2. Copos Rojos

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- Tengo un problema... ¿podemos vernos en tu casa?

Cartman se acomodó en uno de los sillones, contemplando los leves cambios que se producían en el rostro de Kyle; primero sus ojos se abrieron de par en par y su vista se fijó en él, claramente nervioso. Después, su cara fue adquiriendo varias tonalidades de colores: rojo, morado y, finalmente, pálido. Al final, el chico parecía un zombie con complejo de tartamudeo.

- ¿Qué... qué ocurre, Stan? - preguntó, luego de respirar profundamente y tranquilizarse.

Cartman mostró una sonrisa socarrona. Cuando el policía Stanley Marsh llamaba a Kyle, sólo podía ser por dos razones.

O bien, el padre de Kyle le había ordenado que visitara a su hijo para ver que tal le iban las cosas. O... se trataba de algo referente a su trabajo como agente de la ley.

Cartman se relamió los labios y paladeó el regusto de la ansiedad de Kyle. Sólo con ver su cara, sabía perfectamente en que estaba pensando.

- ¿Qué me asome a la ventana? - Kyle miró confuso a Cartman. El chico fuertecito le devolvió la mirada, con una ceja alzada. El pelirrojo meneó la cabeza y fue directo hacia el balcón de su casa. - Vale, ya estoy asomado y...

Kyle sonrió y el demonio se preguntó a sí mismo a que venía esa sonrisita tan radiante. Curioso, fue arrastrando los pies hasta el balcón y echó una ojeada hacia la calle. Stanley Marsh saludaba a Kyle con una mano, aún con el móvil pegado a la oreja.

- ¡Stan! - rió el pelirrojo, devolviéndole el saludo.

- ¿Puedo subir a tu casa, Kyle? - preguntó el policía, colgando el móvil.

Él asintió y se apartó del balcón rápidamente.

Entonces, los ojos del policía se cruzaron con los de Cartman y, al instante, el hombre emitió un gemido de terror. La sonrisa se borró de los labios de Stan y dejó de saludar a Kyle, con los ojos aún puestos en la figura del chico de pelo castaño.

Stan tenía miedo de Cartman.

Cartman saboreaba su miedo con una media sonrisa.



















Tras varios minutos de miraditas tímidas, Kyle Broflovski se levantó del sofá y empezó a recoger toda la ropa sucia que tenía en el salón. Avergonzado como estaba, le resultaba difícil llevar a cabo aquella simple tarea sin tener que tropezarse o que se le cayera una de sus prendas más íntimas (como aquellos bóxer con dibujitos de estrellas) y que Stan las viera.

Además de que, Cartman, no ayudaba para nada. El chico le seguía con la mirada fuera a donde fuera y sonreía pícaramente cada vez que soltaba una maldición.

- Maldito idiota, maldito idiota.

Kyle le fulminó con la mirada, queriendo que esa estúpida sonrisilla desapareciera de sus labios, pero sólo consiguió que el demonio ensanchara su sonrisa con arrogancia.

Hizo una bola con toda su ropa y la metió en su armario, el cual, parecía que explotaría en cualquier momento.

- Espero que eso no ocurra o lloverá calzoncillos por doquier.

Como si le hubiera leído la mente, Cartman soltó una risita burlona.

- Ignóralo, Kyle.

- He hecho café, Stan, ¿quieres? - cuestionó Kyle, saliendo de su habitación.

- Claro, si no es mucho pedir...

- ¡Para nada! - sonrió Kyle.

Se deslizó hacia la cocina, buscando dos tazas de café, cuando sintió algo suave que rozaba su oreja. Se le erizó la piel y sintió como su cuerpo se tensada.

Manzanas Envenenadas (Kyman)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora