:= Amanda =:
Estoy segura que las alucinaciones no están dentro de los síntomas de embarazo. Estar alejada de la puerta me deja apreciar cómo llega al mostrador donde Rigo la recibe con una sonrisa, pero yo siento que hasta el alma se me salió del cuerpo al verla quitarse los lentes solares.
Sus ojos marrones, a pesar de la distancia, me encuentran y yo bajo más mi cabeza para ocultarla detrás del restirador. ¿Qué demonios está haciendo la hermana de Adán aquí?
Una remodelación no creo. O quizá sí, no debo de estar nerviosa o algo similar. Solo es la hermana de quien se supone tendré un bebé. Puede que solo quiera una cotización para algún proyecto.
Pero no debe de ser casualidad que justo haya llegado a esta empresa, habiendo tantas y con muy buenos arquitectos.
Continuo detallando la parte exterior del edificio Luvoel cuando escucho tacones acercarse y algo me dice que no es de mis compañeras de trabajo. Trago saliva y cierro los ojos, esperando, como si Adara trajera una bomba que al llegar a mi lado no tardaría en explotar.
—Amanda —levanté la mirada, enfocando solo a Rigo—, la señorita Ramírez quiere hablar contigo.
Desvíe los ojos hacia ella y asentí con lentitud.
—Gracias.
:= Adán =:
No pierdo de vista la puerta, esperando a que mi hermana salga, pero se paró frente a un escritorio y después se adentró más en el edificio.
Cruzo la avenida, pensando en si debería entrar. Adara tiene sus propios proyectos, sin embargo, siempre nos habla de ellos para pedirnos consejos, y más a mí, pues el despacho maneja todo lo legal de sus tiendas.
No pierdo nada con entrar, no es como que tenga otra cosa por hacer más que ir a casa a sentarme en el sofá con Picky dormida a mi lado mientras pienso en que comeré ese día.
Una campanilla electrónica suena cuando abro la puerta, asustándome un poco, logrando llamar la atención del chico que atendió a mi hermana.
—Bienvenido a Arquificio, ¿en qué podemos servirte?
—Ah —lo medité, paseando los ojos por lo que podía ver del edificio, sin ser capaz de dar con la presencia de Ada—, vengo con la señorita Ramírez; soy su hermano.
La mirada que me echó me puso incómodo y no tardé en sacar mi identificación y, para un bonus, una foto donde salimos los tres hijos de los Ramírez.
—Soy su hermano, ¿ves?
Asintió no muy convencido y señaló hacia atrás.
—Está en una sala de juntas con la señorita Báez. Las paredes son de cristal, dará rápido con ellas.
Le agradecí y me adentré a una empresa completamente diferente a la mía, iniciando por el ruido que llena el lugar. Aquí es todo movimiento y allá no se escucha ni una mosca. Es más, hasta he pensado que cuando se mueven, lo hacen en puntas, porque solo se escuchan los tacones de Zoey y Romina —nuestra otra asociada— cuando caminan, los demás parecen ninjas con planes de un ataque sorpresa en cualquier segundo.
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Te propongo un desliz
Teen FictionAmanda acaba de salir de una relación de años por un error que cometió. Ahora, a sus 25 años, debe afrontar qué será madre soltera, sin conocimiento del padre. Adán, un abogado reconocido, se siente perdido, a sus casi 40 años siente que la vida se...