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A eso de las tres de la madrugada se despertó sobresaltada y se incorporó en la cama con la vista perdida en el alto dosel que tapaba la cama.

"¿Qué la había asustado tanto como para despertarla con el corazón a punto de salírsele de la caja torácica?".

Lo recordó al instante. La imagen del anciano Montero quien había sobrevolado desde La Torre de la Reina hasta llegar a su ventana para mirarla suspendido en el aire a través del cristal con mirada obscena e irreal. Los ojos de un perturbado.

Observó en la penumbra ambos ventanales, los dos permanecían tapados por las tupidas cortinas que Laura se había encargado de echar antes de irse a dormir. Todo había sido una pesadilla pero tan real como la gelidez que sentía bajo la piel en esos instantes. De repente sintió un pinchazo en la rodilla seguido de un hormigueo en ambas piernas. No podía seguir acostada allí. Se sentía como una doncella apresada en una fortaleza inexpugnable. Pese a la hora intempestiva y a la oscuridad que la rodeaba decidió levantarse y salir del dormitorio. Recordaba dónde se encontraba la cocina. Bajaría hasta ella para tomar un gran vaso de café con mucha azúcar. Echaba en falta su buena dosis de cafeína. La necesitaba tanto como un drogadicto ansiaba una gran cantidad de heroína en las venas. Se puso sobre el fino pijama una chaqueta de punto y con cierta aprensión quitó el seguro de la puerta y salió al corredor que se mantenía inquebrantablemente helado. Se resguardó del frío rebujándose bien bajo la chaqueta y caminó hacia las escaleras que había al final del largo corredor. La rodilla respondió bien al ejercicio y se notaba menos inflamada así que aceleró el paso para llegar cuanto antes a la escalinata, que por efecto del miedo cada vez veía más lejana. Entonces percibió un tenue sonido musical. Agitó la cabeza hacia un lado y otro negándose a reconocer la existencia de la música a esas horas de la noche. "Unos pocos metros más y la alcanzarás, Cris. Tranquila. Los fantasmas solo son ilusiones de tu mente calenturienta".

Pero sin obedecerle sus pies se pararon justo frente a una puerta entreabierta. Parada junto a ella su corazón comenzó a latir con fuerza y la curiosidad acabó por vencer a la razón. Se acercó hasta ella y la empujó con suavidad. La delicada melodía brotaba de allí. El dormitorio estaba bañado por una luz azulada proveniente de una gran pantalla de plasma. En ella se veían dos figuras en un escenario. Un hombre y una mujer. A los dos los identificó como bailarines de ballet clásico. Etéreos interpretaban un cortejo amoroso. Esa música y el decorado que reproducía un lago. Se trataba del "Lago de los Cisnes". El hombre alzaba en sus brazos como a una pluma a la mujer que sonreía dichosa. En un plano más corto pudo verla bien aunque el vídeo era antiguo y se veía algo distorsionado. Era de tez morena, pelo negro, al igual que sus ojos, y su estatura era reducida. Ante la pantalla sentado en un sofá el jinete observaba absorto las imágenes. Cristina con sorpresa se vio reflejada en la bailarina y los recuerdos acudieron a su cerebro a borbotones en forma de palabras. Se encontraba en la Discoteca Pachá de Canarias entre los brazos de Eleazar cuando ella preguntó.

- ¡Te mueves muy bien! ¿Dónde aprendiste a bailar así? -Sintió como los músculos del jinete se envaraban por un momento luego recuperó la serenidad y le explicó.

-  "Me enseñó mi madre. -Sus ojos se volvieron evocadores y continuó con su explicación. - Siempre le gustó el baile. De pequeño me apuntó a bailes de salón. Ella misma los practicaba. Era una excelente bailarina, incluso dio clases de ballet clásico en su juventud; en la escuela de la Ópera de Paris".

Esa había sido la primera vez que Eleazar le habló de su madre. Carmen Adarre. Sin medir las consecuencias abrió la puerta de par en par e interrogó.

- Ella... ¿Es tu madre, verdad? –Tomado por sorpresa el andaluz miró hacia atrás. De inmediato se secó ambos ojos encharcados por las lágrimas con las manos y paró la representación con un ligero toque sobre el mando del reproductor, desconcertado se puso en pie y preguntó.

Para siempre Dulce y Amargo. (Henry Cavill)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora