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Secundaria.

El lugar, la etapa, el ciclo escolar al que los adolescentes más solemos temerle. ¿Por qué? Por todas las experiencias que puedes llegar a tener en ese lapso de tiempo. Porque nunca sabes si lo que está por venir será bueno o malo. Porque vives la transición de niña a adolescente y sufres todo lo que no sabías que podías llegar a sufrir; sin embargo, aprendes de ello.

—Fue divertido y raro llegar al Instituto Monroe —comento, cruzándome de brazos—. Era nueva y no conocía a nadie. Bueno, solo a los que habían estado en el curso de bienvenida conmigo al inicio.

Sonrío con solo pensar en lo diferente que era en mi primer año en Monroe, era muy callada y apenas tenía una amiga. Casi todo el tiempo éramos ella y yo, las dos nuevas y ella amiga de la coordinadora de nivel. Cuando veo hacia las chicas, me doy cuenta que algunas tienen las cejas alzadas.

—Si piensan que me gustaba, pues se equivocan —digo con una sonrisa de lado—. Estoy totalmente, segura de que con ella nunca pasó nada. De por sí, nuestra amistad no duró tanto como se esperaría.

—¿Por qué? —pregunta Annie, inclinándose hacia adelante y dejando sus codos sobre sus muslos.

—Porque... —alargo un poco la última letra y suelto un suspiro—, ella se fue al siguiente año a otro país. Además, para finales de séptimo grado, ya había formado amistad con Issi y Malika.

Estaban haciendo cambios de lugar otra vez, puesto que nuestra maestra de lengua tenía un serio problema con nosotros hablando en clases. No obstante, por más que cambiara puestos, ella no entendía que sus alumnos iban a hablar estuvieran donde estuvieran. Para mi suerte, no tenía ese problema, era muy callada y mis posibilidades de que me cambiaran eran bajas, a menos que yo fuera el comodín para alguien más.

—No creo que nos cambien —comentó Giselle a mi lado, mi amiga más cercana hasta ese momento. Le sonreí en respuesta, escribiendo unas notas en mi cuaderno.

Y mejor que no hablé, pues casi al minuto, llamaron el nombre de la chica y la cambiaron por un chico. Poco a poco, fueron cambiando las personas a mi alrededor y no hice más que hundirme en mi asiento cuando noté que uno de los chicos más parlanchines estaba enfrente mío.

—Hola, Becca. —Me saludo con la mano y una gran sonrisa.

—Hola, Cameron —le sonreí con un poco de esfuerzo.

A mi lado, vi como cuatro chicos reían de a saber qué. Eran dos chicas y dos chicos. La de mi lado, una chica de cabello liso oscuro, le daba una mala mirada al chico alto de su lado y le dio un golpe en el hombro, mientras que el de enfrente la veía con una sonrisa divertida, igual que la otra chica.

—Ese cambio fue el inicio de mi amistad con Malika y luego, Issi —sonrío recordando ciertos momentos.

Esa semana, teníamos varias actividades de distintas materias, una de ellas era una prueba en parejas de matemáticas. Malika, la chica de mi lado, me preguntó si nos íbamos juntas y con gusto, acepté. Ya habíamos trabajado juntas antes, aunque no queramos, al maestro de sociales le encanta formar grupos por su cuenta. Sin embargo, Malika resultaba que también era buena en mate y sacábamos de las mayores notas.

—Bien —celebró Mali cuando le entregaron la papeleta—. Solo me faltan tres puntos para pasarla con un nueve.

Sonreí con la emoción que tenía. Malika era una chica muy tierna, solía ser reservada al igual que Issi, pero ella era muy seria a menos que se sintiera cómoda con alguien y de cierta forma, yo la sentía segura conmigo y era lo que me incitaba a hablarle.

Elegí Ser YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora