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Media hora más tarde sentada a la barra del bar de Lola frente a un gran vaso de café rociado de excesiva azúcar contemplaba atolondrada las noticias en la televisión que colgaba del techo del local. A esas horas apenas había clientes tan solo el eterno borracho con el que contaban todas las cantinas y algún que otro lugareño madrugador o visitante avispado; más interesado por la cultura del pueblo que en el puro veraneo playero. Eleazar sentado a su lado daba buena cuenta a su desayuno también sin despegar la mirada de la pantalla. Todas las cadenas emitían la misma noticia:

"Un ciudadano francés ha sido encontrado muerto en la suite donde se alojaba en el prestigioso Hotel Meliá Don Pepe de Marbella. Su nombre era Maurice Babineaux y se dedicaba al negocio inmobiliario."

Incluso pusieron una fotografía del galo captada hacía dos días en la gala benéfica mientras posaba para los medios en el photocall. Los gélidos ojos del hombre traspasaron la pantalla para mirarla y su igual de fría sonrisa se le clavó en las retinas. Ya se daba por hecho que había sido un asesinato. Su alarma creció cuando hablaron de que llevaba varios días muerto y que la última vez que se le había visto con vida había sido la noche de la gala para la Fundación Global Gift. Luego hablaron de hipótesis y el nombre de Eleazar y el suyo propio aparecieron entre los múltiples comentarios de los colaboradores en los programas matutinos de más audiencia. Solo alcanzó a decir a media voz.

- ¡Oh, Dios! ¡Es horrible! - Horripilada dejó el desayuno a medias y saltó al suelo desde el banco que ocupaba para mirar al jinete. El rictus del andaluz mostraba toda la seriedad impuesta por una noticia tan luctuosa. Cristina le consultó.

- ¿Qué va a pasar ahora? Nos involucran en ello.

Él apretó los dientes y resolvió.

- No tenemos nada que ver en eso, pequeña. Que discutiéramos no significa nada. Fue algo puntual. ¡Eso es todo!

Las manos comenzaron a temblarle y él las tomó entre las suyas para infundirle ánimo y algo de calor. Pese a las altas temperaturas estaba helada y la abrazó fuerte contra su cuerpo apaciguándola.

- ¡Tranquila, morenita! La policía hace bien su trabajo. Ya verás como encuentran al asesino. Nosotros no hemos hecho nada.

Pero la realidad fue muy distinta. Tan solo hora y media bastó para llevarles la contraria. Cuando llegaron en coche a la vieja casita familiar frente a la puerta de entrada estaban aparcados dos coches de la Guardia Civil. Fuera de ellos les esperaban cuatro agentes. Cristina asustada preguntó al jinete.

- Eleazar... ¿Qué es lo que quieren?

Él la miró de soslayo mientras terminaba de aparcar y le dijo para calmarla.

- ¡Cálmate! No va a pasar nada. Ya lo verás. - Y le ofreció una caricia en el dorso de las manos que ella tenía enlazadas sobre el regazo.

En cuanto Eleazar bajó del coche interpeló a los policías.

- ¿Hay algún problema, agentes? - Sin ofrecerle explicaciones uno de ellos se le acercó flanqueado por otros dos y le pidió las llaves del coche. Él se las entregó. Luego de malas maneras le volteó tomándole por un brazo y obligándole a poner las manos sobre el capó del coche le cacheó. Eleazar interrogó alarmado.

- ¿Qué es lo que pasa? - El policía siguió sin contestar mientras le ponía las esposas. Cristina se echó las manos a la boca sin saber qué hacer o qué decir. Cuando le dio la vuelta Eleazar le miró a la cara y volvió a demandar. - ¿Por qué me esposa? ¿De qué se me acusa?

Entonces otro de los agentes le respondió.

- Señor Montero tenemos una orden de detención contra usted.

Para siempre Dulce y Amargo. (Henry Cavill)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora