Capítulo uno

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Había aproximadamente de un millón de razones por las cuales no quería estar ahí. La primera, todavía le costaba dar la cara después de ese acontecimiento entre ambos. La segunda, tampoco tenía demasiados ánimos de levantarse; no cuando estuvo toda la madrugada devolviendo la cena en el váter hasta que su estómago quedó vacío. Ese día no estaba muy entusiasmada por asistir a la mansión Agreste.

Sin embargo, el deber era más importante que la pereza. Pese a las náuseas, prosiguió con la misma rutina diaria desde que comenzó a trabajar para Gabriel Agreste: levantarse, asearse, vestirse, desayunar y marcharse. Condujo por las calles de París con los pensamientos bastante alejados de la realidad, rememorando cada situación vivida con su jefe, recordando las veces en que tuvo que sacrificarse a sí misma.

Las veces que tuve y tendré que sacrificarme por amor, pensó. Marcaban las seis de la mañana cuando arribó a la mansión para cumplir con su horario; debía acomodar el itinerario de los nuevos eventos, verificar la productividad de la nueva colección y, más importante que todo, confirmar que Hawk Moth prorrumpiese la tranquilidad de la ciudad en búsqueda de los condenados miraculous.
Mucho trabajo, verdaderamente.

– Buen día, señor. Tiene usted una invitación a la secundaria de Adrien. Un festival, según recuerdo.

– Buen día, Nathalie. –observó su expresión neutral con interés disimulado–. Tenemos muchas cosas planeadas para hoy.

– Señor, estaré en mi escritorio monitoreando los últimos preparativos.

– Sí. –respondió sin más.

Nathalie abandonó el despacho cinco minutos después de haber entrado, sintiendo una incomodidad en la boca del estómago e inmensas ganas de encerrarse en el baño hasta que, por lo menos, su boca dejara de tener un sabor amargo. Los dedos se le pusieron de gelatina cuando cogió aquel aparato del demonio entre sus manos y escapó directo al lavabo con un nudo formándose en la garganta.

Era el momento de la verdad. Era el momento de saber si estaba esperando un hijo de Gabriel Agreste.

Orinó la prueba de embarazo con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho y la sensación de querer echarse a llorar, pero se controló repitiéndose un montón de veces que probablemente la prueba diera negativo, y de cualquier manera corroboraría el resultado con un análisis de sangre en la clínica más cercana. Caminó trazando una línea recta por el inmenso baño mientras que por poco se mordía las uñas.

– No puedo estar embarazada de mi jefe, definitivamente no puedo estar embarazada de mi jefe… ¡esto es un desastre!

Cualquiera perdería la calma en un momento tan desesperante.

Los cinco minutos transcurrieron con bastante lentitud, lo que casi desató todo un infierno en el baño y que por poco ocasionó un infarto a la secretaria, pero contuvo cada maldición mientras jugaba con los botones de su camisa en ademanes desesperados. Se aproximó a la endemoniada prueba y la sujetó con los dedos temblorosos, pretendiendo darse ánimos bajo cualquier costo.

– Oh, no. Esto no está pasando. Mierda, sí está pasando.

Estaba embarazada de Gabriel Agreste.

Estaba embarazada de Hawk Moth.

Estaba embarazada de su jefe.       

– ¿Y ahora qué diablos voy a hacer?

𝗨𝗻 𝗺𝗶𝗹𝗹ó𝗻 𝗱𝗲 𝗺𝗼𝘁𝗶𝘃𝗼𝘀 | 𝗚𝗮𝗯𝗲𝗻𝗮𝘁𝗵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora