VEINTISÉIS

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:= Adán =:

Fue bueno mientras duró.

—Si no se vuelve a dignar a aparecerse... —advierte Amanda, echando los juguetes de Picky a la bolsa. La miré y tiene el ceño fruncido, mascullando con enojo las veces que golpeará el rostro de Zoey por romper el corazón de un ser que no lo merece.

Me causa gracia verla así, no lo voy a negar, pero también apoyo la noción diciendo:

—Tendré que pelear manutención.

Pero ella no me presta atención, cierra la maleta de Picky y sale de mi habitación. Sé que Zoey ha dejado plantada a nuestra cachorra dos veces, y pensé que esta sería otra semana más sin ver a su madre, por el puente largo qué hay, pero anoche recibí su mensaje, preguntando si estaría para pasar por ella.

No pude decirle que no, quizás Picky ya se acostumbró a su ausencia en la casa, pero eso no quiere decir que no deseé verla y jugar con ella. La cuidamos juntos de bebé.

Salgo en el momento justo en que el timbre suena. Suelto un suspiro y entré a la cocina. Han pasado tres semanas de la propuesta de matrimonio, y mientras más pasa el tiempo, más seguro estoy de que nada volverá a la normalidad entre nosotros. José es mi familia, pero, siendo honesto, siempre nos evitábamos, así que no es momento de hacer buenas migas porque no va a pasar.

Miré sobre mi hombro cuando Amanda abrió la puerta principal, pero volví a hacerme menso con la verdura ya picada, todo vale para evitar ver a la que fue mi prometida y ahora es la de mi primo.

—Vine por Picky.

—Aquí están sus cosas. Nos vemos la semana que viene, Picky.

Y después escucho la puerta siendo cerrada. Me giré.

—Eso fue rápido —resalté.

—¿Querías que habláramos del clima? Puedo llamarla y preguntarle si se le ofrece un café. —Levanta el pulgar y solo se me ocurre encogerme de hombros.

—No he comprado el café de su agrado, así que creo que te lo negará.

—Si sabes que lo decía en broma, ¿no?

Le sonreí y me di la vuelta para sazonar la carne. Ella soltó un suspiro.

—Creo que la detesto más que tú.

—No soy un ser rencoroso.

—Ya sé que envenena el alma —murmuró. Se acercó a mi lado, tomando una rodaja de zanahoria del cuenco—, pero no puedo evitar enojarme. Vales mucho para sufrir así. —Toma otro pedazo—. Por eso decidí alejarme de Eder, es mucho para mí y debo dejarlo ser feliz.

Me dispongo a cortar más zanahorias cuando ella seguía agarrando de la ensalada. Siempre dice lo mismo de dejar ir a su ex, en cualquier conversación lo mete, y solo me da gracia, porque intenta convencerse de que es mejor dejarlo ir, como un pajarito que estuvo por mucho tiempo entre los barrotes de su jaula.

—Feliz con Andrea —agregué en un susurro.

—Sí, así como tú dejas que Zoey sea feliz con José. Andrea es lo mejor para él.

Te propongo un deslizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora