La autosuficiencia tiene un límite: el omóplato.
Iba yo enmimismada caminando por una estrecha acera cuando, de repente, veo aproximarse a una pareja que avanza hacia mí con paso decidido. Parecen contentos, se ríen y se hacen carantoñas. Yo levanto la cabeza y les reto a que intenten pasar, pero la parejita no muestra intención de apartarse o de soltarse las manos para que quepamos todos. Ellos esperan claramente que les ceda el paso, pero mi madre desde muy pequeña me enseñó a cederles el paso sobre todo a las personas mayores y de las parejas «felices» nunca mencionó nada (nótense las comillas escépticas). Les miro sin pestañear, cada vez están más cerca, caminan rápido, yo acelero también el paso, estamos ya a la misma altura de la calle, y cuando ya casi vamos a chocar, ella le suelta a él la mano y en posición de fila india pasan a mi lado a regañadientes. La calle es MÍA. ¿Qué he ganado con este reto estúpido? Pues oye, yo me entretengo, y por otro lado pretendo acabar con la tiranía de las parejas que creen que por ser más en número merecen más espacio. A ver si por estar sola voy a tener que arrinconarme para que vosotros disfrutéis de vuestro amor. No. Solidaridad la justa, que os venís muy arriba.
Algunas veces estoy tomando un café junto a un ventanal, ocupando una mesa grande yo sola, y entran dos que se creen muy enamorados pero que acabarán rompiendo como todo el mundo, y me miran como diciendo: «Quítate, vete a una mesa pequeña y deja paso a los que vamos en pareja». Pues mira, ahora que lo pienso, igual echo aquí la tarde…
Y en otras ocasiones voy sentada en el metro y a mi derecha se sienta una chica y a mi izquierda un chico, intuyo que son pareja y podría moverme, pero no lo hago por su bien; todos sabemos que la distancia en el amor es muy sana. Mírame a mí, que estoy a años luz de mi alma gemela y lo feliz que soy.
Los solteros debemos protegernos de la aparente felicidad de las parejas, porque todo el mundo sabe que se trata de un complot para que nos sintamos desgraciados por no seguir el rumbo del sistema. Cuantos más seamos, más peligra el modelo familiar, por eso los solteros damos miedo, somos peligrosos, independientes, subversivos, transgresores, somos… ¿paranoicos? Bueno, sí, un poco, pero aun así, hagamos algo juntos por el bien de nuestra comunidad de solteros. Cuando veamos a una pareja besarse, acerquémonos para preguntar por una calle; cuando vayan cogidos de la mano, pasemos por en medio fingiendo despiste, y cuando alguien hable con su enamorado vía móvil, iniciemos una conversación a gritos con quien sea lo más cerca posible de su oído. Sí, compañeros, camaradas, la vida en pareja nos lo ha puesto muy difícil y ya es hora de que seamos nosotros los que tomemos las riendas. A fin de cuentas, no tenemos nada que perder… Ellos sí. (Aquí va una risa maléfica).
Estar soltera no significa nada en sí mismo. Lo importante es si una está bien sola o está tristemente sola. Y si estás tristemente sola quiero advertirte que el destino se encargará de que tu sentimiento victimista se agudice en cualquier contexto.
La autocompasión funciona como imán de situaciones humillantes, y si caminas por tu triste existencia inmersa en tus dramas y centrada en tus pensamientos obsesivos, lo más probable es que ése sea el día en que unos niños que juegan al fútbol te den un balonazo en la cabeza delante de todo el mundo. Ése es también el día en que un perro en celo se sube a tu pierna intentando aparearse con tu rodilla y la gente a tu alrededor ríe ante la escena. Y si hay un excremento canino en la acera, tú serás la primera en meter el pie con la sandalia, también delante de TODOS. Porque, de alguna manera, es como si el resto del mundo evidenciara lo sola o tonta que te sientes asistiendo como testigo a nuestros mayores ridículos.
Un día en el que las paredes de casa se me caían encima, decidí no esperar a que alguno de mis amigos tuviera un rato para salir y me senté sola en la plaza a tomar el sol y respirar el aire contaminado de mi ciudad. Hasta aquí todo bien. De repente, vi que un chico me miraba mucho, pero mucho. No me quitaba ojo y ya era muy evidente que se había fijado en mí. Finalmente, el tío le echa valor, se acerca con una mano levantada, saludando alegremente, y pienso: «Qué majo, qué lanzado y cómo debo de gustarle para acercarse así». Levanto mi mano, correspondo a su saludo sonriente y, cuando está ya a menos de un metro de distancia, compruebo que unos amigos suyos están justo detrás de mí.
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El Amor Se Me Hace Bola
Romance«Me han dicho que el hombre de mi vida aparecerá cuando menos me lo espere, pero… ¿cuánto tiempo tengo que no esperármelo para que aparezca?». El amor ya no dura mil años. A pesar de la presión social, cada vez son más las mujeres que no siguen los...