3 de Septiembre, 2020. Jueves.

1.4K 60 13
                                    

3 de Septiembre, 2020. Jueves.

Miro mi reloj, son las 17:01h de la tarde, todavía me quedan 2 horas de trabajo más. Estoy deseando que termine mi turno, no me voy a quedar a hacer horas extras, ayer no pude ver a Eva y hoy estoy deseando poder estar a su lado otra vez.
Solo espero que sirva de algo tirar tanto del hilo que he encontrado, no lo he dicho aún en comisaría, nadie sabe algunos de los últimos descubrimientos que he hecho y que podrían llevarnos hasta Anne en unos días.

Tenía pendiente la visita al barrio de Fernando, alias "El robot", y ayer fue el día. Intenté pasar lo más desapercibido que pude y también retener el máximo de detalles posibles, lo que menos me esperaba es que podia darme una pista crucial.
Y así fue.

"El sol empieza a ocultarse detrás de los altos y viejos edificios delante de los que me encuentro. Aunque Manu no quisiera que me acercase a este barrio, yo tenía una visita pendiente.

"-Hoy no voy a poder ir a verte, tenía muchas ganas."
"-¿Horas extras?"
"-Sí."
"-Cuando encontremos a Anne, quiero que te tomes unas vacaciones, para estar solos tú y yo."
"-¿Australia está lo bastante lejos para que no nos molesten?"
"-Me gusta."
"-A mí me gustas tú."
"-Idiota y cursi, lo tienes todo."
"-La verdad es que sí."

Guardo el teléfono en mi bolsillo después de mandarme mensajes con mi castaña de ojos azules. Después de salir de comisaría el lunes, fuimos a mi casa, y lo último que hicimos fue coger mi ropa. Nada más cerrar la puerta de mi casa, fue Eva quién me sorprendió al besarme sin darme tiempos a que lo hiciera yo. Eso solo me demostró que ella tenía las mismas ganas de mí que yo de ella y me encendió como si de la mecha de un cohete me tratase.
Se me eriza la piel y me recorre un escalofrio por toda la columna vertebral al recordar como no esperamos a llegar a la habitación para volver a ser uno, como la ropa iba volando como si fuesen los caramelos en una cabalgata de reyes.
Pasamos horas recuperando el tiempo perdido, recuperando las noches y las caricias que nos habíamos negado días atrás. Los dos estamos sumergidos en un juego de sentimientos a flor de piel en el que yo tengo que esperar a que ella esté segura para decirle que la quiero. Porque es así, la quiero y no me costaría nada decírselo mirando a esos ojos en los que me perdí desde la primera vez que los vi.

Me obligo a despejar mi cabeza de esos pensamientos, tengo que concentrarme ahora en encontrar algo que nos lleve hasta Anne. Muerdo mi labio inferior al volver a recordar la sonrisa de Eva mientras volvíamos al coche para ir hasta su casa.
¡Ya Hugo! Unas voces hacen que esos pensamientos se vayan de un plumazo y mis ojos se abran al ver a alguien que no pensaba ver aquí.

-¿Estás loco? ¡Te están buscando!
-No saben que soy yo, no tienen nada.

"El Robot" pasa delante del coche donde estoy sentado discutiendo con una mujer. Me agacho intentando que no me vean pero no puedo escuchar nada más.
Y entonces salgo del coche, quizás me estoy arriesgando demasiado pero tengo que hacerlo.
Hago el menor ruido posible al cerrar la puerta y posteriormente el coche. Parece que nadie ha reparado en que un rubio delgaducho con una sudadera negra ha bajado de un coche y ha comenzado a andar a varios metros de otras dos personas.
Perfecto.
Mi persecución acaba cuando entran en una casa, apunto la dirección rápidamente en mi teléfono. Siento una punzada en la cabeza y todo se vuelve negro."

Me froto la parte trasera de la cabeza con la mano, aún me duele el golpe por el que perdí el conocimiento. Menos mal que tuve suerte, más que si me hubiese tocado la lotería.
Me llevaron a un sótano oscuro y húmedo, me encontraba atado a una silla y solo una bombilla que no proporcionaba demasiada luz al lugar.
Me temía lo peor, no encontraba la manera de salir y me dolía la cabeza como si me estuvieran golpeando con un martillo sin parar.
Pero mi suerte tiene nombre y apellidos, Eva María Barreiro García. Ella sin saberlo, sin proponérselo, me había salvado.
Se abrió la puerta y delante de mí apareció una chica, no tendría más de 18 años, me miró, me sonrió y empezó a desatarme después de decirme unas palabras que no voy a olvidar en la vida.

Te prometo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora