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El tiempo transcurría a veces lento a veces rápido en la capital del Reino Unido. En ocasiones tenía mucho que ver con su estado de ánimo que subía y bajaba al ritmo de las noticias procedentes de España, y en particular las que hacían referencia a Eleazar. En otras oportunidades se debía a la climatología de Londres ligada a la perpetuidad de la lluvia y la niebla.

Un día más a principios del mes de septiembre la llovizna la recibió presagio de un otoño prematuro en cuanto puso un pie en la calle. Entrecerró los ojos para mirar el cielo cubierto de nubes preñadas de agua. Una voz áspera la sacó de su ensimismamiento.

- ¡Christine! ¿Quieres que te lleve a casa?

Se giró para mirarle y le respondió.

- No es necesario, Martin. Me gusta caminar bajo la lluvia.

El hombre insistió persistente.

- ¿Estás segura? Tienes un buen trecho hasta el metro.

- ¡Estoy segura! Gracias. - Miró de nuevo hacia el frente y dejó de prestarle atención. El hombre desilusionado abrió su paraguas y se despidió con un fuerte suspiro.

- ¡Cómo quieras! ¡Hasta mañana!

-Hasta mañana. - Le contestó apática. El hombre caminó con paso firme en busca de su coche. Martin Henderson era uno de sus compañeros de trabajo y desde el mismo día en que la vio no había parado en su empeño por conquistarla para llevársela al catre. Debía reconocer que era obstinado; pero ella siempre le rechazaba. Admitía, (porque no estaba ciega), que no estaba mal. Era alto y fuerte. De pelo oscuro y mirada gris intensa con tonos verdes. Sin embargo ella solo pensaba en otro moreno con una mirada igual de penetrante pero azulina.

Respiró el aire cuajado de humedad y salió del soportal que la cobijaba a la intemperie y de manera maquinal abrió el paraguas. Ya estaba acostumbrada a esos días pluviosos y no quería llegar empapada a la estación de metro de Sloane Street hasta la que tenía que caminar alrededor de ocho minutos recorriendo Lyall Street e Eaton Square. Tomó con fuerza el mango de su frágil defensa frente al agua y atravesó la bella y verde arboleda que envolvía a su lugar de trabajo: El Instituto Cervantes de Londres. Un hermoso edificio de estilo clásico y magnífico frente de estuco blanco con unos impresionantes capiteles corintios y tímpanos de arquitectura griega, y que se encontraba situado en una de las zonas residenciales más caras de la ciudad: El Barrio de Belgravia enmarcado por jardines encubiertos y viviendas selectas, cuyos precios rozaban la honestidad, junto al encanto de viejas iglesias de piedra. Caminó por la acera de la derecha que era minúscula en comparación con la calzada de dos vías, e intentó hacerlo lo más apegada posible al interior para evitar ser salpicada por los automóviles que circulaban a bastante velocidad. No tardó en alcanzar Holbein Place y con ello atisbó a ver la entrada al metro con su famoso logotipo del círculo rojo atravesado por un rectángulo azul con la palabra "UNDERGROUND". Pasó de lejos por el puesto de flores donde solía comprar casi todas las semanas un ramito de azaleas, margaritas o tulipanes. Aunque sus favoritas, (porque le recordaban a Madrid), eran los claveles sobre todo si eran rojos. El rojo estaba muy presente en Londres se dijo para sus adentros mientras entraba en la estación y cerraba su paraguas bañado por completo de agua de lluvia. A los londinenses debía fascinarles ese color. Estaba en el logo de su metro, en las casacas de sus soldados, en sus famosas cabinas telefónicas y también en sus archiconocidos autobuses de dos plantas. El rojo era una obsesión que la ciudad repetía tanto como Eleazar con su aversión a los labios rojos. Las putas de su padre. De las que le había hablado unas horas antes de ser arrestado. Sacudió el paraguas con energía. La misma que empleaba para sacar de su mente esos pensamientos. Pasó su tarjeta magnética Oyster para cruzar el torno y esperó en el andén de la línea District-Upsminter a que llegara su tren. "Puntualidad británica" se dijo al entrar en él justo a los tres minutos, que era lo que distaba de una travesía a la siguiente.

Para siempre Dulce y Amargo. (Henry Cavill)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora