6. PRETTY WOMAN

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—Hola, quería un champú.

 

—Para cabello estropeado, ¿verdad?

 

—… No, ése que se lo compre tu madre, a mí dame uno normal.

Existe una cuenta atrás soterrada que se acentúa sobre todo en las mujeres. Y esta vez no estoy refiriéndome al reloj biológico, sino al miedo al deterioro físico. No se trata sólo de vernos guapas sino que además tenemos la sensación de que si no encontramos a un hombre en los años en los que físicamente estamos bien, ¿qué será de nosotras cuando ya no estemos tan bien? Suena cruel, ¿verdad? Pero ¿funcionamos así o no? ¿El mundo, en gran parte, funciona así o no?

Está claro que hay un tipo de hombres a los que a los veinte les gustan las de veinte, a los treinta les gustan las de veinte, a los cuarenta les gustan las de veinte y así hasta los noventa, que ya entienden que una novia tan joven es más difícil de conseguir, así que pasan a contratar a una enfermera (de veinte). ¿Y qué podemos hacer a los cuarenta? Pues mira, si nos encontramos con un señor que sale corriendo cuando observa que se nos está cayendo el culo, bienvenida sea su huida, y cuanto más rauda mejor.

Esto no quiere decir que no esté bien cuidarse físicamente, lo malo es cuando lo hacemos para conseguir un acompañante y así sentirnos valoradas, queridas y menos solas. Cuando las intenciones tras la preocupación física son éstas, la tarea estética resulta aún más esclavizante.

Pero a menudo estas cosas se nos olvidan y nos encontramos inmersas en los consejos de las revistas femeninas y la publicidad. Y si te descuidas, puedes terminar la mañana preocupada porque tu cabello no está lo suficientemente hidratado o tus pestañas no alcanzan la longitud ideal.

—¿Qué te pasa? Te noto desanimada.

—Sí, es que tengo las pestañas demasiado cortas…, pero no quiero tu compasión.

—Vaya, cuánto lo siento… ¿Y qué vas a hacer?

—Pues no lo sé, imagino que morir sola, porque ¿quién me va a querer así?

Hubo una época en la que me tenía fascinada un anuncio en el que una mujer madura, tras ponerse una crema antiarrugas, no es que estuviera más joven o más guapa, no, ¡es que estaba difuminada! Con un par. Y bien, hay días en los que no me importaría nada estar difuminada, pero imaginad el riesgo de probar este producto y que efectivamente funcione. ¿Y si me pongo la crema por la mañana y mientras me dirijo a una reunión de trabajo mis facciones se van borrando? ¿Cómo van a reconocerme mis compañeros si llego a la cita sin cara? ¿Y mi madre? «Mamá, que soy yo, te lo juro». «No, aléjate, mi hija tenía las facciones definidas así que tú no eres mi hija».

Otro de mis productos favoritos es la crema de diez años menos en doce días. Ésta sí que es buena. Si me la pongo muchas veces, ¿volveré a nacer? ¿El descuento de años es proporcional a los días que la utilice? ¿Cuántos años aparentaría yo con esta crema si sólo me la aplicara cinco días? ¿Y si la usara veintitrés días más de lo indicado?

También me llama la atención el champú llamado Volumen non stop. No quiero ponerme exagerada, pero creo que esto es peligroso; el volumen tiene que parar en algún momento, no sólo por preservar la integridad física de los que te rodean sino por una misma. ¿Hasta dónde llega el volumen non stop? ¿Tienes que lavártelo corriendo en cuanto alcanza el volumen deseado? ¿Cabes por las puertas al cabo de un par de días? Si no me lavo el pelo en una semana, ¿acabaré teniendo la cabeza más grande que el cuerpo?

El Amor Se Me Hace BolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora