VEINTIOCHO

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:= Amanda =:

En definitiva, odio cuando tienen que sacarme sangre, pero comprobé que me duele más una punción rápida en el dedo, que cuando pinchan mi pobre vena. Es para un bien, me repito para no mandar a volar a la chica que recolecta mi sangre con su mano temblorosa que hace que me duela más.

Al menos mi glucosa está bien y, por lo qué dijo la doctora, también el bebé. Me dio permiso para ya hacer ejercicios ligeros y aparentemente yo no salía a correr con Adán de vez en cuando.

Siempre había querido practicar yoga, creo que será un buen momento para hacerlo. No quiero exponerme a correr de más, se supone que las amenazas de aborto espontáneo se da en los primeros tres meses, pero eso no quiere decir que no pueda suceder después.

El resto del día en el trabajo fue sencillo y llevadero, lo único que eclipsaba mis pensamientos eran los mensajes que le había enviado a Tobías, pidiéndole verlo y el número de su amigo, para también avisarle que tenía que decirle algo importante.

En mi puesto de trabajo, saqué la ecografía; ya no parece un cacahuate, se puede distinguir su cabeza y cuerpo. Catorce semanas no pasan en vano. Observé mi copia, cuidando que nadie estuviera cerca, y acaricié el papel con las yemas de los dedos, con un calorcito creciendo en mi pecho.

¿Cómo fui capaz de considerar abandonarlo con Adán, al inicio del embarazo? Supongo que es entendible después de pensar que podía terminar igual que mi pobre muñeca. No me sentía con la capacidad de cuidar de otro ser vivo, y sigo sin sentirme completamente apta, pero nadie está preparado para ser padre, se aprende en el camino y se espera ser suficiente.

Espero ser suficiente, pero tengo miedo de estropearlo, de hacer que me odie por entrometerme demasiado en su vida o, de lo contrario, por no meterme lo suficiente y que sienta que no lo quiero.

Vaya, ser padre es más difícil de lo que pensé, y mi hijo apenas se está desarrollando. Eso me hizo pensar en los míos, los abuelos de este bebé; me pregunto si siguen sintiendo vergüenza por mí, por lo que hice con mi vida; pero también considero que no he hecho nada malo. Sí, engañé a mi novio, pero ellos no saben eso.

No merezco que se avergüencen de mí; salí bien de la universidad, tengo un buen trabajo y acabo de firmar un contrato enorme. Salir embarazada no es algo de lo que se tengan que avergonzar; ya no vivimos en el siglo pasado para concebirlos en un matrimonio.

Sí, es lo ideal, por la imagen de la familia que se nos ha mostrado por años, pero no siempre se tiene que seguir la misma fórmula. Ni siquiera en las matemáticas es necesario hacer el mismo procedimiento que los demás, con tal de llegar al mismo resultado es suficiente. No importa si lo haces mental, ocupar diez mil ecuaciones o solo una, el caso es lograr resolver el problema.

En esta situación, lo ideal es que vivías tu vida bajo tus reglas, después de todo, lo importante es lograr la felicidad. Y esto me está haciendo muy feliz.

Solté un suspiro y guardé la ecografía dentro del sobre amarillo. Le coloqué una estampilla y la dirección de la casa de mis padres. Es su elección conservarla o desecharla, pero me gustaría que al menos lo conocieran de esta forma y se permitan tenerlo en sus vidas, como el único nieto que tienen.

Me despido de mi jefe y vuelvo a subir al auto de Adán para ir a casa, pero antes le pedí pasar por una frutería, y no se negó. Cuando llegamos supe porqué: se estacionó frente a una y sacó su impresión de la ecografía, observándola con ojos ilusionados.

Lo que quería era comprar peras. Tomé una y la observé con atención, resistiendo la tentación de colocarla sobre mi vientre, pues la doctora dijo que este era el tamaño de mi bebé, aproximadamente. Eché varias en una bolsa; no fue la única fruta que me llamó la atención.

Te propongo un deslizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora