quiero vivir bajo la risa de la manada.

—¡Puedes cambiar de manada!— chillé desesperada, levantándome de la arena para enfrentarlo.

—¡No puedo! — gritó. Sus ojos cayeron en mi, furia irradiando de ellos. —No puedo, Jay.— repitió en voz baja, levantándose para mirarme desde arriba. —Tendría que morir antes de que me dejaran cambiar de manada. Estoy harto de ser así. Joder, estoy harto de ser el Omega. Tengo dos opciones: puedo pelear por ser el alfa o bien, puedo huir.

—Tengo una opción para ti, puedes hablar con ellos. Apuesto a que lo entenderán.

—¡Joder, Jayden, no estamos hablando de algo tan simple! ¡Estar en una manada es como estar en una pandilla!— me jaloneo de los brazos con brutalidad, lanzándome contra el agua fría. Mis huesos se helaron y mis dientes castañearon mientras miraba a mi hermano con incredulidad.

Me había hecho daño a propósito.

Y no se veía arrepentido.

Aguanté un sollozo mientras salía del agua, mis shorts color lila arruinados al igual que mi camisa de Elvis Presley. Mi pelo caía sobre mi cara como el de un perro lanudo. Mojado y rechazado.

—Espero que no le digas a Ynyr.— señaló. No estaba segura de a qué se refería: si al hecho que se iba de la casa o a que me había arrojado al agua deliberadamente.

***

Me desperté exaltada esta mañana. El sueño había sido real, había sido algo que había olvidado desde hace tiempo, o algo que no quería recordar, desde que fue una de las pocas veces en las que Caine me había hecho daño.

Mi cabeza dolía, y mientras me bañaba para ir a la escuela, había llorado.

Estaba harta de llorar. Me dije a mi misma que sería la última vez que lloraba por el pasado.

Dakota notó mi pesimismo por la mañana cuando había llegado por mi, pero no comentó nada hasta la hora del receso cuando dijo:

—¿Quieres que nos larguemos de la escuela por las próximas cuatro horas?

Yo había asentido torpemente.

Dakota estaba conduciendo, una canción pop sonando en su iPod. Sus uñas color rosa pastel tamborileaban en el volante. Cuando se paró en una luz roja, me miró de reojo.

Raised by Wolves ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora